La ¡®Pasi¨®n seg¨²n San Juan¡¯ de Bach sigue despertando pasiones en Leipzig tres siglos despu¨¦s
El tercer centenario del estreno de la primera Pasi¨®n conservada del compositor alem¨¢n en la Nikolaikirche en 1724 se ha conmemorado con su interpretaci¨®n de tres maneras radicalmente diferentes en otros tantos espacios de la ciudad
Este a?o se acumulan los aniversarios en el Festival Bach de Leipzig y la conmemoraci¨®n del tercer centenario del segundo ciclo anual de cantatas del compositor alem¨¢n, compuestas la mayor parte en torno a la melod¨ªa y el texto de un coral (de ah¨ª su denominaci¨®n de ¡°cantatas corales¡±), a su vez un m¨¢s que probable homenaje al primer himnario luterano impreso en Wittenberg en 1524, coincide tambi¨¦n con la del estreno de la Pasi¨®n seg¨²n San Juan en la Nikolaikirche de la ciudad sajona el 7 de abril de 1724. Por entonces, la pr¨¢ctica de interpretar la Pasi¨®n de Cristo en forma de oratorio el d¨ªa de Viernes Santo, aunque ya consolidada en el norte de Alemania, era relativamente reciente en la conservadora Leipzig, adonde lleg¨® por primera vez en 1717, solo seis a?os antes de que Bach ocupara el puesto de Cantor de la Thomasschule y, de resultas de ello, principal responsable de la m¨²sica religiosa que se interpretaba en la ciudad.
Contamos con una partitura aut¨®grafa de Bach realizada en 1736 que recoge la que podr¨ªa considerarse versi¨®n definitiva de la Pasi¨®n seg¨²n San Mateo; de su antecesora, sin embargo, no nos ha llegado ninguna partitura sancionada por la auctoritas de Bach, ya que este comenz¨® a preparar a finales de la d¨¦cada de 1730 una copia aut¨®grafa a limpio que qued¨® bruscamente interrumpida tras el d¨¦cimo folio. Y no s¨®lo eso, sino que tenemos constancia de la existencia de hasta cuatro versiones diferentes (lo que no excluye la posibilidad de que no fueran m¨¢s en su d¨ªa), de 1724, 1725, ca. 1732 y ca. 1749, que presentan divergencias manifiestas entre s¨ª y que se hallan envueltas, asimismo, en una cierta aura de misterio, hasta el punto de que la propia dataci¨®n precisa de dos de ellas se presenta como una empresa plagada de dudas y dificultades.
El Festival Bach ha decidido ofrecer, claro est¨¢, la primera versi¨®n de 1724, a pesar de que no es posible dibujar con precisi¨®n sus perfiles originales (excepci¨®n hecha de los diez primeros n¨²meros). Lo hizo en la Thomaskirche el pasado jueves por la tarde, aunque el 8 de junio, en la Plaza del Mercado, al aire libre, se hab¨ªa ofrecido ya la obra en una interpretaci¨®n concebida especialmente para discapacitados auditivos. Se confi¨® la direcci¨®n a Andreas Reize, el actual Thomaskantor y sucesor directo, por tanto, de Johann Sebastian Bach: el Thomanerchor atesora ya m¨¢s de ocho siglos de historia ininterrumpida. Olvidadas por fortuna las controversias que acompa?aron a su nombramiento (por su origen suizo y su fe cat¨®lica), Reize apost¨® por una versi¨®n casi camer¨ªstica, con tan solo 24 cantantes en el coro y un grupo instrumental asimismo muy reducido (la Akademie f¨¹r Alte Musik Berlin), todos ellos ubicados no debajo del ¨®rgano de la fachada principal, como suele ser lo habitual, sino a uno y otro lado del ¨®rgano ¡°peque?o¡± de la galer¨ªa norte. No lleg¨® al extremo de utilizar a ni?os solistas para cantar las arias de soprano y contralto (como s¨ª ha hecho, con excelentes resultados, en su reciente grabaci¨®n de la obra para el sello Rondeau), pero es muy probable que lo que pudo escucharse se asemejara no poco a lo que debi¨® de sonar en la Nikolaikirche hace tres siglos.
