Picasso casi nunca titulaba sus obras: 50 artistas se han atrevido a hacerlo (y algunas le han puesto en un aprieto)
La Casa Encendida celebra medio siglo de la muerte del pintor con una muestra en la que creadores de distintas disciplinas resignifican una selecci¨®n de piezas de su ¨²ltima etapa
?Cu¨¢ntas veces se ha puesto delante de una obra de arte, se ha acercado a la cartela y ha comprobado que el t¨ªtulo no ten¨ªa nada que ver con su percepci¨®n o la emoci¨®n que le hab¨ªa provocado la pieza? Con suerte, la pintura no ten¨ªa t¨ªtulo y de vuelta a su casa se pudo inventar uno, el mejor posible en ese momento. La Casa Encendida le ha dado la oportunidad a 50 artistas de retitular 50 obras del ¨²ltimo periodo art¨ªstico de Picasso, entre los a?os 1963 y 1973, en el 50? aniversario del pintor.
El resultado es Picasso: Sin T¨ªtulo. 50 a?os, 50 obras, 50 artistas (hasta el 7 de enero), un ejercicio de resignificaci¨®n del artista que en vez de matar al padre, como tantas veces sucede entre generaciones art¨ªsticas, consigue un di¨¢logo en el que los hijos critican, empatizan, confrontan, muestran su rebeld¨ªa e incluso le enmiendan la mayor a uno de los nombres m¨¢s rese?ables de la Historia del Arte. Son creadores de distintas edades, g¨¦neros, disciplinas, continentes a los que Eva Franch i Gilabert, la comisaria de la exposici¨®n, Luc¨ªa Casani, responsable de La Casa Encendida, y Bernard Ruiz-Picasso (de cuya Fundaci¨®n Almine y Bernard Ruiz-Picasso han salido prestadas las piezas de la exposici¨®n) les entregaron al azar las obras elegidas. Cada uno tuvo la libertad de titularlas y explicarse en breves textos.
No se trata de buscar tres o cuatro palabras que describan las telas, sino de repensar a Picasso, su obra, ¡°traerlo a la contemporaneidad y, por tanto, releerlo con todos los debates sociales y culturales que se han dado en la ¨²ltima d¨¦cada¡±, plantea Casani, que reconoce que en un primer momento la idea de incluir a Picasso en una instituci¨®n de ¡°l¨ªnea feminista¡± le supuso un debate interno: ¡°Hemos encontrado la manera de insertarlo gracias a ese di¨¢logo entre artistas¡±. En esta muestra se separa al autor de la obra sin concesiones, hay cr¨ªticas raciales y a la vez halagos.
Esta es una selecci¨®n de algunas de las obras de la muestra en la que los creadores explican a EL PA?S por qu¨¦ han elegido estos nuevos t¨ªtulos que se acompa?an de unos textos explicativos.
[Pero antes de empezar, le propongo un juego: p¨®ngale un t¨ªtulo a alguna de estas obras como han hecho los artistas elegidos por la Casa Encendida. Env¨ªemelo a amarcos@elpais.es. Y har¨¦ una selecci¨®n que se publicar¨¢ en la pr¨®xima entrega de Correo del arte, la newsletter de arte de EL PA?S]
Obra repensada por Cabello/Carceller (Espa?a), colectivo que desde los a?os noventa interroga desde el arte los modos hegem¨®nicos de construcci¨®n de g¨¦nero en las pr¨¢cticas visuales.
T¨ªtulo propuesto: La traici¨®n que pudo ser (aparentemente basado en La Celestina)
Texto que justifica el nuevo t¨ªtulo: Cualquier excusa es v¨¢lida para hablar de uno mismo y mirarse en lo que transmite de nosotros el espejo de las im¨¢genes. Quien las produce sabe que pr¨¢cticamente la totalidad de esas im¨¢genes nos enga?an sobre s¨ª mismas. No nos hablan de ellas sino del otre, otra u otro que ans¨ªa que las veamos. A menudo a trav¨¦s de esos mensajes visuales se compone un relato; La Celestina ser¨ªa una excusa tan v¨¢lida como otra cualquiera¡
Dicen que Fernando de Rojas escribi¨® el libro. Y comentan que Picasso lo ilustr¨® porque se identificaba con el personaje de ¡°una vieja barbuda que se dize Celestina, hechizera, astuta, sagaz en quantas maldades hay¡±. Como siempre, barba y mujer juntas igual a maldad y extra?amiento. Picasso no era mujer (ni se le conocen afinidades trans) y no lo tenemos visto con barba. El proceso identificatorio debe venir por otro lado.
