As¨ª ha sido el ¨²ltimo concierto de Taylor Swift en EE UU: ocho minutos de ovaci¨®n y relanzamiento del disco ¡®1989¡ä
La cantante estadounidense, de 33 a?os, logra llenar durante seis noches seguidas el estadio SoFi de California con un espect¨¢culo primoroso y calculado al mil¨ªmetro que se ha convertido en un acto de comuni¨®n para sus miles de seguidores
Taylor Swift es una religi¨®n. M¨¢s que m¨²sica, m¨¢s que espect¨¢culo, m¨¢s que canciones y letras, m¨¢s que videoclips intrincados y teor¨ªas conspiranoides sobre ella y sus composiciones, la cantante de Pensilvania, de 33 a?os, se ha convertido en un credo a seguir para los cientos de miles de personas (un c¨¢lculo r¨¢pido estima que unos tres millones) que han procesionado, solo por Estados Unidos, por los 53 conciertos de The Eras Tour, su sexta gira, la que la ha llevado desde Arizona, en marzo, hasta cerrar su periplo por el pa¨ªs este mi¨¦rcoles en Los ?ngeles, California, tras seis noches con todas las entradas vendidas en el moderno estadio SoFi. Una velada en la que miles de voces se han puesto sus mejores galas ¡ªno hay nadie que no se vista y mimetice con el ambiente swiftie, como se conoce a sus fans¡ª para escuchar 45 canciones y en la que la artista les ha regalado una de esas sorpresas que no lo son tanto, algo habitual en el milimetrado universo de la compositora y vocalista: que regrabar¨¢ uno de sus ¨¢lbumes estrella, 1989, publicado en 2014 (muchas de sus canciones fueron vendidas sin su conocimiento ni consentimiento a un fondo de inversi¨®n), y lo lanzar¨¢ el 27 de octubre.
Swift ha llenado un SoFi que se ca¨ªa de gritos y aplausos desde la cuenta atr¨¢s marcada en el escenario. Hasta 70.000 personas, una inmensa mayor¨ªa de ellas mujeres, han acudido vestidas con botas de vaqueros, camisetas con frases suyas, camisetas brillantes de lentejuelas, vestidos dorados, rojos, morados... Cada cual haciendo referencia a una de sus eras, de sus discos o etapas, porque en esta gira ha querido juntar las grandes canciones de sus 10 ¨¢lbumes y dedicar un cap¨ªtulo a cada uno. ¡°Antes hac¨ªa un disco y sal¨ªa de gira, otro y volv¨ªa a salir...¡±, contaba la artista sobre el inmenso escenario del estadio, recordando c¨®mo la pandemia le impidi¨® hacer promoci¨®n del s¨¦ptimo, Lover (entre otras, ten¨ªa planeada una visita al festival Mad Cool de Madrid en verano de 2020, que fue cancelada). Despu¨¦s, ha lanzado tres ¨¢lbumes m¨¢s, ¡°y ya no ten¨ªan sus propios tours¡±. ¡°Y la gente me dec¨ªa: entonces, ?qu¨¦ vas a hacer con ellos, cantar toda esa m¨²sica, que son como tres horas? Ese es el plan, exactamente ese, y se llamar¨¢ The Eras Tour¡±, contaba, para regocijo de los espectadores.
El recinto abri¨® a las cuatro y media y ya hab¨ªa gente agolpada en las puertas. A las seis y media arrancaban las teloneras, Gayle y la banda Haim. Minutos antes de empezar la propia Swift, casi a las ocho de la tarde, un observado matrimonio hac¨ªa cola para comprar bebidas (la botella peque?a de agua, cinco euros). Eran Cass y Josh, ambos de lila, con plumas y lentejuelas. Originarios de Nueva Orleans pero asentados en Los ?ngeles, contaban que se hab¨ªan inspirado en el Mardi Gras de la ciudad sure?a para sus looks, que hab¨ªan buscado por internet. ¡°No ha sido tan complicado¡±, afirmaba Cass pese a su completo atuendo, ¡°y estamos emocionad¨ªsimos¡±, confesaba, aunque ella ya hab¨ªa acudido al concierto la noche anterior. A pocos metros de ellos, Lauren y Sivan, treinta?eras, la una con una camiseta con letras de un tema, la otra con sombrero de vaquera, esperaban para comprar algo de comer. Son angelinas y ten¨ªan que ir al concierto, aseguraban. Por eso, sin tener entradas, se vistieron para ver a Swift y se plantaron a las puertas del estadio. Al final, consiguieron un par de pases por internet. El precio del capricho: 1.700 d¨®lares (1.550 euros) por cabeza. ¡°Pero merece la pena. Much¨ªsimo¡±, afirmaban a coro.
A las ocho no quedaba un asiento libre. Ni nadie que lo usara: el estadio estaba en pie, con las fans intercambi¨¢ndose sus pulseras de la amistad caseras, los friendship bracelets a los que se refiere Swift en su canci¨®n You¡¯re on your own, kid, de las mejores de su ¨²ltimo disco, Midnights, y uno de sus grandes ¨¦xitos, pero que sorprendentemente casi nunca ha tocado en esta gira. Arranc¨® a las ocho y nueve minutos con Miss Americana, de su disco Lover, hasta acabar a las doce menos cuarto con Karma, de Midnights.