Situado justo detr¨¢s del organista, flanqueado por el Evangelista y Jes¨²s, y con instrumentistas y cantantes repartidos a ambos lados del ¨®rgano, ya desde el coro inicial, Herr, unser Herrscher, en el que se superponen flautas y oboes dialogando con dise?os largos sincopados y ricos en disonancias, la cuerda en el centro con una actividad incesante en semicorcheas y en el continuo, en cambio, un estatismo casi inalterable, con la nota Sol (el coro est¨¢ en Sol menor) repetida incansablemente en corcheas durante los nueve primeros compases, qued¨® claro que Reize se decantaba por reforzar al m¨¢ximo las tensiones y el dramatismo de la obra, pero sin incurrir en un solo exceso. No dirigi¨® dos corales de igual forma y dej¨® que el gran ¨®rgano (casi omnipresente a lo largo de toda la obra) improvisara a veces peque?os puentes en los puntos cadenciales o entre las dos estrofas de un coral.
Reforz¨® tambi¨¦n el esquema perfectamente sim¨¦trico de la obra, cargando las tintas en lo que Friedrich Smend denomin¨® en un estudio ya cl¨¢sico el ¡°coraz¨®n¡± (Herzst¨¹ck) de la composici¨®n, que comprender¨ªa los n¨²meros 18b a 25b, con el coral Durch dein Gef?ngnis como centro conceptual de toda la composici¨®n (la paradoja de que nuestra libertad se alcance por medio de la cautividad de Cristo) y eje en torno al cual se disponen sim¨¦tricamente los seis coros emparejados en tres bloques. Los ni?os y j¨®venes del Thomanerchor demostraron un soberbio estado de forma, lindando con la perfecci¨®n sonora, estil¨ªstica y dram¨¢tica en todas sus intervenciones. Raphael H?hn ha madurado notablemente su encarnaci¨®n del Evangelista (est¨¢ claro que ha aprendido mucho de Reize) y el bajo Daniel Ochoa fue un Jes¨²s algo hier¨¢tico y con un enorme empaque vocal. Alexander Chance cant¨® las dos arias de contralto a su inalcanzable nivel habitual (y con su envidiable facilidad), mientras que la soprano Elisabeth Breuer ray¨® a un nivel sensiblemente inferior en sus dos intervenciones. La Akademie f¨¹r Alte Musik Berlin, que ha grabado la obra con Reize, tuvo una de las m¨¢s completas prestaciones que se le recuerdan y es evidente que se ha beneficiado tambi¨¦n claramente del magisterio del director suizo, un m¨²sico que transmite much¨ªsimo con sus gestos y que, como corrobor¨® el d¨ªa siguiente en una conversaci¨®n p¨²blica con Michael Maul (el director del festival, que defini¨® gr¨¢ficamente el aria para tenor Ach, mein Sinn como las palabras cantadas por un animal enjaulado) posee un conocimiento exhaustivo de las fuentes y gusta de cuidar hasta el ¨²ltimo detalle de la pr¨¢ctica interpretativa hist¨®rica: no se utiliz¨®, por ejemplo, el bassono grosso que Bach debi¨® de decidir incorporar m¨¢s tarde. Los aplausos finales parec¨ªan no querer terminar nunca.
El s¨¢bado por la tarde, la triple conmemoraci¨®n tuvo una nueva entrega, muy diferente a su vez de las dos anteriores. En la Peterskirche se levantaron los bancos para montar en el centro una estructura cuadrangular alrededor de la cual se dispusieron sillas de madera para el p¨²blico. Al entrar en la iglesia, hab¨ªa una serie de aparentes cad¨¢veres sobre el suelo cubiertos con s¨¢banas llenas de sangre. Tobias Hunger, que cantar¨ªa luego las arias de tenor, empez¨® a interpretar el aria Bleibt, ihr Engel, bleibt bei mir!, justamente la misma con que hab¨ªa concluido el concierto de Daniel Johannsen del jueves en el que entrelazaba canciones de Winterreise de Schubert y arias de cantatas de Bach. Una trompeta toc¨® la melod¨ªa del coral desde lo alto de una galer¨ªa de la iglesia: es el mismo coral, Ach Herr, lass dein lieb Engelein, con que se cierra la Pasi¨®n seg¨²n San Juan, con lo cual se crea una especie de simb¨®lico reencuentro de alfa y omega. Durante la introducci¨®n instrumental de Herr, unser Herrscher, los muertos se levantan y todos los miembros del coro, vestidos de calle, empiezan a cantar a un palmo literalmente del p¨²blico. Su primer coral, O gro¦Âe Lieb, lo entonan de rodillas y el segundo, Dein Will gescheh, sentados, coron¨¢ndolo al final por un grito colectivo. A partir de ah¨ª se suceden tanto sobre el armaz¨®n central como en torno a ¨¦l acciones esc¨¦nicas no siempre f¨¢cilmente comprensibles y quiz¨¢ no todas necesarias, pero s¨ª vinculadas con los hechos de la Pasi¨®n.