Celestina traicion¨® a Melibea. Dicen que hizo. Picasso traiciona a Celestina; nada protagonista en este grabado, dibujada casi siempre en un lateral, a menudo disminuida. Lo hizo para pintar a una Melibea desnuda y sexuada y ofrecernos as¨ª m¨¢s im¨¢genes que publiciten la heteronorma que tanto le gust¨® promocionar. Melibea, Elicia, Are¨²sa, indistinguibles. Mujeres como ofertas para el sexo. A veces violento secuestro; tampoco parece importar demasiado a su autor en este relato visual.
Una peque?a aparici¨®n del artista en el grabado. ?Se traicion¨® el pintor a s¨ª mismo cuando se incluy¨® tambi¨¦n disminuido en el relato? ?O pretend¨ªa con esa actitud reforzar el mito? Celestina, cuerpo viejo de mujer, oculto bajo su manto negro, fuera del marco de la atracci¨®n sexual. Picasso, cuerpo viejo de hombre; pero sexuado. Se nos aparece desnudo, de frente y en jarras, como los protagonistas de estos dibujos todav¨ªa activos en el campo del deseo.
A mediados de los 90, la artista brit¨¢nica Lubaina Himid nos comentaba c¨®mo ese Picasso nuestro se hab¨ªa casi literalmente apropiado del arte africano para firmarlo en sus cuadros. ?De nuevo traici¨®n? ?Traici¨®n a trav¨¦s de las im¨¢genes? ?Olvido del otre, otra, otro que como dibujo enmudece? Se conversa poco con quien se siente traicionado.
[1] de Rojas, F. (2022). La Celestina (p. 88). C¨¢tedra, Letras Hisp¨¢nicas.
Explicaci¨®n: El texto de este colectivo de artistas responde a su convicci¨®n de que hace falta m¨¢s espacio para lo que consideran ¡°presencias menos normativas¡±. No solo desde una perspectiva feminista, como es el caso de este nuevo t¨ªtulo, sino tambi¨¦n para posiciones, por ejemplo, decoloniales: ¡°Si las visiones cr¨ªticas alternativas no son posibles, artistas como Picasso terminar¨¢n diluy¨¦ndose en un limbo acad¨¦mico¡±. Por esta misma raz¨®n, no separan al autor de la obra. ¡°La misoginia de Picasso ya no puede negarse a la luz de su trayectoria vital; otra cuesti¨®n es que la interpretaci¨®n que se ha hecho de su obra la haya ocultado deliberadamente, manteni¨¦ndola al margen. No creemos que en la pr¨¢ctica art¨ªstica pueda separarse vida y obra, en esta ¨²ltima se trasluce no solo lo que se defiende, sino tambi¨¦n lo que pretende ocultarse y eso es algo que va m¨¢s all¨¢ de una firma¡±, opinan. Cabello/Carceller reclaman la voz de ¡°los traicionados¡± en su relectura de Picasso para poner en el centro del debate a quienes, dicen, han sido empujados a los m¨¢rgenes: ¡°La cultura occidental hegem¨®nica ha sido tan excluyente que ahora se siente amenazada por una inmensa mayor¨ªa de vivencias silenciadas. Hay mucho miedo a lo que podemos decir y a los cambios que nuestras presencias puedan generar. Hay mucho miedo a la restituci¨®n, entendiendo aqu¨ª el t¨¦rmino en su sentido m¨¢s amplio¡±.
Obra repensada por Albert Serra (Girona, 1975), cineasta.
T¨ªtulo propuesto: Cabeza de hombre con rasgos de mujer y perro y sombrero ligero con alguna reminiscencia de catite
Texto que justifica el nuevo t¨ªtulo: Lo m¨¢s bonito de Picasso en todos sus cuadros, en especial en la ¨²ltima ¨¦poca, es siempre la carga sexual directa, cruda o sensual, siempre algo confusa, porque en todos los rincones, incluso los m¨¢s inesperados y extempor¨¢neos ¡ªcomo un retrato de hombre¡ª, aparece la carne femenina, mezclada con los rasgos de la carne animal, perros, toros, caballos... o vacas, cerdos y corderos peludos, mam¨ªferos, quiz¨¢s en una forma superior, m¨¢s original y depurada, que la que encontramos en Bacon, al que tanto influenci¨®; quiz¨¢s por su instinto heterosexual, m¨¢s rico y florido en su abyecci¨®n, que la tristeza seca y desesperada, aunque algo efectista, del homosexual irland¨¦s y madrile?o. La carne siempre como ¨²ltimo refugio de la vejez, ellos que pudieron poseerla, como escapismo frente a la muerte, como recordatorio de la juventud del pintor f¨ªsico, violento y violador de toda forma humana con aspiraciones espirituales. Nuestro pintor de la guerra y el cuerpo.
