Paulina Tuchschneider, la novelista que desert¨® del ej¨¦rcito israel¨ª: ¡°Me llamaron hist¨¦rica por exponer la ansiedad de ser soldado¡±
El debut de esta autora visibiliza el deterioro mental de las j¨®venes reclutas en uno de los pocos pa¨ªses con servicio militar obligatorio para mujeres
Israel es uno de los pocos pa¨ªses con servicio militar obligatorio para las mujeres. Dura 24 meses, un a?o menos que el de los hombres. Paulina Tuchschneider (Zabrze, Polonia, 1987), que lleg¨® a Tel Aviv a los dos a?os desde Varsovia, tambi¨¦n fue adiestrada en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Nunca complet¨® su servicio. Desert¨®. ¡°Soy como un alien. Mi sitio no pertenec¨ªa al ej¨¦rcito. Por eso he escrito sobre una hero¨ªna inmersa en otra batalla, la femenina, en la que te ves rodeada de cuerpos y sintiendo que t¨² no eres como las dem¨¢s¡±, explica en una videollamada desde su apartamento en Ramat Gan, cerca de Tel Aviv, donde reside con su pareja y sus gatos, que aparecen en escena en alg¨²n momento de la entrevista.
Montadora en el programa de investigaci¨®n period¨ªstica Hamakor (La fuente), Tuchschneider ha debutado con La soldada, una ficci¨®n que en Israel encendi¨® muchas conversaciones por exponer el absurdo de la guerra y cuestionar lo que nadie se atrev¨ªa a revelar: los estragos mentales de reclutar a pr¨¢cticamente adolescentes que de la noche a la ma?ana se ven sosteniendo un M16 en una mano y un champ¨² en la otra, mientras hacen cola para acceder a las duchas comunes.
Traducida al castellano por Esther Cross en Perif¨¦rica y con un estilo mordaz que lleva al lector entre la carcajada y el espanto, Tuchschneider se ha inspirado en su propia vida para imaginar una ficci¨®n sobre el deterioro psicol¨®gico de una soldada de 18 a?os que se cree m¨¢s lista que las dem¨¢s y acaba inmersa en la Guerra del L¨ªbano de 2006. Fan de Gargabe, Hole y Marilyn Manson, la hero¨ªna de esta historia es destinada al norte de Israel, a una base militar en la que no soporta a esas j¨®venes d¨®ciles que con sus boinas con cuentas de mostacillas, nunca se cuestionan nada en esa hermandad impuesta hacia un destino compartido sin ganas.
Pregunta. La soldada abre muchos debates. ?C¨®mo fue recibida?
Respuesta. En Israel, a muchos hombres no les gust¨®. A otros les encant¨®, pero muchos me llamaron hist¨¦rica y quejica por exponer la ansiedad de ser soldada. Hasta en Argentina, donde tambi¨¦n se ha traducido, me he encontrado con comentarios de hombres en esa l¨ªnea. Y no tiene por qu¨¦ ser as¨ª. Muchas israel¨ªes me escribieron y me dijeron: ¡°Hasta que te le¨ª, sent¨ª que estaba sola, que fui la ¨²nica en vivirlo as¨ª. Yo tambi¨¦n pas¨¦ miedo en el ej¨¦rcito. No sab¨ªa qu¨¦ hacer ni pertenec¨ª nunca a ese lugar¡±. En general, m¨¢s all¨¢ de esas cr¨ªticas puntuales, ha sido incre¨ªble saber que hab¨ªa muchas m¨¢s en esa posici¨®n.
P. M¨¢s que entre bombas o disparos, el relato se mueve entre los granos que explotan las soldadas, la celulitis expuesta por luces tan blancas como hostiles o el terror de orinarse en la litera. ?Por qu¨¦ el cuerpo domina el tono?
R. Porque no se ha hablado lo suficiente de ¨¦l. Ya tenemos suficientes libros sobre la guerra. Yo quer¨ªa hablar de la ansiedad, y esta es una guerra dentro del cuerpo, intentando contenerse, intentando sobrevivir. La soldada trata de hacer todo lo posible para hacerlo, hasta que llega la guerra y todo es demasiado para ella. El cuerpo la traiciona. Esto es lo interesante. A veces el cuerpo te ense?a cosas que la mente no es capaz de decirte.
P. La verg¨¹enza es otra protagonista. La hero¨ªna entiende que, al cabo de los a?os, algunas de las soldadas con las que se entren¨® le retiren el saludo cuando se la encuentren.
R. Vivo en un pa¨ªs problem¨¢tico cuando llega la guerra. Si eres una soldada, se espera que hagas tu trabajo. Quer¨ªa hablar de aquellas que no son buenas soldadas, porque esto, precisamente, puede pasar cuando se recluta por obligaci¨®n a todo el mundo. Y ah¨ª la verg¨¹enza es crucial. Ella ha fallado como soldada, pero no como persona. Cuando est¨¢s en un grupo y eres la que ya no funciona, aquella a la que no pueden controlar; cuando te piden que te vayas, entiendes que no eres tan fuerte como para soportarlo. No quiero decir que esto est¨¦ bien o est¨¦ mal, pero s¨ª sientes que has fallado.
