Nada, excepto eso, la vida
Muchas ma?anas, a modo de calentamiento previo, he rescatado a ciegas del cuarto oscuro un tomo al azar y lo he rele¨ªdo hasta que me ha entrado un irrefrenable deseo de escribir
La otra cara de la Feria se ha quedado en casa, en mi biblioteca de cuarto oscuro. Iluminaci¨®n y penumbra. Me acuerdo de Alberto Savinio que, muy descontento de las enciclopedias, acab¨® escribiendo una para s¨ª mismo. Una maniobra por el estilo es la que me ha llevado a colocar mis libros favoritos en un cuarto oscuro de casa. All¨ª, la luz es d¨¦bil a prop¨®sito, lo que me permite sugerir que tal vez a mi biblioteca m¨¢s personal, y a la literatura en general, puede que les siente mejor la oscuridad.
Muchas ma?anas, a modo de calentamiento previo, he rescatado a ciegas del cuarto oscuro un tomo al azar y lo he rele¨ªdo hasta que me ha entrado un irrefrenable deseo, fuerte impulso de escribir. ?C¨®mo lo dir¨ªa? Salvando las insalvables distancias, un impulso comparable al de Kafka cuando expres¨® su deseo de convertirse en indio y cabalgar sin espuelas y sin cabeza de caballo. Su breve relato es de complicada trama gramatical y extra?o empleo de los tiempos verbales, pero tambi¨¦n el cuento m¨¢s libre que he le¨ªdo nunca: habla de cuando Kafka quer¨ªa convertirse en Kafka.
No podr¨ªa vivir sin esa selecci¨®n de libros esenciales para mi ¨¢nimo, sin esa biblioteca de cuarto oscuro. Sin la oscuridad ¡ªdec¨ªa Blanchot¡ª no existir¨ªa la obra de arte. Ante la oscuridad, la misma obra no tiene importancia. Es m¨¢s, toda la gloria de la obra y hasta el deseo mismo de una vida feliz en la luz del d¨ªa son sacrificados a esa ¨²nica inquietud: buscar en la oscuridad lo que la misma oscuridad, la misma noche, trata de disimular; ese v¨¦rtigo o punto profundamente oscuro hacia el cual tiende el arte, el deseo, la misma noche y la muerte.
Entre los iconos de mi biblioteca de cuarto oscuro est¨¢n ciertos libros que nos hemos de contentar con imaginarlos. Am¨¦lie Noury los nombra en su luminoso C¨®mo no he escrito ninguno de mis libros (Greylock): Tratado del dandismo, prometido por Baudelaire, o Vita nuova, prometido por Barthes. Y otros de los iconos del cuarto es, por supuesto, el oficinista Bartleby, el copista que inventara Melville y que representa la par¨¢bola por excelencia del origen de la literatura contempor¨¢nea; la historia de aquel ¡°f¨®sforo en la oscuridad¡± del que hablaba Faulkner, la po¨¦tica del hombre exiliado en el mundo, del humilde escribiente que tanto me recuerda al Kafka que paseaba por toda Praga con su extra?o abrigo de murci¨¦lago y su bomb¨ªn negro. Y llegados aqu¨ª, ?c¨®mo no recordar al joven Kafka ri¨¦ndose a carcajadas mientras le¨ªa en voz alta Jakob von Gunten, de Robert Walser? Y luego est¨¢ Raymond Roussel, encerrado en s¨ª mismo, en su caravana con las persianas bajadas, contemplando la luz increada que nac¨ªa dentro de ¨¦l, dentro de su obra, entregada a un tipo de cibern¨¦tica aplicada a la literatura y que produjo obras como Locus Solus. Y, por supuesto, la escritora con menos cibern¨¦tica del mundo, Emily Dickinson, y su poes¨ªa intensamente secreta. Y Marguerite Duras, que dijo que la escritura llega como el viento, est¨¢ desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida.
Babelia
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