Una absoluta desverg¨¹enza
Muy devaluada puerta grande de Emilio de Justo en una tarde aciaga de toros, toreros, presidencia y p¨²blico
Ni los toros de Garcigrande debieron ser nunca aprobados para salir en esta plaza; ni Tom¨¢s Rufo mereci¨® la oreja de su primer toro; ni Emilio de Justo puede estar satisfecho de su cuarta puerta grande, ni el quinto toro mereci¨® el honor de la vuelta al ruedo, ni el presidente debe seguir un festejo m¨¢s en el palco, ni el p¨²blico puede ser m¨¢s bullanguero y triunfalista¡
Una absoluta desverg¨¹enza y la confirmaci¨®n, si alguna duda quedaba, de que la fiesta de los toros se desliza por un precipicio al que a¨²n no se le ve el fondo. Es la nueva tauromaquia, ya entronizada en Sevilla, y que ha tomado asiento en Las Ventas con todas las bendiciones.
Han subido, y de qu¨¦ manera, los precios de las entradas sueltas y ha bajado el toro, como dec¨ªa ayer la pancarta. Pero ha bajado hasta la caricatura. El primero era impropio de cualquier plaza de primera, y su lidia transcurri¨®, gracias a los pocos, pero exigentes aficionados que a¨²n quedan en Madrid, entre protestas manifiestas a la presidencia y a la empresa por lo que consideraban una falta de respeto. Ese toro y el cuarto, el lote de Morante, eran dos moruchos, bueyes de carretas, con los que el torero sevillano no estuvo a la altura de las circunstancias. Un diestro de su categor¨ªa los ali?a por la cara y los mata con dignidad; pero Morante perdi¨® los papeles, anduvo a la deriva y a la defensiva y protagoniz¨® dos m¨ªtines escandalosos con la espada, impropios de su categor¨ªa.
Reaparec¨ªa Emilio de Justo despu¨¦s de aquella muy grave lesi¨®n que sufri¨® hace un a?o en este ruedo cuando se encerr¨® con seis toros; y fue recibido como merece, con una atronadora ovaci¨®n de respeto y cari?o. Y ¨¦l respondi¨®, claro que s¨ª, con la entrega y disposici¨®n que caracterizan su carrera.
Bien de verdad estuvo ante el toro segundo, un manso con la cara siempre a media altura, de comportamiento incierto, correoso, duro y de feo estilo en la muleta. De Justo luch¨®, primero, contra el vendaval que dificult¨® el desarrollo de casi toda la corrida y plant¨® cara a su embravecido animal que transmit¨ªa fiereza y genio en sus constantes arreones. Fue una pelea de t¨² a t¨², en la que se palpaba el peligro inminente. Pero no se arredr¨® el torero ante tan exigente oponente, y traz¨® un par de tandas emocionant¨ªsimas con la mano derecha, obligando al toro a seguir el camino del enga?o. M¨¢s dificultad opuso por el lado izquierdo, y a rega?adientes acept¨® un par de naturales que supieron a victoria. Alarg¨® innecesariamente el torero la faena y mat¨® mal, pero ah¨ª qued¨® la arriesgada y meritoria apuesta de De Justo.
Las dos orejas llegaron en el quinto, un nobil¨ªsimo animal, que humill¨® en el primer puyazo y no destac¨® por su recorrido en banderillas, con el que el torero estuvo bien, especialmente con la mano derecha, en una faena intermitente, en la que se mezclaron momentos excelsos con otros insulsos. No se produjo la esperada explosi¨®n, no hubo arrebato ni conmoci¨®n, y, adem¨¢s, la estocada cay¨® defectuosa, lo que produjo una larga agon¨ªa del toro. Pase¨® inmerecidamente las dos orejas, mientras el presidente escuchaba por en¨¦sima vez esa cantinela de ¡°fuera del palco¡±, que le dirig¨ªa gran parte de los tendidos. En ese ambiente se le dio la vuelta al ruedo al toro, otro premio inmerecido.
Y Tom¨¢s Rufo no sali¨® tambi¨¦n a hombros de puro milagro; bueno, no. No sali¨® porque fue un torero sin ideas y perdido en su propio aburrimiento ante el noble y muy blando sexto de la tarde. Le cort¨®, no obstante, la oreja al tercero, que brind¨® al p¨²blico, y lo recibi¨®, muleta en mano, como si estuviera en los Sanfermines, de rodillas para enardecer a la masa, y lo consigui¨®, con cinco muletazos largos a un toro de dulzona embestida. Ya en pie, la pel¨ªcula cambi¨® de argumento, de modo que se diluy¨® en intermitencias, entre las que destac¨® un gran natural y un largo pase de pecho, y un par de naturales m¨¢s cuando ya la larga faena tocaba a su fin. Mientras paseaba el trofeo tuvo que escuchar palmas de tango y otra vez aquello de ¡°fuera del palco¡±.
En fin, que la ca¨ªda en picado de la tauromaquia moderna no hay quien la pare¡
Garcigrande / Morante, De Justo, Rufo
Toros de Garcigrande, mal presentados, mansurrones en varas, descastados y sosos; moruchos los lidiados en primero y cuarto lugar; correoso, bronco y exigente el segundo; noble y desfondado el tercero; de gran clase en la muleta el quinto, que fue premiado con la vuelta al ruedo y soso, noble y muy blando el sexto.
Morante de la Puebla: tres pinchazos, diez descabellos —aviso— y un descabello (silencio); seis pinchazos (pitos).
Emilio de Justo: pinchazo —aviso— pinchazo y estocada (ovación); estocada caída (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande.
Tomás Rufo: estocada trasera y desprendida (oreja); dos pinchazos y estocada baja (silencio).
Plaza de Las Ventas. 11 de mayo. Segundo festejo de la Feria de San Isidro. Lleno de "no hay billetes" (22.964 espectadores, según la empresa).
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