Albert Serra: ¡°Una serie de televisi¨®n siempre deja la impresi¨®n de haber perdido el tiempo¡±
El director estrena ¡®Pacifiction¡¯, un filme ¡°preapocal¨ªptico¡±, rodado en la Polinesia francesa y aclamado en Cannes, con el que dice adi¨®s al cine de ¨¦poca para observar la oscuridad que domina el presente. ¡°Al lado de mis pel¨ªculas, todas las dem¨¢s son infantiles¡±, afirma
Empecemos por la superficie. Lejos del look de dandi encorbatado al que nos ten¨ªa acostumbrados, Albert Serra viste una camiseta de mujer con estampado inspirado en los dise?os de Versace. Es una copia de marca barata (y gallega) que se compr¨® durante un viaje en el que le perdieron la maleta. Iba rumbo a Los ?ngeles, donde ten¨ªa una reuni¨®n con Jim Carrey para proponerle un proyecto que no sali¨®. Calza espardenyes, las cl¨¢sicas alpargatas catalanas de esparto, pero en un modelo negro y exclusivo que dise?aron solo para ¨¦l. El encuentro es en su casa de Par¨ªs, un peque?o piso de estilo Haussmann cerca del cementerio de P¨¨re-Lachaise, en los gentrificados barrios del este de la capital francesa, que comparte, por turnos, con su productor portugu¨¦s. Es el d¨ªa m¨¢s caluroso de lo que llevamos de verano y el cineasta est¨¢ atrincherado en el interior, con las persianas bajadas, esperando a que llegue la hora de la cena. Tambi¨¦n ser¨¢ su almuerzo y su merienda. En realidad, ser¨¢ la ¨²nica comida del d¨ªa: desde hace unos meses, el director, de 46 a?os, sigue una dieta basada en el ayuno intermitente y la ¡°cronoalimentaci¨®n¡±, r¨¦gimen que aplica los biorritmos de la fisiolog¨ªa humana a la nutrici¨®n. ¡°Me lo recomend¨® Michel Hazanavicius, el director de The Artist, en un festival en el que coincidimos. Puedes comer de todo, pero concentrado en pocas horas. Solo el az¨²car est¨¢ prohibido¡±, explica Serra, que ya ha perdido ¡°unos 12 o 13 kilos¡±.
Puede parecer un detalle fr¨ªvolo, pero ayuda a entender la extra?a sensaci¨®n de encontrarse frente a un hombre distinto al de la ¨²ltima vez. Se ha quitado las gafas de sol, que pronunciaban un desapego respecto al mundo que parec¨ªa cong¨¦nito, y se muestra m¨¢s comedido en las formas, menos inclinado a escupir titulares de impacto (¡°esto mejor no lo escribas¡±, solicitar¨¢ un par de veces para no herir la sensibilidad de amigos y familiares), aunque se le acabe escapando alguno. Del mismo modo, en su nueva pel¨ªcula parece ense?ar una cara distinta como cineasta. Despu¨¦s de dedicar filmes a varios mitos de la civilizaci¨®n occidental ¡ªde los Reyes Magos a Luis XIV, pasando por Don Quijote, Dr¨¢cula o Casanova¡ª, Serra deja atr¨¢s el peculiar cine de ¨¦poca que le dio la fama, siempre contemplativo y algo abstruso, para ponerse a observar nuestro funesto presente.
Su s¨¦ptimo largometraje, Pacifiction, que se estrena en cines el 2 de septiembre tras ser aclamado en Cannes, supone un cambio de rumbo. Esta vez, Serra navega hasta Polinesia, donde Francia realiz¨® casi 200 ensayos nucleares secretos entre 1966 y 1996. El protagonista de la pel¨ªcula es De Roller, un alto funcionario que representa al Estado franc¨¦s en la antigua colonia, que teme una explosi¨®n de ira entre la poblaci¨®n cuando un rumor empieza a correr por el archipi¨¦lago: alguien habr¨ªa avistado un submarino, lo que deja presagiar una reanudaci¨®n inminente de las pruebas at¨®micas. Pacifiction transcurre en ese para¨ªso perdido, un decorado de postal tur¨ªstica de colores saturados, un paisaje adulterado donde el improbable turquesa del oc¨¦ano podr¨ªa tener origen radiactivo, los buenos salvajes de Rousseau se han reagrupado en bandas mafiosas y las virginales polinesias a las que retrat¨® Gauguin han sido sustituidas por mujeres trans.
