Orop¨¦ndolas, serpientes y final de vacaciones
Septiembre llega envuelto en sobresaltos, buenas lecturas y un resplandor de vida salvaje y plumas
Esta cr¨®nica de final de vacaciones iba a comenzar con una sentida eleg¨ªa por la ausencia de las orop¨¦ndolas, esos preciosos p¨¢jaros amarillos, que llegan puntualmente cada a?o a mi jard¨ªn de Viladrau (en el Montseny) por estas fechas y el mi¨¦rcoles, para mi hondo pesar, a¨²n no hab¨ªan aparecido. Pensaba relacionar su no comparecencia con el cambio clim¨¢tico, la persistente sequ¨ªa en Catalu?a y los calores de agosto dignos del desierto de Sonora cuyo ¨²ltimo y perverso efecto ha sido que ...
Esta cr¨®nica de final de vacaciones iba a comenzar con una sentida eleg¨ªa por la ausencia de las orop¨¦ndolas, esos preciosos p¨¢jaros amarillos, que llegan puntualmente cada a?o a mi jard¨ªn de Viladrau (en el Montseny) por estas fechas y el mi¨¦rcoles, para mi hondo pesar, a¨²n no hab¨ªan aparecido. Pensaba relacionar su no comparecencia con el cambio clim¨¢tico, la persistente sequ¨ªa en Catalu?a y los calores de agosto dignos del desierto de Sonora cuyo ¨²ltimo y perverso efecto ha sido que en el restaurante La Barita no sirven estos d¨ªas trucha, el plato especial de la casa pr¨¢cticamente desde que era una posta de diligencias y, sostiene la leyenda, la asalt¨® el bandido Joan Sala, Serrallonga (1594-1634).
Fui a comer el domingo pasado, ped¨ª la c¨¦lebre e imprescindible truita amb atmelles y en su lugar me trajeron un impreso envuelto en pl¨¢stico que rezaba: ¡°Debido a las condiciones meteorol¨®gicas de sequ¨ªa y ola de calor que hemos sufrido a lo largo de esta semana, informamos a nuestros clientes que, de forma temporal y durante este fin de semana no les podemos ofrecer las truchas de r¨ªo de nuestro men¨² por causas ajenas al restaurante¡±. Y aclaraba el texto: ¡°Nuestro proveedor de truchas est¨¢ teniendo problemas con las cantidades de agua y temperatura necesarias para el ¨®ptimo transporte de las cr¨ªas de trucha. Rogamos disculpas¡±.
La sensaci¨®n de seria crisis y emergencia clim¨¢tica se ve¨ªa incrementada por el hecho de que en un ¨¢rbol del aparcamiento de La Barita (que por cierto busca nuevo arrendatario), pod¨ªa verse, clavado en el tronco como un ¡°se busca¡± de los westerns un bando de la alcaldesa de Viladrau, Margarida Feliu, una artista en este tipo de comunicaciones, que establec¨ªa: ¡°Prohibido ba?arse en las rieras¡±. Y continuaba: ¡°Dado el poco caudal de agua y para garantizar la conservaci¨®n de la biodiversidad, queda prohibido el ba?o en todas las rieras y arroyos del t¨¦rmino de Viladrau. Gracias por vuestra colaboraci¨®n¡±. No s¨¦ qu¨¦ hubieran pensado Huckleberry Finn y Enid Blyton. Yo ya estaba muy sensible, dado que entre mis lecturas de verano no obligatorias se ha contado The aliens among us, de Leslie Anthony (Yale University Press, 2017), un ensayo sobre c¨®mo las especies invasoras est¨¢n transformando el planeta en parte como consecuencia del cambio clim¨¢tico.
El libro tiene un apasionante cap¨ªtulo dedicado a la alarmante proliferaci¨®n de pitones de Birmania en el parque nacional de los Everglades de Florida y ¨¢reas colindantes, un problem¨®n a escala de esas serpientes for¨¢neas que alcanzan cinco metros y medio de largo y 90 kilos de peso, son de dieta generalista y han encontrado en los pantanos del sur de EE UU un h¨¢bitat estupendo para colonizar. Dado que ponen cien huevos a la vez y las cr¨ªas alcanzan los dos metros en un a?o librarse de ellas parece ya una tarea imposible y se considera la invasi¨®n ¡°fuera de control¡±. La procedencia de las pitones, que tienen una fastidiosa preferencia por zamparse especies protegidas (tambi¨¦n se enfrentan a los alig¨¢tores en combates que es cosa de verse), es variada. Algunas son mascotas escapadas o liberadas tras volverse dif¨ªciles de manejar pero Anthony apunta que la mayor¨ªa son ejemplares fugados de las granjas de animales ex¨®ticos en episodios tan frecuentes como dignos de La gran evasi¨®n. Se estima que puede haber ya 150.000 pitones en los Everglades y si tienes gato o perro mejor que no vivas en las cercan¨ªas.
