Dani Levinas, el coleccionista de arte al que las mayores fortunas del mundo conf¨ªan sus secretos (no solo art¨ªsticos)
El comisario publica ¡®Los guardianes del arte¡¯, una recopilaci¨®n de perfiles entre los que destaca J. Tomilson Hill o Helga de Alvear
Dani Levinas (Buenos Aires, 74 a?os) tiene acceso a esas casas museo que el resto de los mortales deben conformarse con ver de lejos o en determinadas publicaciones. No solo consigue la llave de entrada; adem¨¢s, una vez dentro logra que personajes en apariencia tan reticentes a dar una declaraci¨®n como J. Tomilson Hill, uno de los mayores coleccionistas de arte del mundo (sus cuadros est¨¢n en la Galer¨ªa de los Uffizi), con museos propios, le acabe medio confesando con una sonrisa p¨ªcara que tal vez sea el due?o de Judith y Holofernes, uno de los ¨²ltimos cuadros que ha aparecido de Caravaggio (se estima que con un precio de venta de m¨¢s de 100 millones), cuya atribuci¨®n sigue rodeada de pol¨¦mica.
¡°No tengo ning¨²n truco¡±, confiesa Levinas en su casa de Madrid, donde se ha trasladado tras vivir en Washington durante d¨¦cadas. ¡°No voy como periodista, no voy como cr¨ªtico de arte. Somos colegas, digamos que es una conversaci¨®n de coleccionista a coleccionista. Bajan la guardia¡±. Estas conversaciones, que primero se publicaron en EL PA?S, ahora se han reunido en el libro Los guardianes del arte (La F¨¢brica), a la venta el 29 de marzo. En concreto, Levinas habla con 34 coleccionistas, entre los que est¨¢ el multimillonario matrimonio formado por Mitchell Rales y Emily Wei Rales, que tienen el museo Glenstone, en Maryland, donde han reunido una colecci¨®n de arte con m¨¢s de 1.300 piezas modernas y contempor¨¢neas. O Helga de Alvear, coleccionista alemana residente en Espa?a, que tambi¨¦n ha optado por reunir su patrimonio en una pinacoteca en C¨¢ceres y que en cada edici¨®n de Arco da la buena noticia con compras millonarias (en la reciente edici¨®n de este a?o adquiri¨® un espectacular lienzo de Georg Baselitz por 1,5 millones de euros y una escultura de Juan Mu?oz, por 800.000 euros).
Antes de seguir desvelando c¨®mo consigui¨®, por ejemplo, que el empresario alem¨¢n Harald Falckenberg, con m¨¢s de 2.000 piezas en su colecci¨®n, le dijera que ¡°la correcci¨®n pol¨ªtica es el fin de la libertad¡±, una declaraci¨®n que un perfil de este tipo es dif¨ªcil que conceda, se detiene un segundo y aclara: ¡°Mi colecci¨®n, comparada con las de mis entrevistados, es peque?¨ªsima¡±. Esa colecci¨®n, conformada con su mujer, Mirella Levinas, cuenta con unas 800 piezas de arte contempor¨¢neo con gran carga de artistas de Am¨¦rica Latina y ha estado desplegada primero en Washington y ahora en su casa de Madrid. Levinas es adem¨¢s presidente em¨¦rito de The Phillips Collection, el primer museo de arte moderno en Estados Unidos, y es, entre otras cosas, miembro de la Junta Directiva de la Fundaci¨®n del Museo Reina Sof¨ªa de Madrid.
¡°Trat¨¦ de buscar coleccionistas que comparten el arte con el p¨²blico¡±, prosigue Levinas sobre su selecci¨®n de entrevistados. ¡°A los artistas lo que m¨¢s les importa es que su obra sea vista por la mayor cantidad de ojos posible y para eso la obra no puede estar encerrada¡±. Es decir, en palabras de Rafael Tous: ¡°Las cosas en la vida hay que repartirlas¡±. Este empresario textil catal¨¢n le cont¨® a Levinas c¨®mo fue la donaci¨®n de una parte de su patrimonio de arte conceptual al Museo de Arte Contempor¨¢neo de Barcelona (MACBA), una decisi¨®n que es transversal en Los guardianes del arte, que adem¨¢s, seg¨²n el autor, comparten el inter¨¦s por la divulgaci¨®n y la educaci¨®n en el arte para tratar de acabar con esa idea de que es elitista.
La especulaci¨®n del mercado del arte que ha llevado a coleccionistas a ponerse en lista de espera de artistas j¨®venes para comprar obra que a¨²n no ha sido ni concebida o que dispara el precio de autores contempor¨¢neos por encima de maestros antiguos como Botticelli tambi¨¦n atraviesa las p¨¢ginas del libro. Sobre todo para diferenciar a los que Levinas denomina ¡°los coleccionistas de los inversores¡±. Es decir, a los que tienen inter¨¦s en el arte ¡ª¡±Aunque por supuesto quieren que sus obras se revaloricen, no son bobos¡±¡ª y a quienes invierten en arte de la misma manera que lo hacen en otros sectores.
Levinas anuncia que seguir¨¢ con estas entrevistas, en las que tal vez incluya la ¨²ltima pol¨¦mica que sobrevuela el mundo del arte: la restituci¨®n. ¡°Est¨¢n preocupados por la procedencia de las piezas que adquieren¡±, asegura y alarga el debate no solo a las piezas expoliadas por los nazis, que apuntan directamente a grandes coleccionistas, como sucede en el caso del litigio entre la Fundaci¨®n Thyssen-Bornemisza y la familia Cassirer, primera due?a de un pisarro robado por el nazismo y que cuelga en el museo de Madrid. Tambi¨¦n pone el foco en ¡°los artefactos precolombinos. Nadie est¨¢ hablando de eso¡±.
Entonces, ?hay que ser rico para tener una colecci¨®n de arte? ¡°Cualquiera puede empezar a coleccionar. Depende lo que tenga y lo que quiera y pueda pagar¡±, opina el autor. ¡°Yo comenc¨¦ coleccionando p¨®steres¡±. La cuenta corriente de los coleccionistas de su libro parece decir otra cosa: ¡°Llevan muchos a?os y es cierto que tienen obras muy importantes, pero no empezaron ayer. Es una evoluci¨®n¡±.
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