Explicaci¨®n: Serra asegura que siempre ha estado interesado por los ¡°motivos recurrentes y escondidos¡± en la obra de Picasso. ¡°Suelen ser cada vez m¨¢s carnales seg¨²n envejece, muy al contrario de la espiritualidad a la que se suelen acercar otros artistas¡±. El autor define la ¨²ltima etapa del artista como menos expresionista, ¡°m¨¢s mesurada y po¨¦tica¡± y reconoce que, con menor exageraci¨®n y dramatismo, esos s¨ªmbolos de la carne como extensi¨®n del deseo son m¨¢s rec¨®nditos. ¡°La figuraci¨®n se disuelve para despu¨¦s volver a hilarse¡±, dice Serra que encuentra en el final de Picasso la uni¨®n entre el deseo y la muerte.
Obra repensada por Tuan Andrew Nguyen, artista vietnamita que trabaja con v¨ªdeo y escultura.
T¨ªtulo propuesto: Self-portrait Holding My Reincarnation as a Little Girl (Autorretrato con mi reencarnaci¨®n en ni?a entre las manos)
Texto que justifica el nuevo t¨ªtulo: En esta pintura, donde se representa vestido de presidiario, Picasso hace algo que evit¨® hacer durante casi toda su vida: mirarse en el espejo, literal y metaf¨®ricamente, para pintar un autorretrato. La obra, sin embargo, presenta un elemento adicional, como es el beb¨¦ en brazos del yo pintado. Se trata de una ni?a, y esa ni?a es su reencarnaci¨®n.
Las l¨ªneas gruesas y marcadas que recorren sinuosamente la pintura, perfilando la cara, la frente y la nariz del hombre, y que en su lento discurrir van convirti¨¦ndose en el contorno del beb¨¦, definiendo su frente y su nariz, se asemejan a una serpiente. Estas l¨ªneas curvas que definen simult¨¢neamente al hombre y al beb¨¦ son una expresi¨®n de esa uni¨®n. Son uno solo, entrelazado, como la causa y el efecto, como la vida y la muerte.
Desde una ¨®ptica metaf¨ªsica, lo que representa Picasso es un ur¨®boro en el que una serpiente se est¨¢ comiendo su propia cola, devor¨¢ndose a s¨ª misma sin cesar, persiguiendo infinitamente su propia cabeza, hasta darse cuenta de lo que ha hecho cuando ya es demasiado tarde.
En la composici¨®n destacan de forma prominente las manos, que en su posici¨®n y escala encierran una tensi¨®n a medio camino entre la protecci¨®n y la violencia. Durante un momento, las manos, agresivas, casi manosean al beb¨¦, queriendo devorarlo, destruirlo, mientras que en otro momento le sujetan y envuelven, apart¨¢ndole de las dificultades que le esperan, deseosas de protegerle de la violencia que acecha, de la violencia que ¨¦l tan bien conoce, una violencia con la que est¨¢ familiarizado del modo m¨¢s ¨ªntimo posible.
Un momento de reflexi¨®n tan clarividente como este solo pod¨ªa producirse en los ¡°a?os finales llenos de ansiedad¡± de Picasso. Ante la inminencia de su muerte, ponderando sus torturadas relaciones y las consecuencias de sus actos, el artista se hace la siguiente pregunta: ¡°?Qu¨¦ apariencia tiene el karma? ?C¨®mo se visualiza una idea tan compleja y abstracta como el karma y c¨®mo se pone en relaci¨®n con un yo espec¨ªfico?¡±.
Explicaci¨®n: Al artista de origen vietnamita no le provoc¨® mucho, confiesa, el cuadro que le propusieron. Por eso volvi¨® a la pintura en varias ocasiones hasta que percibi¨® ¡°cierto p¨¢nico y urgencia¡± en los trazos de Picasso. Tal vez tenga relaci¨®n con lo que Nguyen explica, el final, la muerte, saberse culpable de ciertos comportamientos. ¡°Creo que el arte nos ayuda a entender la vida y la manera en la que nos relacionamos¡±, explica el autor, ¡°adem¨¢s considero que todos podemos llegar a desarrollar empat¨ªa y compasi¨®n en alg¨²n momento, no importa lo tarde que sea. Y eso intento, empatizar con un Picasso que es posible que estuviera inmerso en su propio proceso de empat¨ªa¡±.