En Viladrau, a donde a¨²n no han llegado las pitones (al tiempo, cuando lo hagan no har¨¢ falta el bando de Margarida), hemos tenido varias an¨¦cdotas de serpientes este verano. Sin duda la mejor, la ocasi¨®n en que una gran culebra se meti¨® en la piscina del club de veraneantes provocando una estampida de ba?istas, la mayor¨ªa de los cuales salieron sin usar las escalerillas. La serpiente, inofensiva, fue retirada por Jos¨¦, el encargado, y el socorrista con ayuda del palo recogehojas. En el mismo club ha aparecido una v¨ªbora (vipera aspis, venenosa), en la puerta del bar ¡ªotra opci¨®n comprensible dado el calor¡ª. Y una segunda la encontr¨® el otro d¨ªa de excursi¨®n mi hija Rita, que decidi¨® irreflexivamente, digna hija de su insensato padre, traerla a casa metida en la gorra pese a no tener muy claro si estaba muerta (?lo estaba!). Mientras escribo estas l¨ªneas la estoy observando, metida en un frasco con alcohol y con comprensible mirada de reproche (ella).
Para serpiente de verano, por eso, la absurda brecha que se ha tratado de abrir entre los veraneantes y los habitantes de Viladrau (una distinci¨®n cada vez m¨¢s borrosa) a causa de unos desafortunados WhatsApp internos de la junta del club de estiuejants interceptados y difundidos por una mano negra (se ha se?alado a los antiguos servicios secretos de la RDA). De lo lejos de la realidad que est¨¢ toda esa f¨²til pol¨¦mica dieron fe el viernes el pesar y el cari?o con el que todo el mundo acudi¨® en pi?a al funeral de la querid¨ªsima Montserrat Blancafort, Montse, fallecida a los 87 a?os.
En realidad, y pese a la sequ¨ªa y el calor, estoy viendo muchos animales estos d¨ªas: una pareja de zorros (probablemente hembra y juvenil) en los prados de Can Batllic, el murci¨¦lago que vive en casa y revolotea tan ricamente por el sal¨®n mientras veo la tele, una preciosa lib¨¦lula, una Aeshna cyanea hembra, me parece ¡ªtras consultar mi ejemplar de Les lib¨¨l.lules de Catalunya, del activo Grupo de Estudio de los Odonatos catalanes (Brau, 2016)¡ª, y a Misha, la gata de los vecinos ucranios que invade continuamente el territorio de mi propio gato, Charly. Tambi¨¦n he colaborado en la b¨²squeda de una tortuga perdida (se llama Margarida, como la alcaldesa) en terrenos del antiguo colegio Santa Marta. Era este centro nuestro Torres de Malory particular: enviaban ah¨ª a estudiar en verano, castigadas, a las chicas m¨¢s d¨ªscolas y pijas de Barcelona y sol¨ªamos ir recogerlas en moto (lobitos, cotas y sherpas) en sus contadas salidas, componiendo estampas de villeggliatura que hoy parecen (y eran) de otro siglo. Recorrer las estancias vac¨ªas y silenciosas del viejo colegio que nunca pod¨ªamos pisar, incluido el sanctasanct¨®rum de los dormitorios y las duchas, ha sido una experiencia de una dulce nostalgia con su puntido de arrebolado y distante erotismo juvenil. La tortuga no ha aparecido.
¡°Soy anfitri¨®n de lo bueno, lo malo y lo hermoso¡±, leo, sinti¨¦ndome muy identificado, en las p¨¢ginas de otro de los libros de estas vacaciones, Un naturalista en su entorno, volumen que re¨²ne algunos de los mejores ensayos del veterano bi¨®logo estadounidense Bernard Heinrich (editorial Carbrame, 2022). Heinrich, hijo del c¨¦lebre entom¨®logo alem¨¢n especialista en icneum¨®nidos Gerd Heinrich (y de madre taxidermista), progenitor que por cierto gan¨® la Cruz de Hierro combatiendo en caballer¨ªa en la I Guerra Mundial (luego sirvi¨® en aviaci¨®n), habla en su libro de insectos, de cuervos, en los que es un gran entendido, y de muchos otros animales. Entre ellos Bubo, el b¨²ho real que ha domesticado, un p¨¢jaro carpintero (chupasavias norte?o) con el que entabl¨® una hermosa amistad en Vermont, y los chotacabras diab¨®licos de Indonesia o chotacabras sat¨¢nicos (se llaman as¨ª por la dificultad de verlos no porque sean la mascota del exorcista Merrin), descubiertos por su padre en las C¨¦lebes (Sulawesi) en 1931 y que no fueron vistos de nuevo hasta 1996.
Apunta Bernard Heinrich en su maravilloso libro que ¡°como suele ocurrir, lo m¨¢s interesante suele ser lo m¨¢s inesperado¡±. Y as¨ª sucede con esta cr¨®nica: a medio escribirla han llegado, para dinamitarla en una feliz explosi¨®n de amarillo, las orop¨¦ndolas; iluminando con su vuelo de dorado destello el l¨ªmpido cielo ya de septiembre. Como una promesa cumplida, como un presagio de todo lo bueno que (seamos optimistas) indefectiblemente llega, aunque se acaben las vacaciones y sus sue?os.
Han llegado las orop¨¦ndolas, y ya no hay nada m¨¢s que decir.