Mayor inter¨¦s revisten algunas de las sorprendentes decisiones musicales, como asumir todo el coro al un¨ªsono peque?os fragmentos del relato del evangelista; cantar todas las sopranos el da capo del aria Ich folge dir gleichfalls (tras el cual se abrazan unas a otras) o la soprano solista el da capo del aria de tenor Erw?ge, wie sein blutgef?rbter R¨¹cken; arrogarse el coro en muchos casos las palabras de Pedro o una mujer parte del relato evang¨¦lico; repetir el coro a modo de eco el final de la narraci¨®n del llanto de Pedro tras sus tres negaciones (¡°und weinete bitterlich¡±) o hacer otro tanto cuando se narran los primeros azotes a Jes¨²s; introducir un largu¨ªsimo silencio despu¨¦s de la trascendental pregunta de Pilato: ¡°Was ist Wahrheit?¡± (¡°?Qu¨¦ es la verdad?¡±); o, por no alargar m¨¢s la relaci¨®n, interpretar a capela el coral final, durante el cual vuelven a tenderse en el suelo todos los muertos del principio. No es un espect¨¢culo perfecto, y por momentos se antoja demasiado confuso, pero tiene momentos dram¨¢ticamente impactantes, que resaltan, como hizo Die Apokalypse en la ?pera de Leipzig el martes, que la m¨²sica de Bach se adecua como un guante a un entorno dram¨¢tico y teatral. El coro aficionado Vox Bona, de Bonn, cant¨® enteramente de memoria (al igual que los solistas), con el m¨¦rito a?adido de tener que moverse incesantemente por la iglesia. BonnBarock (esta vez s¨ª, con el bassono grosso) aport¨® un eficac¨ªsimo respaldo instrumental dirigido por Karin Freist-Wissing, cuya imagen pod¨ªa seguirse en pantallas situadas en los cuatro lados de la iglesia para servir de referencia a coro y solistas. Aunque tuvo que sustituir en el ¨²ltimo momento al anunciado Sebastian Kohlhepp, el m¨¢s aplaudido al final fue el tenor Benedikt Kristj¨¢nsson, el inolvidable cantante-para-todo de la Passion ¨¤ trois de hace dos a?os en la Plaza del Mercado. Magn¨ªfica e hiperexpresiva la contralto Charlotte Quadt y decepcionante Erik Sohn como Jes¨²s. Lejos de rasgarse las vestiduras ante esta cuasideconstrucci¨®n esc¨¦nica de la Pasi¨®n seg¨²n San Juan, el p¨²blico aplaudi¨® largamente con entusiasmo puesto en pie y al final se oy¨® a un hombre exclamar genuinamente emocionado: ¡°Das war gro¦Âartig!¡±, es decir, ¡°?Esto ha sido sensacional!¡±. No le faltaba raz¨®n: tres siglos despu¨¦s de su estreno en Leipzig, la primera de las Pasiones de Bach sigue conmoviendo a sus modernos conciudadanos.
