Depeche Mode apabulla con un sensacional concierto en Madrid
El grupo brit¨¢nico llena el WiZink Center con 17.000 personas y triunfa con una exhibici¨®n de su cantante, Dave Gahan, y un sonido poderoso
Se apagan las luces. Entonces, surge una iluminaci¨®n p¨²rpura y se abre paso un sonido industrial de graves. No nos hemos equivocado: estamos en un concierto de Depeche Mode. Tambi¨¦n por la apasionada recepci¨®n: 17.000 personas, entradas agotadas. Al igual que ma?ana jueves en este mismo recinto (WiZink Center de Madrid), el 16 en el Palau Sant Jordi de Barcelona y el 21 en el BEC de Bilbao. Es el refrendo a una carrera coherente e ¨ªntegra, con sus l¨®gicos periodos valle; quiz¨¢, junto a The Cure, la trayectoria m¨¢s respetable de las bandas que triunfaron en los ochenta y siguen en activo. Una afirmaci¨®n que ninguno de los que estuvieron anoche en su concierto madrile?o podr¨¢ rebatir. Depeche Mode apabull¨® durante dos horas y cuarto en un recital sensacional lleno de cl¨¢sicos, con paradas en su nuevo trabajo y con un anfitri¨®n, Dave Gahan, absolutamente deslumbrante.
El grupo brit¨¢nico ha ido perdiendo integrantes a lo largo de cuatro d¨¦cadas de vida (primero con las deserciones de Vince Clarke y Alan Wilder, y luego por el fallecimiento de Andy Fletcher), pero el ahora d¨²o (Dave Gahan y Martin Gore) mantiene un compromiso art¨ªstico inc¨®lume. Para demostrar que siguen vivos creativamente, anoche abrieron el concierto con dos temas de su nuevo trabajo, Memento Mori, de 2023: la apocal¨ªptica My Cosmos Is Mine, y Wagging Tongue, la canci¨®n que querr¨ªan componer hoy U2, pero que no les sale. Es sorprendente la escasez de cacharrer¨ªa el¨¦ctrica que utiliza el grupo y, sin embargo, la rocosa armadura sonora que genera. El ¨²nico instrumento que apenas se toma descanso es la bater¨ªa de ese portento de las baquetas que es el austriaco Christian Eigner. Con su asombrosa manipulaci¨®n, Eigner parece dirigir una orquesta. Adem¨¢s del baterista, solo otros tres hombres en el escenario, uno de ellos sin tocar. Pero lo que aporta Dave Gahan supone un punto y aparte.
Con traje negro, camisa clara, elegant¨ªsimo, sexi y con unas botas blancas de tac¨®n flamenco, Gahan pareci¨® un Romeo nocturno con pinceladas de un histri¨®nico y c¨ªnico Joker (versi¨®n Joaquin Phoenix). Exhibi¨® el cantante unos movimientos de una plasticidad que admirar¨ªa Nureyev. Una proeza para un hombre que ha utilizado su hoy fibroso cuerpo para experimentar con toda clase de qu¨ªmicas alucin¨®genas y que en un par de meses cumplir¨¢ 62 a?os. Hasta sus gr¨¢ciles chasquidos de dedos fueron una obra de arte pl¨¢stica. Y su voz, potente y grave, llen¨® de dramatismo el pabell¨®n. Como contraste, Martin Gore, con cabellera rubia encrespada, permaneci¨® casi todo el concierto est¨¢tico, concentrado en los teclados unas veces y otras en la guitarra el¨¦ctrica y efectuando unos atinad¨ªsimos coros. Estuvo sensacional especialmente con la guitarra, toc¨¢ndola sin exhibicionismos, de forma contenida y extrayendo unos sonidos a la vez punzantes y hermosos. Gore tuvo su protagonista como voz principal a la mitad de concierto, interpretando Strangelove y Somebody, que encaden¨® con sensibilidad. Fueron los minutos m¨¢s relajados del concierto. Cuando retom¨® la tarima Gahan, pirope¨® a su compa?ero: ¡°Una maravillosa voz angelical¡±.
El escenario fue sobrio y bonito, con una pantalla gigante en la parte de atr¨¢s donde alternaron fragmentos de videoclips con im¨¢genes de lo que pasaba en el escenario. Una enorme letra M aparec¨ªa sobreimpresionada en la pantalla y surg¨ªan unos art¨ªsticos visuales. Del escenario sal¨ªa una pasarela por la que Gahan ocasionalmente se deslizaba (decir que camin¨® no se atendr¨ªa a la realidad) para permanecer a escasos metros del p¨²blico de la pista. El cantante se dirigi¨® a la audiencia con maestr¨ªa y finura. Nada de gritos y ¡°vengas¡±. No, no. ?l mov¨ªa el cuerpo y la gente le segu¨ªa, hipnotizada. Porque el recital transcurri¨® bajo su distinguido dominio, sin grandes concesiones a la demagogia de pabell¨®n. Solo al final, en Just Can¡¯t Get Enough, Gahan jug¨® con el p¨²blico al ¡°oeeeeeeeh¡±.
El cantante mont¨® un buen equipo est¨¦tico con el pie del micr¨®fono, que fue su sumisa pareja de baile durante toda la noche. Hasta cuando se agarr¨® con una mano los genitales y empuj¨® la pelvis con lascivia lo realiz¨® con clase. Una humilde recomendaci¨®n para el sector masculino: no lo intenten y menos rodeados de gente, porque nunca les saldr¨¢ como al cantante de Depeche Mode.
Sonaron cl¨¢sicos como Policy of Truth, Walking in My Shoes, I Feel You, It¡¯s No Good... Dedicaron Behind the Wheel a Andy Fletcher, y en Enjoy the Silence invitaron a una bailaora, Bel¨¦n L¨®pez, para que aportara un toque flamenco con su vertiginoso taconeo. Mucho mejor este gui?o al pa¨ªs de acogida que recurrir a ondear una bandera de Espa?a, d¨®nde va a parar. A continuaci¨®n, se tomaron un breve descanso para encadenar cuatro piezas finales infalibles que pusieron el WiZink a sus pies: Waiting for the Night, Just Can¡¯t Get Enough, Never Let Me Down Again y una versi¨®n muy rockera de Personal Jesus.
Cuando se abrazaron los cuatro en el borde del escenario para despedirse del p¨²blico, Gore alz¨® el brazo e indic¨® con su dedo ¨ªndice a Gahan: hasta su compa?ero se rindi¨® al vocalista.
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