Manuel Alejandro sobre Rosal¨ªa: la m¨¢s grande
En los Grammy que se celebraron en Sevilla, la cantante se olvid¨® de sus tan diferentes y exitosas incursiones por cualquier estilo pasado o por pasar
Cuando en los a?os cincuenta, en el viejo caser¨®n de San Bernardo, radicaba el Real Conservatorio de M¨²sica de Madrid, milit¨¦ en la disciplina de Composici¨®n de don Julio G¨®mez, que junto a Conrado del Campo o Beigbeder, mi padre, pertenec¨ªa a la llamada Generaci¨®n de los Maestros; y como alumno compart¨ª pupitre con Garc¨ªa Abril o Bernaola, que con el tiempo fueron pilares de la culta m¨²sica espa?ola; disfrutamos en las clases de folclore de la sabidur¨ªa del profesor Garc¨ªa Matos, donde supimos de la riqueza del cancionero popular espa?ol. En tal materia recib¨ª doble dosis sobre el cante flamenco, pues ya ven¨ªa de Jerez impregnado desde ni?o de sus palos, que sin necesidad de ir al teatro o prender la radio, ¨²nica posibilidad en aquella ¨¦poca, ten¨ªa en la madrugada, bajo los miradores de mi misma casa, a cincuenta metros de la Quinta Avenida del cante jondo, la calle Nueva, los gitanos m¨¢s genuinos cantando tarantos, paterneras, deblas o seguidillas, con sus broncas voces de tabaco y vino.
Eso s¨ª, desde la ma?ana hasta bien entrada la noche, el ¨²nico cante que se o¨ªa por la casa era el que desgranaba el viol¨ªn de mi hermano Jos¨¦ Mar¨ªa con su Paganini o su Sarasate; o el que desprend¨ªa el piano que de mi padre aprend¨ª, con mi Bach, mi Chopin, mi Schuman o mi Brahms.
¡ªPap¨¢, ?por qu¨¦ puedo cantar o tararear cualquiera de estas obras que estudio y no puedo ni emular dos compases de ese cante flamenco que cada noche me ara?a el alma¡?
¡ªCuesti¨®n de sangre, de estirpe, de raza; ah¨ª tienes al gallo y al jilguero o a la alondra, virtuosos de sus cantes sin pasar por conservatorio alguno¡
De aquellas clases de Composici¨®n desert¨¦ por una fractura del codo derecho que desde los 16 a?os arrastraba y me fue alejando de volar por el piano, tan principal para parir las grandes composiciones; pero no tanto como para terminar escribiendo buler¨ªas o cualquier palo del flamenco que desde ni?o ni pude tararear; como he le¨ªdo en m¨¢s de un art¨ªculo de opini¨®n con ocasi¨®n de la magn¨ªfica versi¨®n que ha hecho Rosal¨ªa de mi canci¨®n Se nos rompi¨® el amor, en la que, precisamente, no le apreci¨¦ giro flamenco alguno, salvo un elegante y atractivo movimiento de hombros que nos enamor¨®, y alg¨²n dejillo al cambiar ¡°quejido¡± por un ¡°quej¨ªo¡± tan flamenco o andaluz, que nos rompi¨® no el amor sino el alma.
Y por supuesto, muy flamenca, pero exquisita, fue la puesta en escena, donde otros grandes artistas pl¨¢sticos nos dise?aron un escenario incre¨ªble, donde bajo unas s¨¢banas blancas que figuraban cuevas gitanas sacromontanas se cobijaban tocaores que acariciaban con arcos de violonchelos sus guitarras; y palmeros que cuando irrumpieron acabaron con el surrealista y espectacular cuadro que arranc¨® el bramido general del p¨²blico. Hab¨ªa triunfado apote¨®sicamente la joven diva Rosal¨ªa y su genial equipo; pero no ¡°con una buler¨ªa¡±, sino ¡°por buler¨ªa¡±; al ritmo de la buler¨ªa, pues la melod¨ªa, la letra y las armon¨ªas centroeuropeas de Se nos rompi¨® el amor segu¨ªan imp¨¢vidas e intactas, y tal cual las escrib¨ª en 1985 para aquella maravillosa voz y sin par artista que fue Roc¨ªo Jurado; y que tampoco le aport¨® nunca ning¨²n giro ni intenci¨®n flamenca a la canci¨®n. Otra cosa bien distinta era que a continuaci¨®n de Se nos rompi¨® el amor cantara Un clavel o La Lola se va a los puertos¡ o que Jerez me haya dedicado el ¨¢lbum As¨ª cantan por flamenco a Manuel Alejandro¡ o que a Jos¨¦ Merc¨¦ le diera un buen d¨ªa por meter por buler¨ªas la Quinta Sinfon¨ªa de Beethoven¡ que podr¨ªa ser y que quedar¨ªa mucho m¨¢s flamenca que Se nos rompi¨® el amor.
No nos confundamos. Rosal¨ªa, en los Grammy que se celebraron en Sevilla, se olvid¨® de sus tan diferentes y exitosas incursiones por cualquier estilo pasado o por pasar, y se hizo se?ora de la canci¨®n pop en esencia y en presencia; se convirti¨® en mimo solitario y desvalido; nos cant¨® est¨¢tica desde sus entra?as; desde su sensibilidad tambi¨¦n rota; desde su arte de cristal, fr¨¢gil, transparente; y en escena demostr¨® que ahora era ¡°la m¨¢s grande¡±.
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