Tiranosaurios, Godzilla y el bikini de Rachel Welch: las aventuras de un paleont¨®logo friki
Jos¨¦ Luis Sanz revisita en el libro ¡®Dinosaurios y otros animales¡¯ la historia de la disciplina a trav¨¦s de su influencia en el imaginario popular
Puede parecer raro que un libro serio sobre dinosaurios obra de uno de nuestros paleont¨®logos m¨¢s acreditados incluya im¨¢genes de Godzilla y de Raquel Welch y Victoria Vetri en sucintos biquinis de piel (las dos actrices, no el monstruo japon¨¦s), fotogramas de King Kong, dibujos de animales prehist¨®ricos atacando un submarino o de un encuentro en las calles de Londres entre Charles Dickens y un Megalosaurus, por no hablar de unas comprometedoras instant¨¢neas del propio autor de la obra atacado por plasticosaurios (figuritas de pl¨¢stico de dinosaurios) gigantes. Todo eso (y muchas m¨¢s cosas sugerentes, como una ilustraci¨®n que muestra a unos extraterrestres tipo Mars Attacks exterminando a los dinosaurios desde sus platillos voladores) aparece en las cerca de 600 p¨¢ginas llenas de ilustraciones de Dinosaurios y otros animales, paleontolog¨ªa y su impacto en la cultura popular (Cr¨ªtica), un entretenid¨ªsimo ¡ªsin dejar de tener contenido sesudo¡ª y muy original libro del profesor em¨¦rito de Paleontolog¨ªa de la Universidad de Madrid Jos¨¦ Luis Sanz.
El cient¨ªfico (Soria, 75 a?os), autor de una decena de libros sobre dinosaurios y de numerosos art¨ªculos en revistas de investigaci¨®n como Nature, Science o PNAS, as¨ª como del dise?o de museos y exposiciones de paleontolog¨ªa, da rienda suelta en su ¨²ltima obra no s¨®lo a su profundo conocimiento sobre los lagartos terribles y otras bestias del pasado sino a su condici¨®n confesa de friki dinoman¨ªaco. ?Y qu¨¦ puede haber m¨¢s interesante, estimulante y contagioso que un gran especialista en dinosaurios? Efectivamente: un gran especialista en dinosaurios friki.
Sanz destaca en su obra las a menudo fecundas e inspiradoras relaciones entre la paleontolog¨ªa y la cultura popular a prop¨®sito de los dinosaurios ¡ªla ficci¨®n avanz¨® que no eran los brutos tontos y pesados que inicialmente pensaban los cient¨ªficos, por ejemplo¡ª y nos conduce por historias como las de viajes en el tiempo para ver dinosaurios o de dinosaurios que han sobrevivido en lugares remotos y que visitan nuestras ciudades (con el l¨ªo consecuente, como se ve en tantas pel¨ªculas).
Un misterio casi tan grande como para qu¨¦ les serv¨ªan las manitas a los tiranosaurios o qu¨¦ modista prehist¨®rica le confeccion¨® el vestuario (??) a Raquel Welch en Hace un mill¨®n de a?os es c¨®mo ha conseguido Sanz que le publicaran este precioso volumen, que har¨¢ las delicias de los aficionados a los dinosaurios, pero cuya idea (y coste de producci¨®n) debi¨® de dejar perplejos a los editores. El autor va alternando continuamente el discurso cient¨ªfico con la historia de la relaci¨®n de los dinosaurios con la cultura popular y su plasmaci¨®n en ella presentando un sensacional despliegue de im¨¢genes que incluyen fotos, dibujos, impagables ilustraciones de libros y revistas, p¨¢ginas de diarios, vi?etas de c¨®mic, fotogramas de pel¨ªculas, p¨®sters cinematogr¨¢ficos, estampas antiguas y hasta cromos y envoltorios de chocolatinas. Por ah¨ª andan monstruos como Gorgo, el pterosaurio Rodan, Godzilla, por supuesto, o el legendario Mokele-Mbembe de los criptozo¨®logos. Todo ello junto a depuradas reconstrucciones cient¨ªficas, gr¨¢ficos, mapas y otro material de estudio.
