Acusaciones contra Carlos Vermut: el miedo a no ser cre¨ªdas
El discurso del cineasta est¨¢ cargado de una visi¨®n masculina sobre el uso del cuerpo de las mujeres como objeto de placer, nunca como sujetos de una relaci¨®n igualitaria
Las acusaciones de tres mujeres vertidas en este diario contra el cineasta Carlos Vermut han abierto un proceso de reflexi¨®n sobre las condiciones laborales de quienes intentan convertir el cine en su sustento, un medio fascinante a la vez que tremendamente opaco.
El hecho de que estos testimonios no hayan sido denunciados ante la polic¨ªa impide incluirlos dentro de las cifras oficiales, pero no por ello deben ser desvalorizados. Estudios victimol¨®gicos solventes han probado que no interponer una denuncia no es sin¨®nimo de falsedad del relato, sino un comportamiento propio de un elevado n¨²mero de v¨ªctimas que, ante el miedo a no ser cre¨ªdas, al propio agresor y a los procesos de revictimizaci¨®n que siguen sufriendo, optan por guardar silencio.
El art¨ªculo de Gregorio Belinch¨®n, Ana Marcos y Elena Reina recoge la versi¨®n de las tres mujeres sobre sus respectivas relaciones con Vermut, en las que se repiten unas pr¨¢cticas sexuales acompa?adas de contactos sorpresivos, desprecios e incluso estrangulamientos, y que vienen trianguladas a partir de unas caracter¨ªsticas repetidas como son el sexo, la edad, un pron¨®stico laboral fr¨¢gil, la subordinaci¨®n con respecto al director y la opacidad del medio.
En el art¨ªculo tambi¨¦n se entrevista al propio Carlos Vermut, quien da su versi¨®n, afirmando que ¡°me gustar¨ªa que saliera publicado que he tenido muchas relaciones de muchos tipos siempre queriendo que la otra persona est¨¦ bien. Y creo que haber tenido una vida sexual promiscua y haber tenido sexo de muchos tipos puede llevarte a situaciones como estas¡±.
El brocardo latino excusatio non petita, accusatio manifesta nos permite corroborar que, a partir de las declaraciones de Vermut, hay un fondo de verdad en las acusaciones de las mujeres, sobre todo cuando afirma haber ¡°practicado sexo duro¡±, lo que confunde con ¡°sexo consentido¡± y el ¡°consentimiento inicial¡± con una suerte de patente de corso que le autoriza a hacer lo que quiera con los cuerpos ajenos.
Y es que ese discurso entrecomillado de Vermut es un discurso masculino sobre el uso del cuerpo de las mujeres como objeto de placer, nunca como sujetos de una relaci¨®n igualitaria que se sosten¨ªa en su deseo sexual, y se nutr¨ªa de la relaci¨®n de subordinaci¨®n profesional que manten¨ªa con ellas. A lo que a?ade: ¡°Imag¨ªnate que he subido con una persona a mi casa y estamos en la cama o en el sof¨¢ hablando. Doy por hecho que tiene una intenci¨®n sexual. A lo mejor me acerco a ella, le puedo tocar los pechos, y si esta persona me dice que me aparte, no haga nada m¨¢s. Es que depende del contexto¡±. Dar por hecho que esa persona tiene una intenci¨®n sexual es dar por hecho el consentimiento, presumirlo, por lo que dif¨ªcilmente ha podido asegurarse de que la otra persona ¡°est¨¦ bien¡±. Se contradice, pues, en este punto esencial de su relato.
Las leyes que en este pa¨ªs se han venido aprobando durante los ¨²ltimos a?os han contribuido a crear el caldo de cultivo para que estas mujeres ahora hayan hablado: la reciente ratificaci¨®n por Espa?a del Convenio OIT 190 sobre la eliminaci¨®n de la violencia y el acoso en el mundo del trabajo culmina un proceso de revisi¨®n legislativa que lucha por dignificar los espacios de trabajo.
Quiz¨¢s sea el momento de que el mundo del cine reflexione sobre si est¨¢ ante un fen¨®meno aislado o si se trata de otro de car¨¢cter estructural, normalizado por el propio ¨¢mbito. De ser as¨ª, deber¨¢n plantearse medidas eficaces para favorecer el libre desarrollo de la personalidad de todas las personas a las que da cobijo.
Babelia
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