Una gran zambullida libresca, floral y festiva
Los libreros quieren que cada a?o haya Superilla literaria aunque la fiesta no caiga en domingo
Si hay que elegir un libro, uno, para zambullirse en la muchedumbre que sube y baja por el r¨ªo de la Diada qu¨¦ mejor que El nadador como h¨¦roe, de Charles Sprawson (Siruela, 2023), esa obra que mezcla como nunca la nataci¨®n y la literatura, y te habla de nadadores y escritores (y los que eran las dos cosas, como Lord Byron y Tennessee Williams), y de agua y de libros. La nataci¨®n por la ciudad es en seco, claro: en abierto contraste con el monz¨®n que se desat¨® la misma jornada el a?o pasado, esta vez, agua s¨®lo la embotellada. A los libreros y firmantes se les ha visto un aire de culpabilidad por desear que no lloviera hoy, con la que (no) est¨¢ cayendo. Pues bien, con el libro de Sprawson bajo el brazo como inspiraci¨®n, ha sido cosa de lanzarse a nadar por la ciudad en el mar de gente, visitando casetas y librer¨ªas en busca de rostros conocidos y amigos con los que departir un rato, un poco a la manera de otro icono de la nataci¨®n, Ned Merrill, el personaje de la pel¨ªcula El nadador (1968), de Frank Perry, basada en el cuento de John Cheever. Llegar, mirar, saludar (no ha habido c¨®cteles, a diferencia de como recib¨ªan a Merrill), un chapuz¨®n literario y a seguir. As¨ª desde la parte alta de la ciudad hasta el mar (donde ya hubi¨¦ramos podido nadar de verdad si fu¨¦ramos Philip Hoare, que siempre lo hace cuando viene).
Primera parada-piscina, la librer¨ªa Taifa, ya llena de gente y muchos carritos de beb¨¦: bautizo de libros para futuros lectores. Siguiendo la corriente que lleva hacia la Rambla por la feliz extensi¨®n de la Superilla literaria, adelanta a los paseantes haciendo eses un patinete de Glovo que carga una rosa: impagable imagen del signo de los tiempos. Tambi¨¦n hay rosas callejeras que se pagan con Bizum. Una larga cola de gente en paseo de Gr¨¤cia espera para que le firme un ejemplar de En mi bosque interior Solitude of Alanna (en el mundo Natalia Salda?a), uno de esos nombres misteriosos que se cuelan en el who¡¯s who literario. Entre las frases del d¨ªa, la de una se?ora que pasa ante una caseta y dice ¡°mira, ah¨ª pone que firma Carmen Mola y hay unos t¨ªos¡±. Incrustado en la masa de gente en otro sector de firmas populares, un individuo sentencia: ¡°Esto es para verlo de lejos¡±. O¨ªdo tambi¨¦n: ¡°?Tiene uno f¨¢cil y cortito?¡±.
En las casetas de Laie, el librero Llu¨ªs Morral uno de esos amigos que es como una piscina en un d¨ªa soleado, resume: ¡°Hoy es para disfrutar, y luego me pegar¨¦ una gran cena¡±. En el otro extremo psicol¨®gico, en el puesto de La Central del Raval en Canaletas, otra piscina, el director de la librer¨ªa, Antonio Ram¨ªrez, est¨¢ estresado, y constipado: ¡°No, no, todo muy bien, de r¨¦cord, pero dos cosas: hay que acabar con el intrusismo en la Diada, eso de los que se autoeditan firmando por cualquier parte, y, dos, lo de la Superilla hay que mantenerlo, aunque la pr¨®xima vez no sea domingo, esto ya no tiene vuelta atr¨¢s¡±.
Por el camino, nadando, libros que se te quedan en la retina, C¨®mo reducir tu huella de carbono, Atenci¨®n con la infecci¨®n¡ Pedro Zuazua firmando detr¨¢s de un gato. Ves a Pilar Rahola firmando en una mesa compartida con Mitologia dels pa?sos catalans, la caseta de Ciudadanos en un chafl¨¢n de rambla de Catalunya junto a la de la Cruz Roja parece tambi¨¦n sugerir asociaciones. A Alice Kellen ya ni la ves porque es imposible ni acercarse al puesto de la Fnac donde firma y ante el que se acumulan centenares de personas. ¡°Llevo cuatro horas de cola¡±, sostiene una chica pertrechada con Los abrazos lentos, de otra star de la firma hoy, El¨ªsabet Benavent. ¡°?A qu¨¦ pensabais que ven¨ªas?¡±, ri?e un padre convertido en sargento de hierro a unas chicas llorosas por el cansancio y las apreturas. Un rosero vocea ¡°?una por cuatro, tres por diez!¡±.
Amigos y locuras
En la librer¨ªa de naturaleza Oryx, otra piscina, los autores firman a cuatro manos ejemplares de Els amfibis dels Pa?sos Catalans, ?m¨¢s madera, es la guerra! A las 14.30, en la caseta de La Central Mallorca, Javier Cercas, en mangas de camisa, firma, debate con la gente, se deja hacer selfies, y vuelve a firmar: un profesional. En la caseta en la puerta de la librer¨ªa Alta?r (piscina), Tito Vivas firma su libro sobre Tutankam¨®n vestido como si estuviera de excavaciones. Dentro, con la tienda abarrotada, Pep Bernadas constata: ¡°Es un d¨ªa muy especial¡±. Otra zambullida obligada es en el chafl¨¢n-rosaleda de Au nom de la Rose, con sus flores dignas de Eco, de Guillaume de Lorris y Jean de Meun. Hay una larga cola en la puerta de la librer¨ªa Finestres: para entrar hay que esperar a que otros salgan. ?Cola en las librer¨ªas!: ?esto es Sant Jordi!
En la puerta de Alibri, piscina felizmente salvada, el teniente de alcalde de Cultura, Jordi Mart¨ª, se deja recomendar un libro para su pareja nadadora: El nadador como h¨¦roe, efectivamente. Se aleja en busca de una regidora de Bogot¨¢. En el crawl entre la multitud ha sido imposible localizar otros amigos, otras piscinas: Julia Navarro, Josep Maria Fradera, Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n¡ La tarde se cierra en la deliciosamente oscura piscina de Gigamesh, librer¨ªa de vicio y subcultura. El librero Llu¨ªs Salvador hace las veces de portero dosificando la entrada. Los frikis se le amontonan. ¡°Una locura¡±, sintetiza con el conocimiento de causa de quien ha le¨ªdo todo Philip K. Dick y Lovecraft. Cuando crees que no te queda nada por ver, te topas por la calle con ?ngel Ll¨¤cer vestido de t¨ªa (tiene funci¨®n de La jaula de las locas aqu¨ª enfrente, en el T¨ªvoli). No lleva libro, pero tiene un aire de Esther Williams.
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