Desde el mirador de Serra, ese para¨ªso est¨¢ corrompido, en proceso de descomposici¨®n acelerada, un probable efecto secundario de las fuerzas de esa modernidad occidental que tan bien describ¨ªa su cine anterior. ¡°Es una pel¨ªcula sobre el trash contempor¨¢neo. Cualquier para¨ªso actual es un para¨ªso perdido al que ya han llegado el turismo y el capitalismo, donde la gente se vende y se compra¡±, confirma Serra, que no quiso idealizar ese territorio de ultramar. ¡°En realidad, Tahit¨ª es un lugar muy puritano, controlado por los evangelistas, donde casi no se consume alcohol y nadie ense?a los pechos. No es la Polinesia de los cuadros de Gauguin. Eso ya no existe¡±.
Pacifiction podr¨ªa ser la pel¨ªcula m¨¢s osada de Serra y, a la vez, tambi¨¦n la m¨¢s convencional. La m¨¢s ambigua y enigm¨¢tica, al estar guiada por la paranoia de un protagonista que empieza a dudar de su cordura, pero tambi¨¦n la m¨¢s narrativa. Por una parte, lo importante ocurre fuera de campo, como ya suced¨ªa en Libert¨¦, su proyecto anterior, una org¨ªa nocturna protagonizada por libertinos expulsados de la Francia de Luis XVI en la que reinaban las elipsis, los puntos de vista m¨²ltiples y la desconexi¨®n entre sonido e imagen. Por la otra, Pacifiction se apoya, m¨¢s que nunca, en el relato: su punto de partida no desentonar¨ªa en un thriller pol¨ªtico al uso. Por si fuera poco, la protagoniza una estrella del cine franc¨¦s como Beno?t Magimel, revelado en La pianista, de Michael Haneke, antiguo gal¨¢n de elegancia escu¨¢lida que ha madurado hasta convertirse en un hijo espiritual del G¨¦rard Depardieu m¨¢s maduro (y entrado en carnes).
?Estar¨¢ avanzando el cine de Serra, contra todo pron¨®stico, hacia una relativa convencionalidad, por impropia que parezca esa palabra si la aplicamos a un cine tan extraterrestre como el suyo? ¡°No creo que sea un filme convencional. Pero, de alguna manera, tienes raz¨®n: esta es la pel¨ªcula donde hay m¨¢s argumento. Se desarrolla a partir de una serie de tem¨¢ticas que reverberan de manera coherente y hacen avanzar la historia¡±. Tras filmar 540 horas de rushes en los 26 d¨ªas que dur¨® el rodaje, Serra acab¨® eliminando una subtrama criminal que no funcionaba, protagonizada por Sergi L¨®pez, lo que explica la exigua presencia del actor catal¨¢n en el montaje final. ¡°No se lo tom¨® mal. La cort¨¦ porque era demasiado t¨ªpica, como salida de una serie. Mi obsesi¨®n es crear im¨¢genes ¨²nicas, originales. Si no, ?de qu¨¦ sirve ir al cine a estas alturas? ?Para qu¨¦ desplazarse a una sala cuando puedes ver lo que quieras en casa por una cent¨¦sima parte del precio de una entrada, cuando una suscripci¨®n a Netflix cuesta menos de 10 euros al mes? ?Qu¨¦ debes ofrecer al espectador para que decida hacer ese esfuerzo?¡±.
¡°El cine, cuando no imita a la tele, genera incomodidad, incomprensi¨®n, frustraci¨®n y rabia, que a m¨ª me parecen reacciones deseables¡±
Para Serra, el lenguaje impuesto por las plataformas se ha convertido en una lacra. Todo el cine, incluido el de autor, se ve obligado a responder a un nuevo dogma narrativo si no quiere quedar condenado a la irrelevancia. ¡°El cine ha asimilado totalmente el modo de pensamiento de las series. Cuando ves cine en una plataforma, ante la primera dificultad paras la pel¨ªcula y la cambias. Todo est¨¢ pensado para que eso no suceda, porque todo el sistema se vendr¨ªa abajo¡±, dice Serra, que sabe que Pacifiction presenta varios retos para el espectador, como ¡°la lentitud¡±, ¡°la abstracci¨®n de los di¨¢logos¡± o ¡°la sensaci¨®n de no saber hacia d¨®nde va la pel¨ªcula¡±. Serra aspira a rodar ¡°un cine que te desaf¨ªe, que se meta contigo, que te tome el pelo y te lleve a otro mundo¡±. Sabe que es una apuesta minoritaria, pero est¨¢ convencido de que se trata de un nicho en expansi¨®n. ¡°Cada vez habr¨¢ m¨¢s p¨²blico para este tipo de pel¨ªculas. En el cine, en los libros y en el arte, igual que en la vida, cuando no hay dificultad desaparece la sensaci¨®n de placer, de satisfacci¨®n. Una serie, por muy buena que sea, siempre deja una sensaci¨®n de vac¨ªo, una impresi¨®n de haber perdido el tiempo. Es una experiencia que sabes que no aporta nada. El cine, cuando no imita a la televisi¨®n, genera incomodidad, incomprensi¨®n, frustraci¨®n y rabia, que a m¨ª me parecen reacciones f¨ªsicas deseables¡±.
