Los cabos sueltos del fin del apartheid en Sud¨¢frica: de la tibieza de Nelson Mandela al resurgir del racismo entre?los?j¨®venes
En su libro ¡®Los herederos¡¯ (Pen¨ªnsula), la escritora estadounidense se sumerge en las contradicciones del pa¨ªs austral, relatando la vida de tres personas implicadas en los cambios producidos en las ¨²ltimas d¨¦cadas
El apartheid (palabra basada en el holand¨¦s para ¡°separaci¨®n¡±) fue el r¨¦gimen de estricta segregaci¨®n racial y fuerte desigualdad entre la minor¨ªa blanca (los afrik¨¢ners) y la mayor¨ªa negra que se impuso en Sud¨¢frica desde 1948, con la victoria electoral del Partido Nacional. Hasta su celebrado fin, a principios de los a?os noventa, con la heroica y sonriente figura de Nelson Mandela saliendo de la c¨¢rcel, despu¨¦s de 27 a?os preso, y ganando las elecciones en busca no de la venganza, sino de la reconciliaci¨®n.
El apartheid termin¨®, y el pa¨ªs se hizo un lugar m¨¢s justo y habitable, sobre todo para la poblaci¨®n negra. Pero no se pasa del infierno al para¨ªso de un salto: la resaca de a?os de injusticia social perdura y durante el proceso quedaron muchos cabos sueltos. La escritora estadounidense especializada en pol¨ªtica Eve Fairbanks explora la Sud¨¢frica postapartheid a trav¨¦s de la vida de tres personas: Dipuo, una mujer activista que colabor¨® en derrocar la opresi¨®n; su hija Malaika, que, a pesar de los cambios, sigue viviendo en un mundo violento en el que no siente arraigo; y Christo, uno de los ¨²ltimos sudafricanos blancos que fueron reclutados para el mantenimiento del statu quo anterior.
Dipuo y Christo nacieron en torno a 1970 y entraron en la edad adulta justo cuando el pa¨ªs en el que esperaban vivir cambi¨® completamente: ¡°Entraban en un universo desconcertante¡±, explica la autora. Malaika naci¨® en 1992, ya en un pa¨ªs ¡°libre¡±, con otras expectativas, para descubrir poco a poco que su futuro no se presentaba inmaculado, como se pretend¨ªa, sino fuertemente condicionado por la herencia de las generaciones anteriores. ¡°Creci¨® escuchando que viv¨ªa en un mundo nuevo y maravilloso, solo para descubrir que todav¨ªa estaba moldeado de manera astuta por viejos villanos y viejos recuerdos¡±, a?ade la escritora. Sus experiencias se recogen en el libro Los herederos. Un retrato ¨ªntimo de Sud¨¢frica en tres vidas (Pen¨ªnsula). Contra las diversas interpretaciones de la Historia que se ofrecen en las escuelas sudafricanas, Fairbanks ofrece historias humanas, complejas, reales.
El inter¨¦s por el tema racial le ven¨ªa a Fairbanks de la cuna: naci¨® en una familia muy derechista en el sur de los Estados Unidos y, desde ni?a, nunca entendi¨® por qu¨¦ los pol¨ªticos que agradaban a sus padres no estaban c¨®modos con las ideas de justicia racial. Pens¨® que lo mejor para entender este tipo de conflictos ser¨ªa estudiarlos en otro lugar, tal vez en un lugar muy lejano, as¨ª que en 2009 dej¨® Washington para mudarse a Sud¨¢frica, donde vivir¨ªa durante 14 a?os y donde el conflicto racial es vertebral en la historia del pa¨ªs, tal vez el ep¨ªtome, el m¨¢s brutal, de los conflictos raciales.
¡°Tuve la sensaci¨®n de que el mundo entero estaba en ese pa¨ªs¡±, recuerda Fairbanks, ¡°que los sudafricanos se enfrentaban a cosas que gente en todas partes del mundo estaba tratando de comprender¡±. Por ejemplo, los problemas de una sociedad cuyas tradiciones y ¨¦tica no se adaptan a la ciudadan¨ªa realmente existente; los problemas en el trato entre personas de diferente clase, g¨¦nero y raza; los problemas en torno al cambio clim¨¢tico, a las lenguas, a las infraestructuras, a la idea de felicidad, de familia, de trabajo, en torno a las migraciones. ¡°Sud¨¢frica es un pa¨ªs ocupado tanto por los descendientes de los colonos como por los descendientes de los que fueron colonizados. As¨ª que puedes ver a personas que est¨¢n tratando de recordar a sus antepasados que hicieron cosas malas, pero tambi¨¦n a personas que luchan con c¨®mo recordar su sufrimiento¡±, dice la autora.
