El amor a la patria est¨¢ en el paladar
Pese a tantas consignas y proclamas que de ni?o o¨ªa por todas partes, no acertaba a saber qu¨¦ cosa era la patria
Pese a tantas consignas y proclamas que de ni?o o¨ªa por todas partes, no acertaba a saber qu¨¦ cosa era la patria. En el cerebro l¨ªmbico donde se almacenan los sentimientos y las emociones permanec¨ªa el sonido de las canciones Cara al sol y Prietas las filas, que cantaba en la escuela con el brazo en alto cada ma?ana cuando se izaba una bandera roja y amarilla en el balc¨®n. Con el tiempo aquellos himnos los llevar¨ªa asociados, m¨¢s que a un ideal patri¨®tico, al bocadillo de at¨²n en escabeche que le preparaba su madre para com¨¦rselo en el recreo. Una ma?ana levant¨® el brazo de forma autom¨¢tica sin darse cuenta de que llevaba el bocadillo en la mano derecha y el maestro le peg¨® un bofet¨®n por considerar que era una afrenta a la bandera.
En la escuela el maestro les hablaba de la patria y dec¨ªa que la patria era nuestro territorio, al que hab¨ªa que amar. El ni?o miraba por la ventana y ve¨ªa una monta?a de la sierra de Espad¨¢n por donde ¨¦l sol¨ªa campar en busca de balas y restos de metralla de una guerra que hab¨ªa tenido lugar por all¨ª, seg¨²n le hab¨ªan contado. Por el otro lado se ve¨ªa el mar a donde iba todos los veranos a ba?arse. Si la patria era esa monta?a y ese mar azul, el ni?o estaba dispuesto a amarla. Pero un d¨ªa en el cine del pueblo pusieron Sin novedad en el Alc¨¢zar. La pantalla hab¨ªa quedado llena de escombros humeantes por donde hab¨ªan saltado los valerosos soldados nacionales que eran altos, guapos y audaces, y hab¨ªan muerto los enemigos, que eran feos, de mirada torva y desarrapados. El ni?o sinti¨® su coraz¨®n inflamado por un extra?o coraje al sonar la marcha militar Los voluntarios, al final de la proyecci¨®n. De repente al salir a la calle, a este ni?o le hab¨ªan entrado ganas de pegarse con alguien solo para demostrar que era valiente como aquellos guerreros que hab¨ªan defendido el alc¨¢zar.
Nunca lleg¨® a explicarse, siendo v¨¢stago de una familia de derechas y tener un hermano mayor que era jefe de centuria, por qu¨¦ hab¨ªa rehusado entrar en la sala de aquel balneario derruido donde un jefe de falange repart¨ªa a compa?eros de su edad, amigos de juegos en la plaza, un fusil de madera, una camisa azul, un correaje con hebilla dorada, una boina roja, unas medias, unas botas con clavos y un pantal¨®n caqui. A partir de ese momento ser¨ªa proclamado Flecha y podr¨ªa desfilar a la sombra de los nogales de la carretera. Esa desgana por sumarse al reba?o y negarse a andar uniformado la atribu¨ªa, tal vez, a su instinto innato de ir suelto por la vida como un gato salvaje.
Despu¨¦s pudo creer que Espa?a era aquel mapa con cada provincia de un color colgado en la pared de la escuela. Al parecer, estaba lleno de r¨ªos con sus afluentes, de cabos, golfos, sierras y las cordilleras lejanas que hab¨ªa que aprenderse de memoria y cantarlos a coro para que quedaran grabados en el cerebro y all¨ª formaran una misma masa encef¨¢lica con un conjunto de blasones y escudos antiguos con ¨¢guilas y leones. Fue hacia los ocho a?os cuando se enter¨® de que ser espa?ol consist¨ªa en sentirse orgulloso de las haza?as de los antepasados, y de estar dispuesto a derramar hasta la ¨²ltima gota de sangre para defender a la patria. ?Qu¨¦ le pasaba a este ni?o que ninguna victoria le conmov¨ªa? Comenz¨® a intuir lo que era ser un patriota cuando un toro mat¨® a Manolete y todo el mundo a su alrededor lloraba, pero el golpe de gracia lo obtuvo de lleno por primera vez cuando oy¨® el grito desga?itado de Mat¨ªas Prats cantando el gol de Zarra en Maracan¨¢. Solo entonces supo que Espa?a ocupaba un lugar en el universo.
Sucedi¨® una vida anodina amamantada por el Nodo, con los lugares comunes de un pasado heroico, la rueda del tiempo sobre los d¨ªas de gris plomo de la dictadura, hasta que este ni?o se vio dentro de un uniforme militar con una estrella de seis puntas de alf¨¦rez en la gorra. ?Tampoco ahora sent¨ªa el p¨¢lpito de la patria en el coraz¨®n de joven soldado? Una vez el coronel de regimiento lo pill¨® con la guerrera desabrochada, lo mand¨® ponerse firme y le solt¨®: ¡°?No le digo nada porque usted no es m¨¢s que un paisano disfrazado de militar!¡±. Hab¨ªa acertado. Era como realmente se sent¨ªa. No obstante, desfil¨® ante Franco en la parada militar del paseo de la Castellana vestido de camuflaje con el sable al frente de aquella flamante compa?¨ªa del Inmemorial. Cornetas y tambores sonaban en los altavoces colgados de las encinas y de pronto la m¨²sica dio un salto en su memoria porque ahora vert¨ªan la marcha de Los voluntarios, que le recordaba la que sonaba al final de cada pel¨ªcula en el cine del pueblo cuando era ni?o. Al marcar el paso sinti¨® que se le hench¨ªa el coraz¨®n porque de pronto le vino a la mente aquel bocadillo de at¨²n en escabeche con el que cada ma?ana saludaba a la bandera de Espa?a.
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