Recuento de cuentos y relatos
La nueva entrega del bolet¨ªn ¡®Letras americanas¡¯ recupera algunos libros imprescindibles
De pronto, querido lector, me di cuenta de que esta newsletter lleva demasiadas entregas dedic¨¢ndose a la novela o a libros cuyas entra?as se acercan m¨¢s a una novela que al relato o a los cuentos.
Como me suele pasar, darme cuenta de algo as¨ª, quiero decir, de algo que estaba sucediendo sin que fuera totalmente consciente de ello, me hizo encabronar: c¨®mo se puede ser tan pendejo como para dejarse arrastrar por la misma inercia que se le critica, con voz decidida, al ecosistema del libro.
Es por eso que en esta entrega de Letras americanas, buscando recuperar algo del tiempo perdido o buscando, m¨¢s bien, rescatar algunos de los libros que se nos estaban pasando de largo pero que merecen ser comentados en este espacio, se presentan diversos vol¨²menes, antolog¨ªas, recuperaciones y recolecciones de relatos y de cuentos ¡ªa esa pregunta necia de cu¨¢l es la diferencia entre unos y otros no se responder¨¢ ac¨¢, porque la respuesta es que, aunque no son lo mismo, son lo mismo, porque no son lo mismo, a menos que uno tenga cabeza de Wikipedia¡ª.
Un par de antolog¨ªas y una recuperaci¨®n
¡°Este libro es una crucifixi¨®n y un INRI¡±, dice el ep¨ªgrafe del primer libro de relatos que publicara la boliviana Mar¨ªa Virginia Estenssoro, all¨¢ por 1937. Lo dejo patente ac¨¢ porque, como seguramente sab¨ªa la genial, brutal y, desde cualquier punto de vista adelantada a su ¨¦poca, Estenssoro, se trata del primer ep¨ªgrafe que, m¨¢s que abrirle la puerta al lector, se la abr¨ªa a sus prejuicios: El occiso, en el que se presentan tres relatos que dan cuenta de la muerte, las relaciones extramarital, el deseo, los l¨ªmites de lo real y el ensue?o y un aborto ¡ªel de la narradora¡ª, desat¨® ¡ªcomo solo suele suceder con la mejor literatura¡ª una campa?a feroz contra una escritora que, as¨ª, fue silenciada durante demasiado tiempo por motivos que nada ten¨ªan que ver con la calidad literaria de su obra, que es, sencillamente, extraordinaria.
En M¨¦xico hay una palabra que, desde hace tiempo, deber¨ªa estar en el centro de todos los enunciados con los que intentamos reimaginarnos como sociedad, como pa¨ªs y como individuos: tequio. El tequio es, resumi¨¦ndolo hasta lo m¨ªnimo, un trabajo que se lleva a cabo en comunidad y que busca, ¨²nica y exclusivamente, el bien com¨²n, es decir, un trabajo que renuncia al bien, la ganancia o la satisfacci¨®n del uno. De esto van todos los textos de Relatos lumbug ¡ªlumbug es, de hecho, la palabra filipina para ese mismo quehacer del tequio que, en la experiencia de otros idiomas (de los que parten los dem¨¢s relatos), es llamado mutir¨¡o, ubunta o gadugi¡ª.
Ya que, por una vez ¡ªadem¨¢s de hacer este recuento de relatos¡ª, como queda claro con la antolog¨ªa anterior, dejamos que nuestra newsletter alargue sus tent¨¢culos hacia otros idiomas, dejemos, tambi¨¦n, que esa ¡°una ¨²nica vez¡± nos lleve m¨¢s all¨¢: en Chile han publicado Diario del Hospicio, una antolog¨ªa de textos del inigualable Lima Barreto, otro de esos autores que, a¨²n habiendo sido condenados a la periferia por su ¨¦poca, su condici¨®n social y su color de piel, lograron lo que no lograr¨ªan aquellos que eran aplaudidos: vencer al tiempo, gracias, ¨²nicamente, a la potencia de su trabajo.
Expandir eso de las fronteras c¨®ncavas del g¨¦nero
Hay dos libros de relatos y cuentos que, en realidad, expanden la idea que tenemos de ¨¦stos, entremezcl¨¢ndolos entre s¨ª y mezcl¨¢ndolos, adem¨¢s, con textos que, a primera vista, podr¨ªan parecer otra cosa, dej¨¢ndolos, incluso, chocar los codos y las rodillas con las formas y las entra?as que normalmente adjudicamos a la novela, la cr¨®nica o el texto period¨ªstico: Esta historia ya no est¨¢ disponible, del argentino Pedro Mairal, y Literatura infantil, del chileno Alejandro Zambra.
