Nueve pinturas excepcionales de Goya, Vel¨¢zquez, El Greco y Murillo de la colecci¨®n Frick vuelven a Madrid tres meses
Un magnate estadounidense del carb¨®n y del acero adquiri¨® las obras en Espa?a y las traslad¨® a su mansi¨®n de Nueva York donde se exponen desde hace m¨¢s de un siglo
¡°No pod¨ªa permitirme tener pendiente de un clavo tanta cantidad de dinero¡±, admiti¨® en 1908 el pintor y pol¨ªtico madrile?o Aureliano de Beruete. As¨ª que vendi¨® por 120.000 d¨®lares al multimillonario estadounidense Henry Clay Frick La expulsi¨®n de los mercaderes del templo (1600), de El Greco. Pero no fue el ¨²nico que cambi¨® arte por dinero ¨Dla primera ley de patrimonio no llegar¨ªa hasta 1916¨D, porque otros tantos coleccionistas privados hicieron lo mismo con ocho cuadros m¨¢s de Goya, Murillo y Vel¨¢zquez, lo que permiti¨® al magnate del carb¨®n, del acero y de los ferrocarriles disponer de nueve obras maestras de la pintura espa?ola para completar la llamada Frick Collection, orgullo muse¨ªstico de la ciudad de Nueva York. Ahora, los nueve cuadros vuelven a Espa?a por primera vez en m¨¢s de un siglo y se exponen desde hoy, y hasta el 2 de julio, en el Museo del Prado.
El museo nacional espa?ol recuerda que se trata de ¡°obras excepcionales¡± que ¡°convierten la exposici¨®n madrile?a en una ocasi¨®n ¨²nica e irrepetible¡±, ya que los cuadros se exhiben, en algunos casos, junto a otros del Prado con los que est¨¢n muy relacionados. Por ejemplo el impresionante retrato de Felipe IV en Fraga (1644), de Diego Vel¨¢zquez, ha sido situado junto a la pintura El Primo, del mismo autor, pero que pertenece al Prado. De esta manera, el visitante puede observar las diferencias sobre c¨®mo retrataba el genio sevillano a un rey y a un enano de la Corte. El primero miraba de escorzo, mostrando su majestad. El segundo, de frente, sin pudor, sentado en el suelo y ense?ando las peque?as suelas de los zapatos. Pero a pesar de las dos maneras tan distintas de ver el mundo, Javier Port¨²s, comisario de la exposici¨®n, recuerda que ambos cuadros fueron pintados juntos, ¡°en el mismo lugar, en la misma ¨¦poca y hasta utilizando la misma tela¡±.
Frick era un empresario de Pittsburg que se traslad¨® a vivir a Nueva York y que se hizo construir un palacio neorrenacentista en plena Quinta Avenida, lo m¨¢s selecto de la megaurbe. Como muchos magnates de su tiempo, se interes¨® por el arte europeo y traslad¨® a Am¨¦rica cientos de obras del Viejo Continente a principios de siglo XX. El dinero no era, en absoluto, un problema. La selecci¨®n de las pinturas solo respond¨ªa a sus gustos personales, porque fueron adquiridas para convivir con ellas y formar parte de la decoraci¨®n de su mansi¨®n. Con el paso del tiempo, y tras su fallecimiento en 1919, su colecci¨®n privada termin¨® convirti¨¦ndose en un museo, que en 1935 abri¨® sus puertas con ¡°un alto nivel de calidad¡± al contar con excelentes pinturas desde el Renacimiento a la edad contempor¨¢nea.
La exposici¨®n del Prado est¨¢ compuesta por el retrato de Vincenzo Anastagi (1575), La expulsi¨®n de los mercaderes del templo (1600) San Jer¨®nimo (1590) ¨Dlas tres de El Greco¨D, Felipe IV en Fraga (1644), de Vel¨¢zquez, Autorretrato (1650), de Murillo, retrato de Pedro de Alc¨¢ntara y T¨¦llez-Gir¨®n, noveno Duque de Osuna (1790), Retrato de un oficial (1804), La fragua (1815) y Retrato de mujer (1824), las cuatro ¨²ltimas de Goya. La exposici¨®n ha sido posible gracias a la colaboraci¨®n de la Comunidad de Madrid, cuya consejera de Cultura, Marta Rivera de la Cruz, se?al¨® durante la presentaci¨®n que es ¡°un hito y un privilegio para Madrid acoger las piezas de una de las mejores colecciones de arte del mundo¡±.
Cada una de las obras de arte de la exposici¨®n del Prado ¨Dtodas las que conforman la llamada Colecci¨®n de Pintura Espa?ola de la Frick Collection¨D relata una historia y unas vicisitudes completamente diferentes. El comisario Port¨²s admiti¨® su preferencia por La fragua, ¡°una obra donde Goya sit¨²a a los herreros en un plano pr¨®ximo al espectador y que crea una perspectiva monumental, a lo que contribuye la poderosa anatom¨ªa y los gestos concentrados de los trabajadores¡±. Como hizo Vel¨¢zquez con su Fragua de Vulcano, ¡°el tema ofrece a Goya la posibilidad de mostrar varias perspectivas de la anatom¨ªa humana y hacer un alarde de su dominio de la expresi¨®n corporal¡±. La pintura contiene, adem¨¢s, una particularidad: carece de escenario, por lo que son las figuras humanas en torno al yunque, con sus vol¨²menes y movimientos, las que crean las referencias espaciales.
Por su parte, Bartolom¨¦ Esteban Murillo eligi¨® para autorretratarse todo lo contrario a algo abstracto. Enmarc¨® su rostro en la moldura oval grabada en un sillar, de la que sobresale su antebrazo derecho para traspasar los l¨ªmites del marco y tensar los l¨ªmites entre la escultura, la pintura y la realidad. El cerco oval tambi¨¦n hace referencia a las medallas que, en su ¨¦poca, estaban vinculadas al concepto de fama y pervivencia de la memoria. El sevillano, adem¨¢s, llen¨® de mellas la piedra que acoge su rostro, ¡°Para hablarnos as¨ª del paso del tiempo, y por extensi¨®n, de la fama art¨ªstica, capaz de sobrevivir al mismo¡±, indica Port¨²s.
La muestra, en definitiva, es reducida ¨D14 cuadros colgados en las paredes de la sala 16 A del Edificio Villanueva: nueve pertenecientes a la Frick y cinco al Prado¨D, pero est¨¢ repleta de los peque?os detalles que enamoraron a un magnate estadounidense del carb¨®n, apellidado Frick y que un d¨ªa comenz¨® a invertir sus ganancias en arte de toda Europa.
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