A destacar los dibujos del reconocido ilustrador cient¨ªfico Xavier Macpherson que ha plasmado algunas de las ideas m¨¢s singulares de Sanz en espectaculares ilustraciones como las a doble p¨¢gina de la abadesa sajona santa Hilda convirtiendo en piedra a las serpientes que infestaban Whitby, en el Yorkshire (la leyenda de c¨®mo se produjeron las snakestones abundantes en la zona: en realidad f¨®siles de amonites), o la del inmenso mosasaurio atrapando a un ejemplar de amonites Placenticeras mientras, acaso llegado en una m¨¢quina del tiempo, retrata la escena (con valor digno de Jason Statham en Meg 2: the trench) un hombre rana. Tambi¨¦n nos muestra una colonia de pterosaurios Pterodaustra rosados como flamencos; el alumbramiento en el mar de un ictiosaurio, a un Stegosaurus con patr¨®n de camuflaje tipo cebra o a un tiranosaurio con tres cr¨ªas de corta edad. A se?alar asimismo los carteles y portadas de libros que se han inventado Macpherson y Sanz, como el p¨®ster de Flaming Cliffs, una supuesta pel¨ªcula sobre las aventuras paleontol¨®gicas de Ray Chapman Andrews en el Gobi, con Charlton Heston encarnado al cient¨ªfico (que por cierto fue una de las inspiraciones para Indiana Jones) y ?Sarita Montiel! como una princesa mongola. Desde luego, se lo han pasado pipa.
¡°Admito que hay un punto de gamberrismo¡±, dice Sanz riendo. ¡°En un libro de este tipo, con lo que nos iba a salir de tocho, hab¨ªa que procurar que el lector no se aburriese, alguna gamberradilla ten¨ªa que haber, y la verdad es que la gente que ya lo ha le¨ªdo dice que se ha divertido mucho. Un poco de picante era esencial por si alguien se dorm¨ªa¡±.
¡°En libros anteriores¡±, contin¨²a, ¡°ya hab¨ªamos tratado el tema de los dinosaurios en la cultura popular, pero aqu¨ª hemos invertido el porcentaje, y le hemos dedicado mucho m¨¢s espacio¡±. Sanz destaca la gran apuesta gr¨¢fica del volumen: ¡°Permite mostrar la conexi¨®n entre los dos ¨¢mbitos, el cient¨ªfico y el popular. Era muy importante ilustrar las ideas populares. Estuve casi tres meses en la Librer¨ªa del Congreso en Washington revisando peri¨®dicos de entre la ¨²ltima d¨¦cada del siglo XIX y las dos primeras del XX, el per¨ªodo en el que empieza realmente el boom de los dinosaurios en la cultura popular, que es uno de los n¨²cleos del libro. Gran parte de las ideas comunes sobre los dinosaurios nacen en ese momento: que eran grandes, terribles, que puede que sigan existiendo, que se parecen a dragones¡ Esas ideas de la dinoman¨ªa se gestan entonces, en paralelo al avance de las ideas cient¨ªficas y interactuando con ellas¡±. El libro incluye tambi¨¦n ilustraciones de las fuentes originales de la paleontolog¨ªa del siglo XIX y XX.
¡°Los dinosaurios como los entendemos hoy son en buena parte una creaci¨®n de la sociedad victoriana y eduardiana y la primera publicaci¨®n cient¨ªfica de una especie fue en 1824¡å, apunta el autor. ¡°He buceado en las fuentes de entonces para ir construyendo los cap¨ªtulos del libro¡±. Las ilustraciones de Macpherson le han servido para plasmar algunas ideas y jugar con ellas: mostrar a Dickens junto a un Megalosaurus en una calle de Londres funciona para explicar que el escritor era buen amigo de Richard Owen (1804-1892), el inventor del t¨¦rmino dinosaurio, y que en una de sus novelas, Casa desolada, el creador de Oliver Twist escribi¨®: ¡°Tanto barro en las calles como si las aguas acabaran de retirarse de la faz de la Tierra, y no ser¨ªa sorprendente encontrarse con un Megalosaurus de unos cuarenta pies de largo anadeando como un lagarto elefantino que subiese por Holborn Hill¡±.
