Wally, el tipo m¨¢s buscado de la historia, vuelve a esconderse
Una nueva edici¨®n de uno de los cl¨¢sicos del personaje creado por Martin Handford demuestra la eterna vigencia de una f¨®rmula sencilla, hecha de dibujos, papel y concentraci¨®n, que ha vendido millones de ejemplares
No es un criminal. Al menos, que se sepa. Tampoco conoce secretos decisivos o vio cosas que no deb¨ªa. Y, sin embargo, lleva d¨¦cadas convertido en el tipo m¨¢s buscado del planeta. No hay d¨ªa sin que alguien le d¨¦ la caza. Hombres y mujeres, ni?os y abuelos, de Argentina a Corea del Sur, incesantemente. Todos a por ¨¦l. Y eso que a priori hace poco por destacar, ya desde su vestimenta: jersey de rayas, gorra y vaqueros. Aunque, bajo su aspecto com¨²n, oculta un talento ¨²nico: viajar siempre a lugares colapsados. Est¨¢ claro que Wally no acaba de comprender lo del turismo sostenible. Pero, en cambio, ha demostrado su maestr¨ªa en unos cuantos asuntos: ¨¦xito, atractivo, creatividad. Hace 37 a?os que no puede irse tranquilo a ning¨²n lado: era 1986 cuando su pap¨¢, el artista Martin Handford, lo dibuj¨® por primera vez en la esquina de una plaza. Desde entonces, millones de lectores entusiastas se entretienen busc¨¢ndolo all¨¢ donde est¨¦: en la playa, el estadio, Hollywood... O la prehistoria, uno de los escenarios de su nueva aventura, ?D¨®nde est¨¢ Wally? En busca de la nota perdida.
Se trata, en realidad, m¨¢s bien de un regreso. Precisamente un triunfo tan constante como abrumador ha llevado a B de Blok, su sello en Espa?a, a recuperar ahora este cl¨¢sico de la saga, 11 a?os despu¨¦s. Con recortables, materiales extra. Y una certeza, que expresa la editora literaria Isabel Sbert: ¡°Wally ha logrado consolidarse como una marca transversal, ic¨®nica e imperecedera. Ser¨ªa dif¨ªcil encontrar a alguien que no la reconozca. Gusta a peque?os y mayores, y no pasa de moda porque conecta con algo muy esencial: nuestra necesidad de entretenimiento¡±.
Lo cierto es que, ya solo en la primera doble p¨¢gina, detectarle en medio del asedio a un castillo sigue exigiendo una placentera mezcla de tiempo y concentraci¨®n. Y m¨¢s si se pretende hallar a Wenda, el mago Barbablanca, Odlaw y al escurridizo perro Woof, del que siempre solo se vislumbra el rabo. O a los episodios y personajes m¨¢s extra?os que rodean a los protagonistas. ¡°Con el reto de buscar a un turista, Handford nos lleva a estudiar su escena desde mucho m¨¢s cerca. [¡] Toda la humanidad est¨¢ representada en el mundo de Wally: pol¨ªtica, econom¨ªa, guerra, amor, muerte, arte y hasta literatura se ofrecen, se discuten, se satirizan y se celebran, gracias a las simples interacciones de su reparto de millones de personas¡±, se rend¨ªa el dibujante Lorenzo Etherington en una columna en The Guardian en 2016.
Sus ingresos tambi¨¦n se contabilizan con muchos ceros. Igual que las copias vendidas de sus siete libros, en m¨¢s de 80 pa¨ªses y 26 idiomas. O la cifra que el grupo Entertainment Rights le pag¨® a Handford en 2007 por los derechos globales de la marca: unos 2,8 millones de euros. Se trata, al fin y al cabo, de un aut¨¦ntico imperio, que ha invadido series animadas, videojuegos, tazas o camisetas. E incluso el mundo real, donde la competici¨®n por la quedada m¨¢s masiva de Wallys re¨²ne cada cierto tiempo a miles de aficionados disfrazados. Hay sitios donde le quieren tanto que hasta han querido llamarle con otro nombre, para sentirle a¨²n m¨¢s cercano: Charlie, Ubaldo, Waldo, Jura o Willy, entre otros. El original, en cambio, se debe a que en ingl¨¦s evoca a alguien que dice o hace algo torpe o absurdo.
En Espa?a, el fen¨®meno est¨¢ incluso yendo a m¨¢s, seg¨²n Sbert: ¡°Hemos notado un crecimiento exponencial en los ¨²ltimos a?os¡±. Entre otras explicaciones, la editora cree que la primera generaci¨®n que le ador¨® hoy anima a sus hijos a perseguir a Wally. Y, adem¨¢s, el personaje sabe llevarse de viaje tambi¨¦n la mirada del seguidor a un lugar cada vez m¨¢s preciado: el papel, lejos de pantallas y m¨®viles. Todo con una f¨®rmula, en apariencia, muy sencilla. Y que, m¨¢s all¨¢ de alguna p¨¢gina desplegable y alg¨²n juego de astucia, apenas ha variado en casi cuatro d¨¦cadas.
Puede que justo ah¨ª se esconda uno de los secretos. El arte de Handford, al rev¨¦s, no es ning¨²n misterio, igual que su atenci¨®n al detalle: se dice que cada doble p¨¢gina le exige unas ocho semanas de trabajo. ¡°Empiezo con una lista de una veintena de gags que quiero incluir, y se me ocurren m¨¢s mientras trabajo¡±, afirmaba ¨¦l en una de sus escas¨ªsimas entrevistas, con The New York Times, en 1990. Ah¨ª tambi¨¦n compart¨ªa que viv¨ªa en una casa ¡°muy peque?a¡±, con la cama en medio del sal¨®n, y miles de c¨®mics y soldaditos; que se levantaba a las dos de la tarde y trabajaba hasta las seis de la madrugada; y se defin¨ªa como ¡°no muy exitoso¡±.
Imposible preguntarle qu¨¦ piensa ahora. Handford se esconde incluso m¨¢s que Wally: Sbert relata que ni siquiera ella tiene alg¨²n contacto con ¨¦l, ya que todo se gestiona con los due?os de los derechos. Un autoexilio de los focos parecido al de Bill Watterson aunque sin llegar a tanto: el creador de Calvin y Hobbes dio por concluida su serie m¨¢s c¨¦lebre y nunca ha querido que aparezca en formatos que no sean una vi?eta en un papel. Justo esta semana, por cierto, est¨¢ prevista la publicaci¨®n de Los misterios, un cuento ilustrado que supone el primer trabajo escrito de Watterson desde 1995.
¡°Martin Handford es un hombre muy privado. Y centrado exclusivamente en su trabajo¡±, apunt¨® el director ejecutivo de Entertainment Rights, Mike Heap, cuando adquirieron su obra. Lo dem¨¢s es silencio, dibujos y alg¨²n dato biogr¨¢fico, tal vez mezclado con la leyenda. Se supone que escucha Bee Gees y The Clash; ni?o solitario, criado por una madre divorciada, se aficion¨® ya desde los cinco a?os a dise?ar versiones estilizadas de las secuencias de acci¨®n que hab¨ªa visto en alg¨²n filme; y trabaj¨® en una compa?¨ªa de seguros para pagarse el camino hacia el arte. Hasta que David Bennett, entonces editor de Walker Books, le plante¨® a Handford la posibilidad de un libro ilustrado con escenas abarrotadas, al estilo del franc¨¦s Philippe Dupasquier. Empezaba as¨ª la paradoja infinita de Wally: cuanto m¨¢s se esconde, m¨¢s le buscan. El destino de los mitos.
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