De manera in¨¦dita en su filmograf¨ªa, su nueva pel¨ªcula cuestiona varios asuntos de actualidad, de esos que colman titulares. El primero es el debate poscolonial, inevitable en un escenario como la Polinesia Francesa. ¡°No tengo nada que decir sobre ese tema, que me parece que est¨¢ lleno de clich¨¦s. Fui a Tahit¨ª con la ¨²nica voluntad de oponerme a los estereotipos y no de denunciar lo mucho que les pute¨® el colonialismo, aunque pueda ser verdad. Al rev¨¦s, cuando llegu¨¦ me pareci¨® que nadie trabajaba en exceso, que mucha gente viv¨ªa de las ayudas del Estado franc¨¦s: los mismos que los aplastaron son los que ahora los mantienen¡±, responde Serra. ¡°Esa es mi metodolog¨ªa. Si un d¨ªa hiciera un documental sobre Trump, intentar¨ªa pensar qu¨¦ calidades tiene esa persona, incluso para un votante de izquierdas que detesta su forma de pensar¡±.
El segundo asunto es la crisis clim¨¢tica y la destrucci¨®n del planeta, paulatina pero demoledora, que vehicula la trama nuclear. Aunque, de nuevo, de poco sirve esperar que del cerebro de Serra salga una idea tibia, mansa o consensual. ¡°La energ¨ªa nuclear siempre me ha parecido buena. No te expones a que los rusos te cierren el grifo, nadie te molesta. Por algo todos los pa¨ªses ricos del mundo la tienen¡±, responde, pese al subtexto cr¨ªtico que parece contener su pel¨ªcula. ¡°Claro, los franceses podr¨ªan hacer los ensayos nucleares en el Marais de Par¨ªs y no en Polinesia. En eso podemos estar de acuerdo, pero no invalida que la energ¨ªa nuclear sea deseable¡±, puntualiza. El omnipresente debate sobre el g¨¦nero tambi¨¦n aparece en la pel¨ªcula a trav¨¦s del magn¨¦tico personaje de Shanna, remedo trans de las vahin¨¦s de Gauguin, c¨®mplice de las pesquisas del protagonista (y, sin lugar a dudas, su amante). Es lo que la cultura polinesia define como m¨¡h¨±, una persona asignada como hombre al nacer que ejerce roles tradicionalmente femeninos, como la hospitalidad y los cuidados. ¡°Tienen una funci¨®n social, sirven en familias donde no hay mujeres y son muy respetados. Los homosexuales no pueden entrar en la iglesia, pero los m¨¡h¨±, s¨ª¡±, relata Serra.
Como reza el viejo aforismo marxista, Pacifiction describe una realidad s¨®lida que se desintegra hasta disolverse en el aire. Serra esboza un panorama desolador. ¡°El poder est¨¢ cada vez m¨¢s alejado de la gente, hasta el punto de volverse abstracto. Los ricos son cada vez m¨¢s ricos, y los pobres, cada vez m¨¢s pobres. No parece que esto vaya a acabar bien. Desde hace 20 a?os, todo empeora de manera exponencial¡±. La suya es, en cierta manera, una pel¨ªcula ¡°preapocal¨ªptica¡±. ¡°Es algo que no descarto. No parece que la situaci¨®n est¨¦ bajo control. Sobre todo en Europa, que es el lugar m¨¢s desorientado de todos. Nuestros l¨ªderes se limitan a parlotear¡±, afirma, antes de ense?arnos 1.237 p¨¢ginas con la transcripci¨®n de los di¨¢logos de la pel¨ªcula, improvisados a partir de instrucciones que daba por pinganillo a los actores, y dos centenares de folios con notas de visionado, a partir de las que trabaj¨® en el montaje durante siete meses. Se permite entonces un ¨²nico desliz megal¨®mano en m¨¢s de dos horas de conversaci¨®n: ¡°Al lado de mis pel¨ªculas, todas las dem¨¢s son infantiles¡±.