Sanz reconoce que ¨¦l es un paleont¨®logo con algo de friki. ¡°Absolutamente, aunque ojo, hay cosas con las que me pongo muy serio: algunos puntos con los dinosaurios tienen que estar muy claros, por ejemplo, que las aves son dinosaurios y que muchos de estos estaban cubiertos de plumas (o monofilamentos que evolucionaron hasta convertirse en las plumas de las aves actuales), entre ellos especies tan emblem¨¢ticas como los carn¨ªvoros Velocirraptor y Deinonychus¡± (hay que recordar, y Sanz lo hace en su libro, que Michael Crichton, el autor de la novela Parque Jur¨¢sico que dio pie a la pel¨ªcula de Spielberg, tom¨® como protagonista a Deinonychus cambi¨¢ndole el nombre por el de Velocirraptor, en realidad un dinosaurio muy parecido pero m¨¢s peque?o, del tama?o de un pavo, porque sonaba mejor). ¡°Lo de la las aves y las plumas les molesta a algunos aficionados a los dinosaurios, pero en la paleontolog¨ªa las hip¨®tesis se contrastan con el registro f¨®sil y hoy no hay ning¨²n paleont¨®logo en su sano juicio que no acepte la teor¨ªa dinosauriana de las aves. El frikismo que no comparto es el que sigue negando que las aves son dinosaurios. Yo soy un friki declarado, pero no te puedes tomar las pruebas paleontol¨®gicas a pitorreo¡±. Dicho esto, matiza que algunos paleont¨®logos ¡°mean fuera de tiesto¡± al criticar algunas cosas de la ficci¨®n. ¡°La ciencia tiene l¨ªmites, pero la imaginaci¨®n humana no¡±, concede.
Una cosa que sorprende en el libro es la pasi¨®n de Sanz por los amonites, los moluscos cefal¨®podos extintos, que no parece que se puedan comparar a un buen tiranosaurio.¡±Me encantan , y dedicarles un cap¨ªtulo es romper una lanza por la paleontolog¨ªa de los invertebrados, que no suele ser muy bien tratada. Los amonites son la quintaesencia de la paleontolog¨ªa para algunos. Tienen algo especial, y eso de la espiral logar¨ªtmica¡Que se extinguieran les da, por supuesto, un gran encanto, y a m¨ª me producen cierta ternura¡±. Otras criaturas prehist¨®ricas (Sanz detesta el t¨¦rmino ¡°antediluviano¡±) mimadas en la obra son los ictiosaurios, los plesiosaurios (un tema recurrente en la imaginaci¨®n popular es que alguno todav¨ªa existe), los mosasaurios (grandes depredadores acu¨¢ticos del Cret¨¢cico Superior, hace 98 a 66 millones de a?os, y que salen en Aquaman, Jurassic World y El mandaloriano), y los pterosaurios, los maravillosos reptiles voladores, con representantes tan extraordinarios como el enorme Quetzalcoatlus (Sanz recuerda que los pterosaurios no podr¨ªan llevarse a personas como hacen en tantas pel¨ªculas y otras obras de ficci¨®n: no ten¨ªan garras como las aves de presa). ?Y hay un cap¨ªtulo sobre mamuts! (en el que explica que la c¨¦lebre cena en el Museo Peabody de Historia Natural en 1951 lo que se sirvi¨® bajo ese nombre no fue carne de mamut sino de tortuga).
?Es Sanz de los que cuando ve Hace un mill¨®n de a?os se fija m¨¢s en los dinosaurios que en Raquel Welch? ¡°Lo digo en el libro, yo soy de los que se fijan en los dinosaurios y en Raquel Welch. Nunca me ha producido indiferencia. Pero he de decir que siento adoraci¨®n por el responsable de los dinosaurios de la pel¨ªcula, Ray Harryhausen, el gran creador de efectos especiales, al que tuve la suerte de conocer. Soy muy friki de las pel¨ªculas de dinosaurios, como puede apreciarse en el libro¡±.
