Asesinatos arbitrarios, obras de arte derretidas y espectadores desmayados: los efectos de las olas de calor en los productos culturales
Las altas temperaturas se han representado en el arte de diferentes maneras, como fuente de enfado, enajenaci¨®n, alegr¨ªa o lascivia, y tambi¨¦n afectan a c¨®mo se crea y se consume la cultura
¡°El sol ca¨ªa casi a plomo sobre la arena y el resplandor en el mar era insoportable¡±, se lee en el sexto cap¨ªtulo de El extranjero, de Albert Camus. El protagonista, Mersault, icono existencialista, se ve abrumado en esa playa argelina por el calor, el resplandor, la luz del mundo en verano. ¡°El sol estaba ahora abrasador. Se romp¨ªa en pedazos sobre la arena y sobre el mar¡±. Es una de las escenas m¨¢s c¨¦lebres de la literatura: Mersault acaba asesinando fr¨ªamente a un hombre ¨¢rabe de cinco balazos. ¡°Sacud¨ª el sudor y el sol. Comprend¨ª que hab¨ªa destruido el equilibrio del d¨ªa¡±, piensa el protagonista.
Las altas temperaturas est¨¢n presentes en nuestra vida, sobre todo en las olas de calor que por estas ¨¦pocas tratamos de surfear, y, por extensi¨®n, tambi¨¦n lo est¨¢n en la cultura y su historia. Mucho calor hay en Bajo el volc¨¢n de Malcolm Lowry, en las novelas de Faulkner, ambientadas en un imaginario sur estadounidense, y, por supuesto, en Instrucciones para una ola de calor, de Maggie O¡¯Farrell, cuya acci¨®n sucede en la ola que asol¨® Londres en 1976. En la novela de Camus el calor se presenta como un elemento que aturde, que enajena, que aleja de la realidad. No es la ¨²nica forma de representar el calor: a veces es portador de las bondades del verano, otras veces lo que trae es lascivia, otras veces provoca arrebatos de mal humor, como los que probablemente experimentamos en estos d¨ªas pegajosos.
El term¨®metro del pensamiento
El pensamiento, dice un prejuicio extendido, se entiende mal con el calor. ¡°La filosof¨ªa como ciencia, como sistema, como concepto, se ha considerado patrimonio de los fr¨ªos pa¨ªses n¨®rdicos. El sur estar¨ªa compuesto por mentes ¡®calenturientas¡¯: buenas para la imaginaci¨®n, las sensaciones fuertes, la fiesta, la intensidad vital, pero no para el ¡®fr¨ªo¡¯ concepto¡±, se?ala el fil¨®sofo Javier Gom¨¢, director de la Fundaci¨®n March. Siguiendo este razonamiento, los pa¨ªses fr¨ªos ser¨ªan m¨¢s proclives a la reflexi¨®n y los c¨¢lidos m¨¢s indicados para la creaci¨®n. Alemania, el cerebral silogismo; Espa?a, la pasi¨®n desatada.
Donde la ciencia habla de grados cent¨ªgrados y principios de la termodin¨¢mica, la m¨²sica, por ejemplo, dada su naturaleza sensual, ha preferido centrarse en los aspectos er¨®tico-festivos de lo caluroso. ¡°Hace calor, hace calor / Ella tiene la receta para estar mucho mejor¡±, cantaban Los Rodr¨ªguez en Mucho mejor (hace calor), en la que pintaban un feliz panorama de dulces colocones, botellas descorchadas y la pr¨¢ctica del sexo en los balcones. En Escuela de calor, Radio Futura contaban c¨®mo ¡°arde la calle al sol de poniente¡± y describ¨ªan cuerpos desnudos en piscinas privadas, coqueteando estil¨ªsticamente con el funk, tal vez el g¨¦nero musical m¨¢s sudoroso, con permiso del reguet¨®n y de la canci¨®n de verano (si alguien le ha cantado al calor es Georgie Dann, ya sea en el contexto de un chiringuito, de una barbacoa, o de una duchita).
Un aspecto m¨¢s delicado de las temperaturas c¨¢lidas es el que se ve en los reflejos de los cuadros de Sorolla y de algunos impresionistas: ni?os desnudos jugando a la orilla del mar, marineros trabajando en sus redes o la primera burgues¨ªa que se acercaba a la playa cuando esta dej¨® de ser un lugar inh¨®spito para ser un lugar deseado y distinguido. Otros calores m¨¢s mundanos son los que plasma en sus fotograf¨ªas el brit¨¢nico Martin Parr, que ha reflejado los aspectos m¨¢s risibles del veraneo masivo: carnes fl¨¢cidas al sol, obsesi¨®n por el bronceado, colores fluorescentes sobre la arena. Llenas de luz y de calor est¨¢n las im¨¢genes de otro fot¨®grafo, el alicantino Ricardo Cases, que retrata su Levante natal (la serie El porqu¨¦ de las naranjas) con una luz deslumbrante, que casi hace sudar al espectador, donde tambi¨¦n se asoma el absurdo y la desmesura de una geograf¨ªa obsesionada con el turismo asalvajado y el hiperdesarrollo inmobiliario.
