Pasi¨®n por los ¡®blurbs¡¯
Si di¨¦ramos credibilidad a este subg¨¦nero, el de las frases promocionales en las fajas de las cubiertas de los libros, los autores ser¨ªan animales mitol¨®gicos m¨¢s improbables que el hipogrifo
¡°Me encanta tu novela porque veo perfectamente sus defectos¡±, llegu¨¦ a escribir en un sue?o de hace meses, tal vez afectado por la desmadrada invasi¨®n de blurbs, las frases promocionales en las fajas de las cubiertas de los libros. De ellas lo que m¨¢s percib¨ªa era que la mayor¨ªa eran c¨ªnicas y nada eficaces, porque se anulaban con tanto elogio desorbitado.
Dec¨ªa Miqui Otero el otro d¨ªa que si di¨¦ramos total credibilidad a este subg¨¦nero de los blurbs, los autores ser¨ªan animales mitol¨®gicos m¨¢s improbables que el hipogrifo. El caso es que, mientras aqu¨ª debatimos sobre nuestra abundancia de fajas, en Francia se debate tambi¨¦n sobre cubiertas de libros, aunque en otra direcci¨®n: para elogiar la hist¨®rica sobriedad de una parte de las mismas. D¨¦cadas llevan ciertas editoriales (Gallimard, P.O.L., Minuit¡) apostando por la discreci¨®n y la homogeneidad. Es c¨¦lebre, creo, el blanco roto, color tierra, de sus cubiertas, sin ilustraci¨®n alguna, solo el t¨ªtulo y el autor: un modo de se?alar, en tiempos iletrados, la presencia de lo literario en ellas. Nada que ver Francia con la tradici¨®n, por ejemplo, anglosajona, que concibe la cubierta como una propuesta gr¨¢fica ¨²nica. Es m¨¢s, cuando se trata de publicar literatura, los c¨®digos est¨¦ticos franceses son casi inamovibles y la ilustraci¨®n chillona parecen reservarla a determinados g¨¦neros: thrillers, ciencia ficci¨®n, novelas de temporada, burradas...
Durante largo tiempo, esas sobrias cubiertas francesas fueron para m¨ª sin¨®nimo de elegancia y de literatura. Y hasta en alg¨²n momento aspir¨¦ a publicar un libro de cubierta blanca, con t¨ªtulo y autor, pero sin ilustraci¨®n. Y, sin embargo, con el paso de los d¨ªas fui notando que se instalaba en m¨ª una pulsi¨®n contraria a la mitificada cubierta blanca ideal. Quiz¨¢s en mi transformaci¨®n influy¨® que me hubiera enterado de que el blanco roto color tierra en las cubiertas ten¨ªa un origen econ¨®mico: era simplemente m¨¢s barato que otras opciones.
Y, claro, todo se fue conjurando para la explosi¨®n de ayer cuando ca¨ª preso de una repentina pasi¨®n desorbitada por los blurbs. En pocos minutos, con entusiasmo, devor¨¦ cientos de ellos. Par¨ªs ya pod¨ªa ser una fiesta, pero ten¨ªa pocos blurbs.
Fue como si me hubiera tragado de golpe el billete del autob¨²s y el revisor fuera a imponerme una multa. Pero, aun as¨ª, lo pas¨¦ muy bien y hasta re¨ª a fondo al recordar mi blurb preferido, aquel que dedicara Garc¨ªa M¨¢rquez al Monterroso de El para¨ªso imperfecto: ¡°Este libro hay que leerlo manos arriba. Su peligrosidad se funda en la sabidur¨ªa y la belleza mort¨ªfera de la falta de seriedad¡±.
Ayer, mientras me preparaba para pagar la multa por lo tragado, comenc¨¦ a cuestionar que el blanco fuera tan serio como dec¨ªan. Tampoco estaba tan claro que fuera muy seria la famosa y dram¨¢tica p¨¢gina en blanco, pues a la larga siempre acababa mostrando su lado c¨®mico. Me mor¨ª de risa al darme cuenta de que para escribir todos partimos de la p¨¢gina en blanco y al final, sin excepci¨®n, acabamos todos precisamente regresando a ella.
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