¡°El apocalipsis es algo que no descarto. Nada parece bajo control. Sobre todo en Europa, el lugar m¨¢s desorientado de todos¡±
Semanas m¨¢s tarde, nos volvemos a encontrar en la oficina de su productora, Andergraun, situada en la cuadr¨ªcula del Eixample de Barcelona, en los bajos del local de la fundaci¨®n de su socio, Llu¨ªs Coromina, un industrial de Banyoles con quien forma un t¨¢ndem peculiar: nacieron el mismo d¨ªa, pero reza la leyenda que su pel¨ªcula favorita es Troya, la de Brad Pitt. El director acaba de rodar las primeras secuencias de Tardes de soledad, su pr¨®ximo proyecto, centrado en la tauromaquia: ¡°Voy sin ideas preconcebidas. No defiendo nada y no quiero sentir ninguna empat¨ªa, pero me interesa la espiritualidad de los toreros¡±. Ser¨¢ su regreso a Espa?a despu¨¦s de tres incursiones en el cine franc¨¦s, que lo acogi¨® como un genio desde su debut, Honor de cavalleria, rodado en digital por 300 euros y seleccionado en la Quincena de los Realizadores de Cannes, mientras aqu¨ª se insist¨ªa en tratarlo como un enfant terrible sobreactuado y algo daliniano. ¡°En Francia, la financiaci¨®n de mis pel¨ªculas es m¨¢s f¨¢cil. Me dejan hacer lo que quiera, por abstracto y largo que sea. El franc¨¦s es un modelo a copiar. No parece que les haya ido mal defendiendo la excepci¨®n cultural¡±. ?Se march¨® tambi¨¦n por orgullo, cuando all¨ª era tratado como un mes¨ªas y en su pa¨ªs como un clown (o, peor, un augusto)? ¡°Eso me daba igual. Los que creyeron que no iba en serio se equivocaron, pero no doy importancia a lo que la gente piense de m¨ª. Lo ¨²nico que me importa es que mis pel¨ªculas existan¡±.
Serra lleg¨® a la capital catalana a los 17 a?os desde su Banyoles natal, una ciudad de 20.000 habitantes situada a una veintena de kil¨®metros de Girona, para estudiar Filolog¨ªa Hisp¨¢nica y Teor¨ªa de la Literatura en la Universidad de Barcelona ¡ªle dejaron marca profesores como Jordi Llovet y Nora Catelli¡ª, adem¨¢s de cursar dos a?os de Historia del Arte. ¡°Quer¨ªa ser fil¨®logo o historiador, pero se requer¨ªa demasiada disciplina. Ser director me pareci¨® m¨¢s divertido¡±, recuerda. No se plante¨® ir a una escuela de cine. ¡°?Acaso existen las escuelas de rock and roll?¡±, respondi¨® una vez. ¡°Yo no era hijo de ricos. Hacia los 25 a?os, mi padre me dijo que me pusiera a trabajar¡±, recuerda Serra. Su progenitor ten¨ªa una empresa de distribuci¨®n de jam¨®n y queso. Su madre es modista. Uno de sus abuelos era herrero y el otro era pay¨¦s, ¡°el ¨²ltimo que araba con burro en toda la comarca¡±.
Serra se hizo cin¨¦filo ¡°gracias a La 2¡å. Todav¨ªa tiene las cintas de VHS que grababa con las pel¨ªculas de Aki Kaurism?ki. ¡°El cine radical cambia vidas. Yo quer¨ªa hacer pel¨ªculas como esas e incluso vivir como sus personajes¡±, recuerda. Es decir, en una especie de sacerdocio art¨ªstico, en una soledad escogida. ¡°No tengo familia ni gastos. No quiero tener nada que me distraiga¡±, sostiene. ¡°Soy muy poco familiar, incluso ideol¨®gicamente. Creo m¨¢s en la familia art¨ªstica. Es otro tipo de fraternidad, como las familias de caballeros o el ej¨¦rcito¡±. Su admirado Karl Lagerfeld sol¨ªa decir que su vida privada no ocupaba m¨¢s del 5% de su tiempo. ¡°La m¨ªa, no m¨¢s de un 4%¡±, dice Serra, para no ser menos que su ¨ªdolo. ¡°Pero hay algo que nunca he contado para explicar mi vocaci¨®n¡±, a?ade. ¡°De peque?o, le¨ªa sobre gente que sal¨ªa en el peri¨®dico, mientras que yo era an¨®nimo. Me di cuenta de que yo tambi¨¦n quer¨ªa salir en el diario. Sent¨ªa un deseo de ascenso o de relevancia social. Y ese deseo es m¨¢s decisivo de lo que parece, porque es muy persistente. Es mucho m¨¢s fuerte que las dificultades materiales que te encuentres para realizarlo¡±, confiesa, apurando una copa de cava antes de marcharse a Banyoles a pasar el fin de semana. Nunca le ha gustado pasarlo en Barcelona, donde esta ave nocturna solo sale de lunes a jueves. En los minutos de descuento, Serra suelta una frase que no quedar¨¢ nada mal en su epitafio: ¡°El fin de semana es cuando sale la gente normal¡±.
¡®Pacifiction¡¯, de Albert Serra, se estrena en cines el 2 de septiembre. Toda su filmograf¨ªa anterior puede verse en Filmin.
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