Creo que este es el final del Estado de Israel. Tengo a Ham¨¢s en mi puerta, siento que me pueden secuestrar o matar
P. En un momento de la novela, su protagonista piensa que no es justo que en Tel Aviv haya personas tomando decisiones por ella, que s¨ª est¨¢ viviendo la guerra.
R. El punto de vista del texto es el de una persona muy joven. Va sobre lo que piensas cuando tienes 18 a?os y solo quieres ir de fiesta, beber, pas¨¢rtelo bien y aunque sabes que tienes que ser una soldada, esperas no vivir una guerra. Es normal que ella piense: ¡°?Est¨¢n haciendo lo mejor para nosotras?¡±. Si tienes ese pensamiento rondando, es muy dif¨ªcil ser una buena soldada porque tienes miedo y te vuelves c¨ªnica.
P. En cierto momento de la guerra, ella se pregunta: ?acaso alguien tiene alg¨²n plan?
R. S¨ª, aquello se critic¨® mucho tras la Segunda Guerra del L¨ªbano. Ahora, con esta guerra, sentimos exactamente lo mismo: ?pero es que nadie tiene un plan para el d¨ªa despu¨¦s? ?Est¨¢is haciendo lo mejor para proteger nuestras vidas? A veces sientes que no, todo es muy complicado.
P. ?Qu¨¦ ha cambiado ahora?
R. Yo nunca he pasado tanto miedo como el que estoy sintiendo desde el 7 de octubre [fecha en que se produjo el ataque de Ham¨¢s]. Creo que este es el final del Estado de Israel. Tengo a Ham¨¢s en mi puerta, siento que me pueden secuestrar o matar. Este es el fin. En 2006 no me sent¨ªa as¨ª. Hab¨ªa misiles, pero ahora esos misiles est¨¢n en Tel Aviv. Esto es lo peor que nos ha pasado desde el Holocausto, es una guerra muy distinta.
Ahora, tanto en Israel como en Palestina tenemos al peor gobierno que podr¨ªamos tener. Nadie busca una soluci¨®n.
P. ?Qu¨¦ cree que piensan ahora las soldadas?
R. Pienso mucho en ellas. Son mujeres valientes, estoy en contacto con ellas por mi trabajo y escucho historias que me dejan boquiabierta. Es la primera vez que las mujeres tienen acceso a los tanques, y eso ha sido todo un tema en Israel. La gente dec¨ªa que no podr¨ªan hacerlo. Por un lado, veo a todas estas mujeres incre¨ªbles defendiendo a su pa¨ªs en un momento tan crudo. Por otro, no puedo evitar pensar: ?habr¨¢ mujeres que tengan miedo, que solo quieran irse a su casa? Pienso en ellas y en ese lado, en esas mujeres que se digan: ¡°No quiero luchar. Tengo miedo¡±.
P. Su protagonista dice que nunca ha pensado en el enemigo ni en la vida de los palestinos. ?Cree que es un sentimiento que tambi¨¦n ocurre ahora?
R. Tenemos un problema en Israel que no estamos enfrentando. Ham¨¢s es horrible. Pero tambi¨¦n hay dos millones de personas viviendo en Gaza. Sus l¨ªderes son lo peor y nuestros l¨ªderes son lo peor. Todos tenemos al peor gobierno que podr¨ªamos tener porque nadie busca una soluci¨®n. Eso no significa que la gente de aqu¨ª sea cruel con los palestinos, pero a veces ignoramos el problema. Queremos vivir como la protagonista, evadidos y sin tener que lidiar con esto. Solo que ahora no puedes porque te explota en la cara. No puedes ignorar lo que pasa en tu barrio, no puedes ignorar lo que te rodea.
P. ?Y qu¨¦ se puede hacer?
R. Esto es una bomba de relojer¨ªa. Yo nunca hab¨ªa estado tan triste, siempre hab¨ªa cre¨ªdo que lo que nos quedaba era que hab¨ªa buena gente en los dos bandos, que alg¨²n d¨ªa nos encontrar¨ªamos para buscar una soluci¨®n. Pero ahora mismo solo puedo pensar en una escalada de violencia. En c¨®mo va a crecer esta guerra.
P. Su novela se va a adaptar al cine, ?c¨®mo se la imagina?
R. ?Sabes todas esas im¨¢genes de las pel¨ªculas como Salvad al soldado Ryan, con las granadas cayendo de forma ¨¦pica? Pues no va a ser as¨ª para nada. Yo solo quiero destacar escenas como la de la ducha, con mujeres sac¨¢ndose tampones, luchando por colocar su toalla en un espacio seco y poni¨¦ndose champ¨² en el pelo. Ya lo tengo todo escrito y mi marido ser¨¢ el director, as¨ª que ser¨¢ perfecto.
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