Gil Bronner: ¡°Nadie sabe realmente por qu¨¦ colecciona¡±
El fundador del museo privado Philara desanda los caminos que lo llevaron a construir una colecci¨®n de 1.800 objetos de arte contempor¨¢neo en Alemania. En esta charla habla con una honestidad sin concesiones sobre la ¨ªntima conexi¨®n con sus obras
Si cada colecci¨®n revela un acercamiento al arte siempre distinto y singular, igual de cierto es que los motivos por los cuales un coleccionista entra en acci¨®n resultan tan insondables como personal¨ªsimos. Gil Bronner (D¨¹sseldorf, 54 a?os) ni siquiera ensaya una respuesta protocolar cuando se le pregunta por qu¨¦ comenz¨® a coleccionar: ¡°Debe ser alg¨²n tipo de d¨¦ficit psiqui¨¢trico¡±, dispara con un humor mordaz que no acusa recibo de lo pol¨ªticamente correcto. La biograf¨ªa oficial de este emprendedor inmobiliario oriundo de D¨¹sseldorf, Alemania, reserva un espacio para su aut¨¦ntica vocaci¨®n, l¨¦ase: coleccionista de arte. Solo que, en este caso, su ¨ªntima obsesi¨®n se materializ¨® en un proyecto que lo trasciende. Pues no cualquiera tiene un museo propio.
Philara -cuyo nombre proviene de una combinaci¨®n de sus dos hijos, Phil y Lara- es un espacio que alberga alrededor de 1.800 objetos de arte contempor¨¢neo, de g¨¦neros tan variopintos como pintura, fotograf¨ªa, video e instalaciones. Un eclecticismo donde ¡°la calidad es el factor decisivo, no el estilo¡±, seg¨²n dir¨¢ despu¨¦s Bronner. En la antigua f¨¢brica de vidrio Lennarz, ubicada en el distrito Flingern, reciclada como sitio de exhibici¨®n, se inicia el recorrido guiado por su comisaria y directora, Julika Bosch.
Dos muestras reciben a los visitantes. La primera, See yourself as lovers see you [M¨ªrate a ti mismo, como los amantes te ven], de los artistas William Copley y Dorothy Iannone, evoca un tono entre humor¨ªstico y l¨²dico para desandar las interconexiones entre libertad, sexualidad y estereotipos de g¨¦nero. La segunda, titulada I¡¯ve only got eyes for you [Solo tengo ojos para ti], se trata de una selecci¨®n de obras del acervo privado del coleccionista, que incluye a los artistas Jean-Marie Appriou, Kader Attia, Huma Bhabha, Miriam Cahn, Rashid Johnson, Melike Kara, y Leigh Ledare, entre otros.
Una vez terminado el paseo guiado, y caf¨¦ mediante en los jardines que le dan ox¨ªgeno a esta atm¨®sfera fabril, Bronner se acerca con una sonrisa de bienvenida. Su presencia contradice todos los prejuicios que cualquiera podr¨ªa tener sobre el due?o de un museo; este hombre que no se resiste a introducir un chiste y que viste con toda naturalidad una indumentaria colorinche y hasta cierto punto ir¨®nica, se muestra relajado y con ganas de conversar. Una cita para el d¨ªa siguiente ser¨¢ el pr¨®logo de una entrevista at¨ªpica y de un nuevo itinerario.
El lugar de encuentro ser¨¢ nuevamente Philara, donde Bronner aparece con la promesa de una visita a su casa. Pero antes, una posta obligada: a pocos metros de donde vive se encuentra la casa de su madre, y all¨ª -anticipa- se puede ver ¡°arte de verdad¡±. La anfitriona, de 92 a?os, recibe a los visitantes con algo de sorpresa y no poca emoci¨®n. Como catapultada de su silla, se empe?a en mostrar su biblioteca, hablar sus intereses e invitarnos a una genealog¨ªa de coleccionismo que incluye a Picasso, Paul Klee y George Grosz, entre otros maestros. En lo que era la habitaci¨®n de un joven Bronner, un fogonazo de color inunda la pared con una obra del neerland¨¦s Karel Appel.
