Fernando Aramburu: ¡°El Pa¨ªs Vasco no es tierra de donjuanes. All¨ª no ir¨ªa a buscar seductores¡±
El escritor regresa a la realidad etarra, ahora desde el humor, con ¡®Hijos de la f¨¢bula¡¯, y se declara ciudadano del espacio Schengen
Era dif¨ªcil volver al Pa¨ªs Vasco despu¨¦s de Patria, que se ha convertido en la gran novela de la etapa negra del terrorismo etarra, pero Fernando Aramburu lo ha hecho de nuevo y para ello ha elegido otra herramienta: el humor. El autor nacido en San Sebasti¨¢n hace 64 a?os retrata en Hijos de la f¨¢bula (Tusquets) a dos secuaces que se quedan colgados de la brocha en una granja francesa al enterarse de que ETA ha renunciado a las armas.
Pregunta. Sus etarras entrenan con la escoba y huelen a mierda de gallina. ?Es real o imaginado?
Respuesta. Yo escribo desde la ficci¨®n. He conocido multitud de historias de activistas que rondan el humor involuntario y no las utilizo, pero me garantizan que lo que cuento es posible.
P. ?El humor encaja con el terrorismo?
R. Mi novela es un drama, pero contado con elementos humor¨ªsticos dirigidos a parodiar al agresor, lo que me permit¨ªa respetar un criterio ¨¦tico. Yo jam¨¢s me permitir¨ªa mofarme de quienes han sufrido, pero s¨ª de quienes planean agredir a otros. En ese sentido no tengo freno a la hora de recurrir al esperpento, la parodia o la situaci¨®n c¨®mica.
P. ?Ha pensado en el paralelismo con el Quijote y Sancho? Sus etarras ven txakurras donde solo hay un se?or en un puente como ¨¦l ve¨ªa gigantes donde hab¨ªa molinos.
R. Me inspir¨¦ m¨¢s en centroeuropeos como Esperando a Godot, por ejemplo, Kafka o El buen soldado Svejk.
P. Pero Svejk tambi¨¦n es v¨ªctima del absurdo. ?Sus protagonistas son v¨ªctimas del absurdo?
R. No del absurdo, pero s¨ª de alg¨²n tipo de f¨¢bula que se les ha inoculado en el cerebro, que determina sus comportamientos y que hace que vean el mundo desde su perspectiva ideol¨®gica. En ese sentido s¨ª son un poco quijotescos. La gran diferencia con el Quijote es que este sale al mundo a desfacer entuertos. Ellos salen a lo contrario y consideran leg¨ªtimo liquidar a quien piensa de otra manera o entorpece su proyecto.
P. ?Se acab¨® esa f¨¢bula?
R. No, el ser humano es un ser de f¨¢bulas y todos tenemos unas convicciones. Pero tambi¨¦n existe la moral, un freno que controla esas fabulaciones y que nos llama la atenci¨®n cuando hacemos da?o. El problema no es la f¨¢bula, sino que no est¨¦ sometida a un filtro ¨¦tico.
P. ?En el Pa¨ªs Vasco ha terminado esa f¨¢bula?
R. No, no, la f¨¢bula del nacionalismo est¨¢ en momento hegem¨®nico. Prevalece con gran apoyo social y lo que ha desaparecido por fortuna es la pretensi¨®n de imponerla por medios violentos, pero el proyecto contin¨²a.
P. ¡°Vascos poco amor¡±, les acusa la granjera en su libro. ?Tienen los vascos un problema con el amor y el sexo?
R. No he ido por las casas para comprobarlo, pero es un viejo clich¨¦ del que todav¨ªa se puede sacar provecho c¨®mico.
P. ?Responde a la realidad?
R. En mi ¨¦poca algo de verdad hab¨ªa en eso, cierta torpeza verbal, cierta falta de sensualidad que se compensa por medios gastron¨®micos¡ Algo de verdad hay en los t¨®picos y son provechosos para hacer chistes o columnas. No me parece que los vascos hayan producido grandes Casanovas, ni Donjuanes, no es la tierra a la que yo ir¨ªa a buscar seductores. No quiere que decir que no los haya, pero habr¨ªa que buscarlos.