El calor, versi¨®n playera, ha sido protagonista de algunas obras del pintor estadounidense Alex Katz, expuestas este mes en el museo Thyssen Bornemisza o del pabell¨®n de Lituania en la bienal de Venecia de 2019, que transform¨® en playa una instalaci¨®n militar. El Heat Pavillion de Olafur Eliasson enfoca el calor de otra manera: una sencilla estructura met¨¢lica oculta calefactoras para que qui¨¦n se coloque dentro pueda escapar del fr¨ªo (la instal¨® en el Museo Irland¨¦s de Arte Moderno de Dubl¨ªn). El artista austriaco Alper Dostal ha imaginado c¨®mo ser¨ªan algunos de los m¨¢s c¨¦lebres cuadros de la historia del arte derretidos (un mondrian, La noche estrellada de Van Gogh o La persistencia de la memoria de Dal¨ª)¡ y los ha llevado a cabo virtualmente.
Irritabilidad y confusi¨®n
En situaciones de altas temperaturas, nuestro sistema nervioso, hogar de nuestro intelecto, est¨¢ en un brete: ¡°El hipot¨¢lamo tiene que trabajar en exceso para mantener una temperatura corporal adecuada, deja en un segundo plano otras funciones vitales como la atenci¨®n, que se ve ralentizada¡±, explica el doctor en Neurobiolog¨ªa Jos¨¦ ?ngel Morales en la web de la Universidad Complutense de Madrid. Tambi¨¦n se ve afectado nuestro sistema de comunicaci¨®n cerebral: ¡°Los impulsos nerviosos tardan m¨¢s en propagarse y, por tanto, nuestra capacidad de respuesta es mucho m¨¢s lenta. Estamos, por tanto, m¨¢s cansados y ap¨¢ticos. Todo esto afecta a nuestro estado de ¨¢nimo, causando irritabilidad y confusi¨®n¡±.
Un suave calor puede conducir a la tierna nostalgia estival: la novela de culto Helena o el mar del verano (Acantilado), de Juli¨¢n Ayesta, la pel¨ªcula Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986) o la serie Verano azul, de Antonio Mercero. Un bochorno insoportable solo puede llevar a la m¨¢s tremenda mala leche. Investigaciones de psic¨®logos como Craig A. Anderson, de la Universidad de Iowa, han vinculado el calor con la agresividad (una relaci¨®n que, m¨¢s all¨¢ de la ciencia, cualquiera puede intuir).
El cine ha reflejado con frecuencia a personas muy enfadadas en d¨ªas de mucho calor. Es lo que le pasa al personaje de Michael Douglas en Un d¨ªa de furia (Joel Schumacher, 1993), que se harta de todo en mitad de un atasco en Los ?ngeles, en un d¨ªa de calor extremo, y se pone borde, tambi¨¦n de forma extrema (escopeta incluida), durante toda la jornada. Mucho calor hay en la saga Mad Max, en la que la gente tambi¨¦n anda medio loca por un mundo postapocal¨ªptico, o en la road movie Par¨ªs, Texas (Win Wenders, 1984) donde el calor, m¨¢s que llevar a la agresividad, lleva al aplatanamiento de unos personajes angustiados y decadentes, acompa?ados de la tambi¨¦n des¨¦rtica m¨²sica de Ry Cooder.
El calor, por supuesto, tambi¨¦n puede afectar negativamente a la creatividad y a la productividad (los pa¨ªses ricos suelen tener temperaturas m¨¢s bajas). ¡°Con el calor es posible leer, pero escribir no tanto, lo que es un problema para muchos acad¨¦micos a los que la burocracia no les deja tiempo para investigar durante el curso¡±, se?ala el ensayista Ram¨®n del Castillo, autor de libros como Fil¨®sofos de paseo (Turner). Adem¨¢s, refiere algunos efectos culturales del calor: ¡°Muchos adquirimos cierta cultura cin¨¦fila viendo varias veces las mismas pel¨ªculas en sesi¨®n continua, para estar fresquitos, cuando no hab¨ªa aire acondicionado en las casas¡±, se?ala. Otros efectos no son tan ben¨¦volos: el otro d¨ªa ¨¦l presenci¨® c¨®mo una persona se desmayaba debido a las altas temperaturas en el transcurso de una presentaci¨®n literaria.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.