Los ¨²ltimos d¨ªas del festival han dado para m¨¢s y, hablando de conmover, el momento m¨¢s emotivo ha sido sin duda la entrega de la Medalla Bach el viernes por la ma?ana al clavecinista y pianista Andreas Staier. El acto se celebr¨® en el Antiguo Ayuntamiento, en cuya sala principal cuelgan los retratos de los electores de Sajonia y burgomaestres de Leipzig. Como ninguno de los coet¨¢neos de Bach supo apreciar su talento, era imposible no pensar en lo parad¨®jico de estar all¨ª reunidos para la solemne ceremonia de entrega de la Medalla Bach de la Ciudad de Leipzig, incluido su actual alcalde, Torsten Bonew. La laudatio corri¨® a cargo de Peter Wollny, el director del Bach-Archiv, que hizo justicia a los much¨ªsimos m¨¦ritos de Staier para recibir una distinci¨®n conferida en el pasado a m¨²sicos de la talla de Gustav Leonhardt, Nikolaus Harnoncourt, Masaaki Suzuki o Andr¨¢s Schiff. Staier, que hab¨ªa iniciado el acto con un peque?o recital de clave coronado por la Partita n¨²m. 4 (que Bach tuvo que autoeditarse aqu¨ª en Leipzig en 1728), ofreci¨® tras las diversas alocuciones, como despedida, la Sarabande de la Suite francesa n¨²m. 5, y en su propio discurso record¨® su primer viaje a Leipzig en 1985 y c¨®mo hab¨ªa dormido en un sof¨¢ del apartamento de su amiga Christine Schornsheim, que pocos minutos despu¨¦s toc¨® en las Salles de Pologne una versi¨®n muy desigual, pero llena de destellos de gran clase, de las conocidas como Variaciones Goldberg.
Por seguir con las casualidades (o no), el d¨ªa siguiente, en la iglesia de la universidad, actu¨® su antiguo compa?ero de viaje Reinhard Goebel, el fundador de Musica Antiqua K?ln, que hace a?os que ya no puede tocar el viol¨ªn (aunque lo intent¨® hasta el final intercambiando incluso los cometidos de ambos brazos, algo ¨²nicamente imaginable en alguien con su f¨¦rrea determinaci¨®n). El anta?o enfant terrible de la m¨²sica antigua dirigi¨® sentado y ?con batuta!: la ¨²nica que ha podido verse en Leipzig estos d¨ªas, por supuesto. Casi nada en su concierto tuvo sentido: el Neues Bachisches Collegium Musicum toca con instrumentos modernos (violonchelos con picas, oboes con llaves, trompetas con v¨¢lvulas) y Goebel les reclama largos ritardandi m¨¢s propios de Karajan y marca tempi de una lentitud desusada. Es decir, justo lo contrario de lo que caracteriz¨® durante a?os a sus propias interpretaciones: a correr no le ganaba nadie. La soprano Elisabeth Breuer volvi¨® a tener una actuaci¨®n muy poco convincente, no tanto por verse obligada a cantar con frecuencia a c¨¢mara lenta, al comp¨¢s de la batuta de Goebel, como por afrontar un repertorio que no es el id¨®neo para ella, sobre todo la exigent¨ªsima cantata Jauchzet Gott in allen Landen, ya que su voz se tensa y suena incomod¨ªsima por encima del La agudo y no logra sortear con nitidez las agilidades. Hab¨ªa que frotarse los ojos y dar cr¨¦dito a los o¨ªdos para escuchar lo que se escuch¨®, casi tanto como en el umbral interpretativo m¨¢s bajo de esta semana en la Bachfest, con la violinista H¨¦l¨¨ne Schmitt desfigurando hasta lo irreconocible las extraordinarias Sonatas del Rosario de Biber. Y tampoco se situaron muy por encima Ton Koopman y su Coro y Orquesta Barroca de ?msterdam en el concierto que clausur¨® el ciclo de cantatas corales el pasado viernes en la Nikolaikirke, a¨²n m¨¢s tedioso e insufrible que el ya comentado en la cr¨®nica anterior del mi¨¦rcoles en la misma iglesia. En m¨¢s de un momento se roz¨® el desastre.