No hay duda de que aqu¨ª se encuentra el ADN de un amante del arte. Pero ?en qu¨¦ medida esta magn¨ªfica colecci¨®n fue una influencia para ¨¦l? ¡°S¨ª, me inspir¨®, pero una vez un amigo artista me dijo: ¡®Deber¨ªas coleccionar arte de tu propia ¨¦poca¡¯, y eso es verdad. Deber¨ªas coleccionar tu propio arte... tienes que intentar comprar lo que est¨¢ m¨¢s cerca de ti, aquello con lo que sientes un v¨ªnculo real¡±.
Si existe un momento que marque el inicio de su propio derrotero est¨¦tico, fue en 1992 cuando adquiri¨® su primera pieza en una galer¨ªa de Barcelona: una pintura cubista de Miguel ?ngel Ocampo. ¡°Era un chico joven, entr¨¦ a la galer¨ªa y dije ¡®me gusta esa obra¡¯. Pagu¨¦ 5.000 marcos, le di un cheque viejo al galerista y no ten¨ªa idea si ten¨ªa cobertura o no (...) No sab¨ªa la caja que hab¨ªa abierto con ese acto¡±. Las coordenadas son m¨¢s dif¨ªciles de ubicar cuando se trata de entender por qu¨¦ comenz¨® su colecci¨®n: ¡°Estar¨ªa dispuesto a apostar dinero a que nadie ha dado nunca una respuesta precisa y significativa a esa pregunta, creo que nadie sabe realmente por qu¨¦¡±, reflexiona.
Su ¨¦poca de estudiante universitario en Canad¨¢ no parece haber marcado la impronta de lo que luego se transform¨® en su gusto personal. Por el contrario, admite que durante aquellos a?os ¡°me perd¨ª todo lo bueno, me perd¨ª a [Martin] Kippenberger. No estaba en la escena contempor¨¢nea lo suficiente¡±. Sin embargo, Bronner le imprimi¨® un sello propio a su colecci¨®n. Y los ambientes de su casa son testigo de ello: aqu¨ª ya no son los grandes maestros del siglo XX los que iluminan cada espacio, sino que la mayor parte de las obras pertenecen a j¨®venes artistas emergentes, principalmente alemanes. ?Fue una b¨²squeda consciente? ?Le parece un riesgo invertir en obras que todav¨ªa no est¨¢n afianzadas en el mercado? ¡°Compro arte joven que me parece bueno, artistas a los que les va bien en la Academia de Artes, pero no gasto una fortuna. En teor¨ªa, siempre quieres comprar algo que sea conocido por el gran p¨²blico y obtenga reconocimiento, y decir ¡®yo compr¨¦ esto primero¡¯. Cualquiera que diga que eso no le importa se est¨¢ mintiendo a s¨ª mismo y al p¨²blico¡±.
El estrecho v¨ªnculo con j¨®venes artistas y con la Academia de Arte de D¨¹sseldorf, una instituci¨®n con un gran arraigo en la historia de la ciudad, es un rasgo distintivo de su colecci¨®n, que tambi¨¦n se reflej¨® en el germen de Philara. A mediados de la d¨¦cada del 90, Bronner se propuso la enorme tarea de construir este nodo creativo cuyo prop¨®sito fundacional fue promover a j¨®venes artistas que comenzaban a hacer pie en la escena local. El proyecto, claro, fue evolucionando con el tiempo. ¡°El primer espacio que abr¨ª estaba en las afueras de la ciudad, donde exist¨ªa un ¨¢rea industrial. All¨ª instalamos varios estudios, para ofrecerle a los artistas un espacio donde pudieran mostrar su arte. La idea era tener un sitio cool donde la gente pudiera ver buen arte y conseguir reconocimiento para montar buenas exposiciones¡±, apunta.