Sanz se muestra de acuerdo con la consideraci¨®n de Crichton de que una de las cosas que nos hace tan fascinantes los dinosaurios es su tama?o, que los m¨¢s emblem¨¢ticos fueran tan grandes. ¡°S¨ª, y que tuvieran formas tan raras. Owen ya los conceb¨ªa como reptiles muy extra?os, no como los actuales, sino con aspecto mamiforme. Majestuosos, tan temibles. Otro factor es que representan una naturaleza alternativa a la que estamos acostumbrados. Provocan morbo, temor y atracci¨®n, y se parecen tanto a las criaturas de nuestros mitos y leyendas...¡±.
El tiranosaurio tiene un l¨®gico protagonismo en el libro. ?Le parece que su estrella est¨¢ descendiendo para las nuevas generaciones con la aparici¨®n de otros grandes carnosaurios?, ?va a ser destronado el T. Rex? ¡°Creo que no. Es verdad que hay otros dinosaurios carn¨ªvoros tan grandotes como ¨¦l. Pero hay algo que me parece fundamental: no se han encontrado posibles rivales en popularidad del tiranosaurio, como los carcarodontos¨¢uridos, en EE UU. Y Tiranosaurio contin¨²a siendo un dinosaurio muy estadounidense. Su popularidad tiene que ver con la cultura exportadora y colonialista de EE UU. De alguna manera representan el alma de la naci¨®n. Uno de los ¨²ltimos ejemplares fue incluso excavado por zapadores del ej¨¦rcito. Como el ¨¢guila de cabeza blanca, es un animal que representa el poder¨ªo y la majestad de EE UU, y mientras los EE UU est¨¦n all¨¢ arriba y marquen la pauta en la ficci¨®n, el tiranosaurio ser¨¢ el ep¨ªtome de los dinosaurios, lo ha sido desde la primera pel¨ªcula. De momento me parece que nadie va a destronarlo¡±.
Sanz considera que la Inteligencia Artificial, con su capacidad para manejar cantidades ingentes de datos y variables, va a hacer avanzar mucho en el terreno de las reconstrucciones de dinosaurios. Tambi¨¦n conf¨ªa en que se hallen medios para obtener ADN de dinosaurio. En cuanto al asunto de la desaparici¨®n de los dinosaurios (los no avianos, recalca), considera v¨¢lida la hip¨®tesis del impacto de meteorito, ¡°el pepinazo, hace 66 millones de a?os, es suficiente para explicar todo lo que observamos en el registro f¨®sil, y no hace falta m¨¢s¡±. Aunque ¡°por qu¨¦ fue tan radical la extinci¨®n de los dinosaurios sigue siendo un enigma, y ?c¨®mo es que los mam¨ªferos no desaparecieron? Ni idea¡±. Con todo, recuerda que esa no fue la peor extinci¨®n en la Tierra, sino la del P¨¦rmico-Tri¨¢sico, hace 250 millones de a?os, la Gran Mortandad en la que desaparecieron tres cuartas partes de todas las especies. ¡°Cuando le preguntaron a Stephen Gay Gould hasta qu¨¦ punto estuvo cerca de desaparecer totalmente la vida del planeta entonces, se limit¨® a juntar el pulgar y el ¨ªndice; de tan poco fue la cosa. Esa s¨ª que fue una extinci¨®n dura¡±.
Al interrogarle sobre su escena favorita del cine de dinosaurios, responde: ¡°Cuando Grant y la doctora Sattler acarician al Triceratops enfermito en Parque Jur¨¢sico, all¨ª se muestra, y as¨ª lo percibe el p¨²blico, que los dinosaurios eran animales normales, que hac¨ªan caca y les dol¨ªa la barriga como a cualesquiera otros¡±. En cuanto a qu¨¦ le gustar¨ªa ver presencialmente de la Era de los dinosaurios, puestos a fantasear, responde que el preciso momento en que el primer animal de tierra despeg¨® aleteando. ¡°En eso me puede el paleont¨®logo al friki. Como friki quiz¨¢ elegir¨ªa ver un tiranosaurio, pero lo primero es m¨¢s ¨²til, y al tiranosaurio falta poco para que el cine me lo muestra de manera muy decente¡±. Su paleont¨®logo favorito de ficci¨®n es el de la primera pel¨ªcula de Godzilla (1954), el doctor Kyohei Yamane, ¡°que brinda un discurso emocionant¨ªsimo sobre el animal y su origen ante el gobierno japon¨¦s¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.