Las ocho y nueve en el mes ocho y el d¨ªa nueve. No, no ha sido casual. Nada en Swift es casual. Esos son los mismos n¨²meros que forman el t¨ªtulo de 1989, que es adem¨¢s su a?o de nacimiento. Si cada etapa, cada era, cada disco est¨¢ asociado a un color o a una est¨¦tica, 1989 lo est¨¢ al azul. La cantante sale enfundada en un enorme vestido azul, nuevo (los swifties observan y comentan todo), para cantar los temas del disco Speak Now; mucha m¨¢s ropa azul que en otros shows; el estadio se ha te?ido con luces azules de las pulseras de los asistentes... hasta que la expectaci¨®n ha llevado al ansiado anuncio del nuevo disco. Entonces, incluso la cubierta exterior del estadio se ha te?ido con el t¨ªtulo del mismo. Ocurre tras la interpretaci¨®n de New Romantics, un cl¨¢sico de ese ¨¢lbum y que se hab¨ªa reservado, con toda la intenci¨®n, hasta la ¨²ltima cita.
Porque el de Taylor Swift, m¨¢s que un concierto, es un espect¨¢culo milimetrado de m¨¢s de tres horas con m¨²sica, baile, discursos, aplausos medidos (la ovaci¨®n en Champagne problems ha sido de ocho minutos, hasta que ella la ha interrumpido, por pudor o porque el reloj manda), n¨²meros de casi cabaret, videoclips creados para el momento preciso, transiciones perfectas entre ¨¢lbumes, puestas en escena preciosistas con caba?as, camas ardiendo, escenarios que suben y bajan, guitarras de colores, bicicletas sobre el escenario, un tren echando humo en la inmensa pantalla tras la artista... Mientras tanto, Swift canta, pero tambi¨¦n baila, se cambia de ropa, toca la guitarra o el piano (los pianos: hay uno lleno de musgo, por ejemplo, y otro de madera con toques hippies) y regala gestos a los fans. Su destreza vocal va a la par que la gestual, con cada canci¨®n convertida en una peque?a interpretaci¨®n de apenas cuatro minutos.
Todo est¨¢ calculado, y sale perfecto. Cada canci¨®n tiene su hueco concreto (la lista en orden se puede encontrar en Spotify sin fallo), su correcta recepci¨®n por parte del p¨²blico, con su forma de vivirla y sus gui?os a detalles particulares. Siempre son las mismas 43, aunque para los conciertos de California ha sustituido una de ellas por otra con sus ¡°mejores amigas¡±, las hermanas Haim, y hay dos extra con las que los fans hacen apuestas, pues no suele repetirlas m¨¢s de dos veces.
Los fans son clave en el fen¨®meno Swift. En un estadio lleno de amigos y de famosos (de Emma Stone, Becky G y Alanis Morissette a Karlie Kloss, primero amiga, despu¨¦s enemiga y ahora parece que reconciliada con la cantante), Swift ha querido reconocer especialmente algo que ha ido in crescendo y que se ha sentido de forma especialmente clara en este ¨²ltimo concierto: que la gira ¡ªy lo que queda¡ª ha sido un ¨¦xito apabullante gracias a la comunidad de fans. ¡°Mucha gente ha querido venir a estos conciertos por vosotros, por la alegr¨ªa, la amistad, el buen ambiente que se crea¡±, afirmaba emocionada. ¡°Sois vosotros quienes est¨¢is haciendo este tour. Os hac¨¦is amigos de la gente que est¨¢ sentada a vuestro lado. Es precioso. Para m¨ª, lo m¨¢s bonito del mundo es que os acerc¨¢is a este tour emocionados, os vest¨ªs as¨ª¡ es muy especial para m¨ª y para todos los que lo hacemos¡±, ha afirmado, dando las gracias una y otra vez. Como tambi¨¦n se las ha dado, nada m¨¢s empezar el show, a todo su equipo, entre el que ha repartido bonus de unos 50 millones de euros en total.
Swift sabe c¨®mo crear comunidad, pero tambi¨¦n fortuna y prensa. Deja casi un titular por concierto. Si ahora ha sido el retorno de su disco, muy esperado, que tendr¨¢ cinco canciones nuevas; en Seattle fue que sus seguidores se movieron con la misma magnitud que un terremoto de 2,3 grados; en Canad¨¢, que hasta Trudeau pidi¨® que d¨¦ conciertos, de hecho, lo ha logrado, y ahora la reventa de las entradas en Toronto supera los 80.000 euros por billete. Bloomberg le calcula unas ganancias de unos 13 millones de d¨®lares por concierto; se espera que la gira, que ahora sigue por Am¨¦rica Latina (el pr¨®ximo 24 de agosto arranca con cuatro conciertos en M¨¦xico, despu¨¦s tres en Buenos Aires y seis en Brasil) para luego dar el salto a Asia y Europa (ah¨ª dar¨¢ 78 shows, incluido uno en Madrid el 30 de mayo) y regresar en noviembre a nueve ¨²ltimas citas en EE UU para cerrar con seis en Canad¨¢, recaude mil millones de d¨®lares. Quedan 110 conciertos para ver si la religi¨®n de Swift se expande por el mundo, pero dada la fiebre y, sobre todo, la cantidad de entradas vendidas, parece que no hay quien la pare.
Babelia
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