P. Pinta a estos etarras muy reacios a las mujeres. ?Cu¨¢nto hay de verdad en esa misoginia?
R. Quien est¨¦ familiarizado con mi literatura sabr¨¢ que donde aparece un mis¨®gino no tardar¨¢ mucho en aparecer una mujer que le d¨¦ una lecci¨®n. Mi personaje y muchos fan¨¢ticos consideran que los apegos a la vida, el sexo, la comida y los placeres solo apartan de la verdadera causa. En los grupos violentos siempre hay algo com¨²n que son los chavales, el elemento masculino puesto a destruir. He sido testigo de esto durante muchos a?os y no es raro que tenga un reflejo en mis libros.
P. ¡°Donosti es para ir a la playa y a los restaurantes, no para cambiar la historia¡±, dice. ?Eso ha derrotado al terrorismo?
R. Es una leyenda urbana muy extendida en Euskadi. Donosti era la pajita en el ojo del nacionalismo porque es una ciudad con historia aristocr¨¢tica, nos llaman ?o?ostiarras, personas de tendencia burguesa, comercial, algo dados al lujo, a la moda, con sus festivales de prestigio frente al ¨¢mbito rural. San Sebasti¨¢n no se ha librado nunca de esa reputaci¨®n semiparisina que para algunos no es exactamente lo que se corresponde con el proyecto.
P. ?Qu¨¦ Pa¨ªs Vasco encuentra al volver?
R. Encuentro tranquilidad en las calles, limpieza en las paredes, no se ven amenazas y esto ya es positivo. Tambi¨¦n veo la ausencia del Estado, veo la enorme hegemon¨ªa nacionalista y observo que su relato ha triunfado.
P. Despu¨¦s de tantos a?os viviendo en Alemania, ?se siente en casa al volver al Pa¨ªs Vasco?
R. Me siento en mi casa porque todav¨ªa recibo afecto, que es lo que hace que un lugar sea mi casa. Pero no voy all¨ª a repostar identidad. Me siento m¨¢s bien europeo y sobre todo del grupo Schengen. Mi casa es la Uni¨®n Europea.
P. ?C¨®mo se siente en Alemania? ?Y en Espa?a?
R. Hay contrastes, pero las diferencias no son tan grandes. La vida social de ambos pa¨ªses se ha uniformizado bastante. Los fantasmas hist¨®ricos son distintos en cada pa¨ªs, pero los veo como una unidad.
P. ?Qu¨¦ echa de menos all¨ª o aqu¨ª?
R. Los decibelios que debes soportar en una calle de Madrid son mayores que en Berl¨ªn, pero la criminalidad de all¨ª no la hay en Madrid. Me he adaptado a los usos alemanes, all¨ª no se tutea de una forma tan directa y agresiva como en Espa?a, y en algunas situaciones nos cuesta distinguir un h¨¢bito de una groser¨ªa, pero esto son minucias que no me preocupan gran cosa. La vida social espa?ola es m¨¢s atractiva, tambi¨¦n acompa?ada por el clima. Tengo en gran estima a Madrid por la fauna humana. Tambi¨¦n tengo lugares a los que acudo de forma ritual, como por ejemplo a la cuesta Moyano o sitios donde compro legumbres, vinos, librer¨ªas. Para m¨ª Madrid se ha convertido en algo bastante entra?able.
P. ?Y Hannover?
R. All¨ª vivo en la ¨²ltima casa de la ciudad que da a un bosque, con mucha tranquilidad, libre de contaminaci¨®n lum¨ªnica, me permito el lujo de ver estrellas. Mi vida es muy recogida, dedicada de lleno a la escritura y la lectura y percibo poco de la ciudad porque no me muevo en ella, sino en un espacio muy limitado. Y esto me gusta mucho.
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