Bob Dylan en Madrid: hura?o, resiliente y ¨²nico
La leyenda de la m¨²sica, de 82 a?os, ofreci¨® un soberbio concierto aunque torturara a sus fans al no interpretar ninguno de sus temas cl¨¢sicos
Sali¨® al escenario a las 21.45 y se march¨® a las 23.30. En total, 105 minutos en los que no dijo ni hola ni adi¨®s. Mascull¨® tres o cuatro ¡°gracias¡± aqu¨ª y all¨¢. No interpret¨® ni Like a Rolling Stone, ni Knockin¡¯ On Heaven¡¯s Door, ni Blowin¡¯ in the Wind, ni Hurricane. En definitiva: no son¨® ninguno de sus cl¨¢sicos. Tampoco sopl¨® su emblem¨¢tica arm¨®nica. Exigi¨® que le pusieran el piano (el ¨²nico instrumento que toc¨®) a cuatro metros de distancia del borde del escenario, donde se refugi¨® durante toda la noche. ?Era Bob Dylan o su reflejo? Qui¨¦n lo sabe. Y, a pesar de todo lo dicho, fue un concierto de peso, con mucho que contar y destellos de brillantez. Ocurri¨® anoche en el inicio del ciclo musical Noches del Bot¨¢nico, en Madrid, y fue el primer concierto de una gira que tendr¨¢ 11 fechas m¨¢s en Espa?a (la siguiente este mismo jueves, de nuevo en este escenario). Llovi¨® mucho justo antes de empezar. Pero el agua ces¨® en cuanto la leyenda de Duluth comenz¨® a cantar. 2.200 personas, todas sentadas, agotaron las entradas.
Hay que comentar que esta cr¨®nica se ha escrito de extranjis, porque el maestro no permiti¨® las acreditaciones de prensa ni para fot¨®grafos ni para cronistas. De ah¨ª que la imagen con la que ilustramos la pieza date de 2019, de su concierto en el Hyde Park londinense. No queda otra. Tambi¨¦n se prohibieron los m¨®viles, que todos los espectadores introdujeron en unas bolsas precintadas que solo se abrieron al cesar la m¨²sica.
No desea Dylan que se cuente lo que ocurre en sus recitales en una actitud esquizoide que proporciona m¨¢s excentricidad al personaje. Pero aunque ¨¦l no quiera, hay que narrar a este Dylan crepuscular, nada complaciente, ¨ªntimo, bluesero, avejentado (82 a?os), en alguna fase incluso juguet¨®n. Ofreci¨® un concierto b¨¢sicamente de blues basado en su ¨²ltimo trabajo (el jugoso Rough and Rowdy Ways, 2020) y sin apenas mirar hacia atr¨¢s. Y result¨® c¨¢lido y hasta divertido. Se hizo acompa?ar de una buena banda (bater¨ªa, dos guitarras, bajo y otro m¨²sico que tocaba la steel guitar y el viol¨ªn) que rode¨® al protagonista y permaneci¨® casi siempre est¨¢tica, sin quitar ojo a las manos del jefe. En algunas fases se vivi¨® un desarrollo instrumental destartalado, un alivio en una ¨¦poca donde los conciertos ya vienen del estudio con un sonido tan perfecto como poco natural. Anoche fue al rev¨¦s: surg¨ªan desajustes, fallitos, improvisaci¨®n. Cosas normales que pasan cuando hay humanos al mando. ?l, siempre al piano, de pie, cantando, aunque cuando no ten¨ªa que utilizar la voz aprovechaba para sentarse unos segundos y descansar. Pero se le vio en forma a sus 82 a?os. Todos firmar¨ªamos sus cifras: toca una media de 100 conciertos anuales.