Dos pa¨ªses diferentes fusionados en uno solo
Problemas que surgen cuando una sociedad se resetea y tiene que reconstruirse desde cero: ¡°Bajo el apartheid, los sudafricanos blancos mantuvieron a los negros fuera del liderazgo y de la sociedad p¨²blica hasta tal punto que cuando cay¨® el apartheid, fue como si dos pa¨ªses diferentes, dos mundos, de repente, tuvieran que fusionarse en uno¡±, dice Fairbanks. Con frecuencia los no iniciados ven el fin del apartheid como un triunfo sin paliativos, pero la cosa no est¨¢ tan clara. Observa la autora que en la sociedad estadounidense sucede al contrario: se ve el fin del apartheid como un fracaso.
¡°Creo que los extranjeros ven en la historia sudafricana lo que quieren o esperan ver¡±. Hay quien, desde lejos y de forma ingenua, prefiere creer que dejar atr¨¢s un pasado de colonizaci¨®n es sencillo, que los derrotados no querr¨¢n contraatacar y que las v¨ªctimas no querr¨¢n vengarse. Todo arreglado. Y hay quien, en el otro lado, cree que la justicia racial hace desmoronarse el sistema, que las desigualdades son ¨²tiles como un s¨®lido andamio social. Y todas las versiones, aunque contradictorias, pueden respaldarse por algunos fragmentos de la historia del pa¨ªs austral. Para Fairbanks hay dos causas fundamentales de los problemas actuales: una, que la econom¨ªa y las instituciones fueron construidas para una cantidad y un tipo de personas diferentes a las que ahora necesitan atender. Y dos, que diferentes ciudadanos ven el pa¨ªs de manera diferente seg¨²n c¨®mo vivieron y recuerdan el pasado.
Algunos sudafricanos blancos evitaban los sentimientos de culpa para no ser devorados por ella; incluso empezaban a practicar la ostentaci¨®n sin remilgos, seg¨²n percibi¨® Fairbanks. Y algunos ciudadanos negros tend¨ªan a seguir pensando que los blancos eran en alg¨²n aspecto superiores, porque si no lo fueran, su propia opresi¨®n no hubiera tenido sentido: ?por qu¨¦ no se hab¨ªan liberado antes?
Y se daba un fen¨®meno tan humano como triste: los ciudadanos negros que consegu¨ªan ascender por la escala social empezaban a comportarse de forma igualmente clasista con sus cong¨¦neres m¨¢s pobres. Hasta observ¨® la autora un repunte de las actitudes racistas entre los blancos: ¡°Muchos sudafricanos perciben que los j¨®venes blancos pueden ser m¨¢s racistas que sus padres. Se sienten ansiosos por el ascenso de la juventud supremacista blanca¡±, explica la autora. Si el racismo repunta de manera natural, sin apartheid que lo fomente, eso puede significar un alivio para los mayores, que se sentir¨¢n menos avergonzados: al fin y al cabo era cuesti¨®n de naturaleza, podr¨ªan argumentar.
El racismo, m¨¢s que por naturaleza, era activamente promovido por el sistema segregador, haciendo creer a los blancos que viv¨ªan en un mundo ideal, dentro de una burbuja de semejantes. ¡°El Gobierno blanco de Sud¨¢frica desde 1961 hasta 1994 literalmente molde¨® el paisaje f¨ªsico, cavando valles, colocando f¨¢bricas estrat¨¦gicamente... para evitar que los blancos vieran a los negros¡±, dice la autora, que conoci¨® a muchos sudafricanos blancos que cuando eran ni?os realmente cre¨ªan que la poblaci¨®n del pa¨ªs era mayoritariamente blanca. ¡°Los sudafricanos blancos realmente cre¨ªan que ten¨ªan el mejor ej¨¦rcito del mundo, la fruta y el vino m¨¢s sabrosos del mundo y las mejores universidades del mundo. El Gobierno hizo muy buen trabajo al ocultarles la verdad, m¨¢s amplia y compleja¡±, explica Fairbanks.
Otra visi¨®n lejana de la historia de su Sud¨¢frica es la que presenta a Mandela como un h¨¦roe sin tacha. En Los herederos tambi¨¦n se matiza su imagen internacional. ¡°Muchos sudafricanos negros critican ahora a Mandela por exigir demasiado poco a los blancos, que representan alrededor del 15% de la poblaci¨®n, pero a¨²n poseen gran parte de la riqueza¡±, se?ala la autora. En los a?os noventa los blancos eran poderosos y pedir demasiado pod¨ªa arruinar el trato: se presenta el cl¨¢sico dilema entre olvido y justicia que se suele dar en procesos pol¨ªticos de este tipo (tambi¨¦n en la Transici¨®n espa?ola): para avanzar en la reconciliaci¨®n es preciso dejar de lado la justicia, pero eso acaba dejando heridas sin cerrar.
¡°Me sorprende cu¨¢nto anhelan los sudafricanos negros no solo reparaciones materiales, sino tambi¨¦n escuchar las palabras: ¡®Lo sentimos. Nos equivocamos¡¯. Muchos de nosotros imaginamos que poner fin a un sistema injusto es un proyecto material, un acuerdo pol¨ªtico o una misi¨®n econ¨®mica. Pero muchos sudafricanos negros anhelan una disculpa¡±, concluye Fairbanks.
Babelia
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