Nguyen ve a una ni?a que simboliza la reencarnaci¨®n, una idea que extrae de su cultura y se la otorga a Picasso, como si le redimiera en este acto de sus acciones pasadas. ¡°Me puse a pensar en su historia de violencia contra las mujeres y si de alguna manera esa ni?a puede significar su necesidad de redenci¨®n, incluso la de empatizar con aquellas a las que provoc¨® tanto sufrimiento¡±. Y es en este punto en el que conectan pasado y presente: ¡°La dificultad que persiste en aceptar la igualdad y la fluidez de g¨¦nero frente a la lucha contra la misoginia y las masculinidades t¨®xicas¡±.
Obra repensada por Esther Ferrer (San Sebasti¨¢n, 1937), artista que transita entre el arte de acci¨®n, el collage y la fotograf¨ªa.
T¨ªtulo propuesto: Pareja de bailarines en forma de cabeza danzante (o viceversa)
Texto que justifica el nuevo t¨ªtulo: Lo primero que me salta a la vista al contemplar esta obra es el movimiento: una bailarina y un bailar¨ªn. En primer plano ella, con su ojo negro, como corresponde, en el fondo los lunares de su vestido. A su derecha, el bailar¨ªn, que el inconsciente (o el consciente) del artista ha erotizado, gracias a ese f¨¢lico trazo negro dirigido hacia ella. Sobre ambos, los flecos del tel¨®n y, a la derecha, las bambalinas.
¡ª?Est¨¢ Vd. de broma, no? Pero si Picasso la titul¨® ¡°Cabeza de hombre¡±. Evidentemente es un retrato, de hecho es una forma de hacer que el artista utiliz¨® en otras obras del mismo nombre. ¡ªTiene Vd. raz¨®n, pero solo si se considera que un t¨ªtulo es como una orden, es decir que lo ¨²nico que puede y debe verse en la obra es la ¡°Cabeza de hombre¡± y a partir de ah¨ª analizarla seg¨²n los c¨¢nones acad¨¦micos al uso.
Pero considerando ¡ªcomo yo considero¡ª que la mejor manera de ¡°ver¡± una obra es olvidar al artista, y sentirse libre de establecer as¨ª un di¨¢logo directo con ella, sin intermediarios, todas las interpretaciones son v¨¢lidas, incluidas las m¨¢s ¡°aberrantes¡±.
?Por qu¨¦? Primero porque es una forma de ¡°enriquecer¡± la obra ¡ªaunque para muchos sea una manera de depreciarla¡ª y segundo porque aunque es evidente que la interpretaci¨®n de quien la observa (en este caso yo) est¨¢ condicionada por su personalidad, su cultura, sus prejuicios art¨ªsticos y un largo etc., algo hay en la obra, en su composici¨®n, etc., que le ha hecho ver una ¡°Cabeza de hombre¡± formada por dos bailarines erotizados y en movimiento.
Naturalmente, Vd. puede decir que, efectivamente, es una interpretaci¨®n aberrante, pero, como dijo el poeta: ¡°En este mundo traidor (?del arte?) nada es verdad ni mentira, todo es seg¨²n el color del cristal con qu¨¦ se mira¡±
Explicaci¨®n: A Ferrer tampoco le lleg¨® la inspiraci¨®n de pronto cuando vio el cuadro que le hab¨ªa tocado en suerte: ¡°No es un cuadro que para m¨ª tenga demasiado inter¨¦s¡±. No le apetec¨ªa teorizar sobre cuestiones t¨¦cnicas, al contrario, aprovech¨® la oportunidad para mirar, para centrarse en la obra, para separar al autor de la pieza (una teor¨ªa que anda pensando y escribiendo). ¡°Lo mejor que puede hacer un artista es dejar al espectador frente a la obra y que se establezca un di¨¢logo¡±, explica.
Como es muy cumplidora, seg¨²n confiesa en la muestra, frente a su cartela, sigui¨® observando la tela hasta que descubri¨® a ¡°un bailar¨ªn y una bailarina¡±, precisa. En el texto se desdobla y dialoga consmigo misma sobre todas estas cuestiones y concluye que ¡°Picasso era muy espa?ol, un cartetovet¨®nico al que le gustaban los toros y supongo que el flamenco¡±, relata, ¡°?por qu¨¦ no puede estar representando bailarines inconscientemente? Si miras, hay lunares que podr¨ªan ser del traje de la bailarina. Picasso no pens¨® en eso, pero yo s¨ª. Y eso es lo que me interesa¡±.
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