Y es que tanto el libro de Mairal ¡ªcompuesto, sobre todo, por piezas cortas como disparos pero en el que resaltan con brillo propio las piezas m¨¢s largas¡ª como el de Zambra ¡ªcompuesto, sobre todo, por piezas largas como recuerdos de un disparo pero en el que resaltan con brillo propio las piezas m¨¢s cortas¡ª, hacen cosas similares: presentan textos que no son novelas ni cr¨®nicas ni textos period¨ªsticos ¨²nica y exclusivamente por voluntad de sus autores.
De paso, tanto el autor argentino como el chileno llevan a cabo una operaci¨®n similar, que a ambos les sale muy bien: condensan en peque?as perlas, sembradas casi sin querer, el sentido no s¨®lo de un relato sino de sus vol¨²menes: ¡°Escribo con mi experiencia y con la periferia de mi experiencia, lo que me pas¨® y lo que casi me pas¨®, lo que me hubiera gustado que me pasara¡±, escribe Mairal.
Algunos cuentos dentro del lado convexo
M¨¢s cercanos a la forma tradicional del cuento ¡ªaunque en ambos casos hay textos que rompen esa frontera, adem¨¢s de escritos que estiran los hilos de la experimentaci¨®n¡ª se encuentran los libros de las mexicanas Elisa D¨ªaz Castelo, El libro de las costumbres rojas, y Olivia Teroba, Peque?as manifestaciones de luz. Ambos libros ¡ª¨®peras primas con respecto al cuento¡ª le entregan al lector delicadas y moment¨¢neas, pero a la vez desasosegantes y permanentes grietas que pliegan el tiempo y la percepci¨®n. Y en ambos vol¨²menes hay una coincidencia mayor, que algo dice del mundo y la literatura de hoy: tanto D¨ªaz Castelo como Teroba escriben sobre una mujer que ha perdido el habla y, en ambos casos, creo, se trata del mejor de sus cuentos.
Poco a poco, mi necesidad de hacer menos pesada mi deuda con la pila de libros de relatos y de cuentos¡ªen la que igual se quedar¨¢n bastantes lecturas que he gozado, por desgracia¡ª va empeque?eci¨¦ndose. El espacio de este texto, sin embargo, se acorta con cada palabra que escribo, as¨ª que reci¨¦n elijo los dos ¨²ltimos vol¨²menes que voy a mencionar, sigo: querido lector, por favor, tienes que leer Los ¨¢rboles, de la escritora boliviana Claudia Pe?a.
Y tienes que leerlo porque es uno de esos libros que, adem¨¢s de transformar con un pu?ado de palabras la realidad, haciendo que esta sea habitada, invadida o suplantada por algo que, aunque ya estaba, ah¨ª nadie m¨¢s hab¨ªa visto, deja claro que no importa si el cuerpo es cosa de uno o lo es de nuestro entorno, pues, a fin de cuentas, todo est¨¢ interconectado.
Los ¨¢rboles, adem¨¢s, deja clara otra cosa: que da lo mismo si un texto es un cuento o un relato, porque lo que importa es que su experiencia nos habite. Algo que tambi¨¦n hacen los textos del ¨²ltimo libro que ac¨¢ voy a apilar: Cuentos salvajes.
Y es que por fin hay una edici¨®n que condensa la obra de uno de los mejores cuentistas vivos de nuestro continente: Ednodio Quintero.
Quintero, como dijera Vila Matas, es puro texto, es, estrictamente, literatura.
Coordenadas
El occiso fue publicado por Fomento editorial UNAM. Relatos lumbug forma parte de un proyecto llevado a cabo por ocho editoriales de distintos pa¨ªses y que en nuestro idioma fue publicado por Almad¨ªa. Diarios del Hospicio lo public¨® Montacerdos. Esta historia ya no est¨¢ disponible fue publicado por Emec¨¦. Literatura infantil lo public¨® Anagrama. El libro de las costumbres rojas fue publicado por Elefanta, mientras que Peque?as manifestaciones de luz lo fue por Dharma Books. Los ¨¢rboles lo public¨® El cuervo editorial. Cuentos salvajes fue publicado por Atalanta.
Babelia
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