De alquilar y ceder espacios de exhibici¨®n para amigos artistas, hasta la consolidaci¨®n de un museo privado con la inauguraci¨®n de Philara en 2006; as¨ª podr¨ªa sintetizarse este recorrido de mecenazgo que lleva m¨¢s de 30 a?os. Pero, ?por qu¨¦ un museo? ?Qu¨¦ pretende lograr? ¡°Es b¨¢sicamente por mi amor al arte, no hay que profundizar tanto. Hay tanta gente que ser¨ªa capaz de hacer las cosas, intelectual y econ¨®micamente, mucho mejor que yo y, sin embargo, no lo hacen, no levantan el culo para hacerlo y eso es lo que me enorgullece. Adem¨¢s, siempre he querido que mi vida hubiera marcado una diferencia. Me gustar¨ªa aprovechar la oportunidad que tengo para marcar la diferencia en el arte¡±. Y de nuevo, sin medias tintas, se lanza con una honestidad brutal a cada pregunta.
De la misma manera, examina el mercado del arte y las oportunidades que se le presentan a los artistas emergentes. ¡°Para que un artista tenga ¨¦xito yo dir¨ªa que tiene que ser muy conocido y deseable en los EEUU, y posiblemente en China. No basta con ser un buen artista alem¨¢n o europeo, tienes que ser conocido por un p¨²blico mayor¡±. Bronner no desconoce que los precios de la industria dependen de una serie de factores: desde el rol que juegan algunas importantes casas de subastas, la apuesta de algunos galeristas para impulsar a j¨®venes artistas y tambi¨¦n, claro, los especuladores ocasionales en busca de oportunidades. No en todos los casos el efecto es positivo: ¡°Me he encontrado con varios coleccionistas que compran el arte solo para venderlo; impulsan al artista para que suban los precios y hacen dinero con ello. Y luego lo sueltan como una patata caliente cuando el artista est¨¢ jodido. Los especuladores, que compran algo y quieren venderlo en cinco semanas, no son buenos para el arte¡±, concluye.
Si bien ¨¦l nunca ha dependido de asesores a la hora de elegir y comprar, no reniega de su aporte al ecosistema del coleccionismo. Al menos, no del todo: ¡°Es mejor tener un buen asesor que tener mal gusto para vender, pero la cuesti¨®n es: ?est¨¢n estas personas libres de ser manipuladas ellas mismas? Probablemente no. Creo que muchos asesores de arte no saben de lo que est¨¢n hablando, si hacen un buen trabajo y ellos mismos coleccionan est¨¢ bien porque lleva mucho tiempo aprender sobre arte¡±.
Pero, ?es solo una cuesti¨®n de tiempo?, ?c¨®mo se adquiere un ¡°buen ojo¡±? M¨¢s a¨²n cuando el gusto aparece atravesado por cambios de estilos, tendencias, y ni hablar de cuestiones personales. ¡°Si hablas de arte contempor¨¢neo, yo dir¨ªa que el gusto o la apreciaci¨®n del arte siempre va a ser la misma. Es cuesti¨®n de aprender: aprender a mirar. Por analog¨ªa, yo dir¨ªa: escuchas un discurso de Trump y uno de Obama, y el discurso de Obama es mucho m¨¢s articulado y correcto; Trump utiliza palabras simples y exageraciones, y obviamente, cualquier persona que tenga un cierto nivel de educaci¨®n puede comprender la diferencia de calidad, intelectual, entre los dos, sin ni siquiera conocer a la persona. Es exactamente lo mismo si ves a un buen pintor y a un mal pintor: si viste pintura durante los ¨²ltimos 30 a?os sabes cu¨¢l es el bueno y cu¨¢l es el malo¡±.
Bronner, que ha pasado buena parte de su vida observando, encontr¨® las coordenadas que lo conectan con su colecci¨®n. ¡°Si miras a tu alrededor, la mayor¨ªa de las obras tienen cierta calidez, y eso es lo que me gusta tener a mi alrededor: que emanen el intelecto del artista, para que puedas ver detr¨¢s del cuadro por qu¨¦ est¨¢ haciendo lo que sea que est¨¦ haciendo¡±. ?l ya est¨¢ en casa.
Babelia
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