Por suerte, el tramo final del festival ha deparado momentos mucho mejores. El s¨¢bado por la noche, uno de los coros m¨¢s prestigiosos de Alemania, la Gaechinger Cantorey de Stuttgart, se acerc¨® a la perfecci¨®n en un programa interesant¨ªsimo integrado por dos cantatas corales de Mendelssohn, uno de los impulsores de la Bach-Gesellschaft (aunque muri¨® antes de su fundaci¨®n), y un motete de Brahms, que no pudo participar en aquel hist¨®rico nacimiento por edad (ten¨ªa 17 a?os), pero que d¨¦cadas m¨¢s tarde expres¨® el deseo de vivir lo suficiente como para ver completada la gesta de la primera edici¨®n de las obras completas de Bach: muri¨® ocho meses antes de que viera la luz el ¨²ltimo volumen. El programa se completaba con dos cantatas de Bach reorquestadas por el propio Brahms, Christ lag in Todesbanden, conocida desde hace mucho, y Ich hatte viel Bek¨¹mmernis, cuya partitura localiz¨® Robert Pascall en el archivo de la Wiener Akademie en 2013. Hans-Christoph Rademann dirigi¨® con aut¨¦ntica maestr¨ªa tanto las obras arcaizantes de Mendelssohn y Brahms como las dos cantatas de Bach revisitadas con gran respeto por el compositor hamburgu¨¦s. Si la Gaechinger Cantorey impresion¨® por su calidad, la Orquesta Barroca de Friburgo, con varios espa?oles en sus filas, tuvo tambi¨¦n una actuaci¨®n sobresaliente: ?qu¨¦ bien suena tambi¨¦n la m¨²sica de Bach con el a?adido de clarinetes, fagotes, trompas y trombones! Fue un concierto mod¨¦licamente concebido y excelent¨ªsimamente interpretado.
Ya el domingo, la Orquesta Barroca de Friburgo en solitario toc¨® un concierto m¨¢s bien de circunstancias en la Kupfersaal, de ac¨²stica poco propicia y escenario en exceso peque?o para acomodar a todos los instrumentistas. Lo mejor, la oportunidad de escuchar un concierto para teclado de Carl Philipp Emanuel Bach con el siempre solvente Kristian Bezuidenhout. Adem¨¢s de agradecerle que hayan llegado hasta nosotros muchos manuscritos fundamentales de su padre, y ahora que por fin se han editado y son de libre acceso sus obras completas, hay que rendirse ante su sabidur¨ªa compositiva, un dechado de fantas¨ªa y originalidad. Uno de esos manuscritos sin los que la humanidad ser¨ªa mucho m¨¢s pobre es el de la Misa en Si menor, la obra elegida para el concierto de clausura el domingo por la tarde en la Thomaskirche, que no ha podido contar con unos abogados mejores: el Collegium Vocale de Gante, fundado hace la friolera de 54 a?os por Philippe Herreweghe.
Podr¨¢n ponerse todos los reparos que se quieran a su t¨¦cnica directorial propiamente dicha, sobre la que ¨¦l mismo bromea, pero pocos podr¨¢n discutirle al belga el hecho de haber cincelado un estilo bachiano absolutamente reconocible y muy personal. A Leipzig ha venido con sus mejores mimbres y la Thomaskirche, claro, impone y hace subir el nivel de exigencia. Con una gestualidad muy parca, fomentando lo colectivo por encima de lo individual, Herreweghe propuso una Misa org¨¢nica, congruente, como dibujada de un solo trazo y con cada una de sus secciones culminada con acordes finales de sonoridad perfecta y con la duraci¨®n justa. Con solistas que gozan desde hace a?os de su confianza (las sopranos Dorothee Mields y Hana Bla?ikov¨¢) y otros ganados para su causa m¨¢s recientemente (Alex Potter y, sobre todo, el tenor Guy Cutting y el bajo Johannes Kammler), con ese prodigio vocal que son los cantantes del Collegium Vocale (al que se unen los cinco solistas en todos los coros) y un grupo instrumental liderado por la magn¨ªfica violinista Christine Busch, y en el que solo tuvo alg¨²n desliz el trompista en su arriesgad¨ªsimo solo del Quoniam, si bien no se arredr¨® tras los peque?os fallos y mostr¨® un arrojo extraordinario al a?adir incluso ornamentaciones no escritas, Herreweghe demostr¨® que es merecedor como pocos de la Medalla Bach de la Ciudad de Leipzig que recibi¨® en 2010.
El que hac¨ªa el concierto n¨²mero 157 del festival no ha podido ser un mejor corolario para un festival en el que ha brillado como pocas veces el genio de Bach gracias a la interpretaci¨®n ¨ªntegra de las cantatas corales que compuso hace tres siglos. Ya se ha anunciado parte del contenido del festival de 2025, que girar¨¢ en torno al lema ¡°Transformaci¨®n¡±: la que experiment¨® la propia m¨²sica de Bach (incluida aquella que prepara para el bien morir: la transformaci¨®n por antonomasia) y, por supuesto, la de sus oyentes al escucharla.
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