El escenario fue sobrio, con un tel¨®n marr¨®n al fondo y poco m¨¢s. Los m¨²sicos salieron vestidos de negro y tan solo unas luces al fondo romp¨ªan con la penumbra general. Ni pantallas ni mandangas. Dylan plante¨® un espect¨¢culo como si estuviese pintando en un lienzo el cuadro de su vida. Habl¨® de musas, de jinetes negros que cabalgan por un camino angosto, de hombres solitarios que echan de menos a aquella chica que le rompi¨® el coraz¨®n, de cruzar el Rubic¨®n a pesar de los riesgos que conlleva el otro lado¡ Dylan cont¨® anoche la historia de Dylan en el plano m¨¢s ¨ªntimo. Como canta en la letra I Contain Multitudes, tema de su ¨²ltimo disco que ofreci¨® en la primera parte del concierto: ¡°Interpreto las canciones de la experiencia como William Blake y no tengo que pedir disculpas porque todo est¨¢ fluyendo¡±.
Hay que hablar de su voz, llena de matices, con esas inflexiones suyas habituales, tan imitadas y con unas asperezas que confieren a la vez hermosura y verdad. A pesar del desgaste se mostr¨® plet¨®rico. Atraves¨® los blues con una voz robustamente resiliente. En ocasiones parec¨ªa llegar a los espectadores una bruma adusta. Era su voz suplicante en la vejez y llena de humor mordaz.
Incluy¨® en el repertorio casi todo su ¨²ltimo trabajo, Rough and Rowdy Ways: temas como Black Rider, Goodbye Jimmy Reed, Key West o la preciosa Mother of Muses. Y luego canciones picoteadas de discos como Nashville Skyline, del que hizo To Be Alone With You; John Wesley Harding, del que desgran¨® I¡¯ll Be Your Baby Tonight, o Slow Train Coming, donde eligi¨® Gotta Serve Somebody. Realiz¨® solo una versi¨®n, Not Fade Away, de Buddy Holly, que son¨® retozona y en la que algunos aseguraron que vieron a Dylan balancear la cabeza, divertido. Podr¨ªa ser...
Una china en el zapato
No lo puso nada f¨¢cil el veterano m¨²sico, y eso fue lo interesante, una actitud que sus fans, acostumbrados a los caminos empinados, asumen como parte de su devoci¨®n a la leyenda. Para Bob Dylan ser¨ªa extremadamente sencillo interpretar un pu?ado de cl¨¢sicos, mostrarse simp¨¢tico en el escenario, prepararse alg¨²n discurso lleno de lugares comunes e incluso sonre¨ªr. Pero ¨¦l no pertenece a este mundo mortal y bienqueda; tampoco quiere parecerse a Mick Jagger o Bruce Springsteen, que dan al p¨²blico lo que desea. No: Dylan es una china en el zapato, inc¨®modo, antip¨¢tico, que te va a hacer sufrir y te va a hacer replantearte por qu¨¦ demonios un gasto de 120 euros por estar ah¨ª, bajo la llovizna, esperando a que toque un Like A Rolling Stone que nunca llegar¨¢. Y, sin embargo, merece mucho la pena. A estas alturas de su carrera ya no se juega nada cuando se sube a un escenario. Se juega ser consecuente consigo mismo. Y lo es.
Termin¨® el concierto con Every Grand of Sand, un tema notable del flojo disco Shot Of Love, de su etapa cristiana. Un salmo ni mucho menos escogido al azar donde recita: ¡°En el momento de mi confesi¨®n, en la hora de mi m¨¢s profunda necesidad, cuando el charco de l¨¢grimas bajo mis pies inunde cada semilla reci¨¦n nacida, hay una voz moribunda dentro de m¨ª que llega a alguna parte¡±. Qu¨¦ sensacional final: la voz moribunda que llega a alguna parte. Anoche a 2.200 privilegiados. Quedan 11 fechas; si pueden, no se lo pierdan.
Justo a la salida del recinto, un m¨²sico callejero se puso a interpretar temas de Dylan. Algunos espectadores se quedaron a escuchar Mr. Tambourine Man. Fue lo m¨¢s cerca que estuvieron de disfrutar de una canci¨®n cl¨¢sica de Dylan.
Babelia
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