Isma¨ªl Kadar¨¦, hacer literatura normal en tiempos anormales
El escritor, recuerda su editor espa?ol, simpatiz¨® en su juventud con el comunismo, pero pronto se dio cuenta de que ¡°todo el sistema era represivo, desastroso¡±
Es el escritor m¨¢s conocido y traducido de las letras albanesas, eterno candidato al premio Nobel. Su labor literaria fue reconocida con el Premio Pr¨ªncipe de Asturias en 2009 y el International Man Booker Prize, entre otros. Le gustaba escribir en los caf¨¦s. Tanto en Par¨ªs, donde se exili¨® en 1990, como cuando viv¨ªa en la Albania de Enver Hoxha, en uno de los pocos caf¨¦s que dejaron los comunistas al llegar al poder, en el Caf¨¦ Tirana, donde se reun¨ªan los escritores y artistas. Isma¨ªl Kadar¨¦ dec¨ªa que lo llamaban el Caf¨¦ de los Tres Tercios por su clientela: un tercio hab¨ªa perdido la raz¨®n, otro hab¨ªa pasado por la c¨¢rcel y el tercero eran candidatos a pisarla.
Kadar¨¦ se inici¨® en la escritura leyendo Macbeth. Buscaba su inspiraci¨®n en los cl¨¢sicos griegos (principalmente Esquilo), como se ve en El monstruo; en las tradiciones albanesas como el Kanun, el c¨®digo ancestral por el que tomarse la justicia por su mano, caso de Abril quebrado; o en episodios del pasado hist¨®rico balc¨¢nico, como en Tres cantos f¨²nebres por Kosovo o El cerco.
En la Albania comunista no hab¨ªa censura previa, lo que llev¨® a los escritores a autocensurarse. Si un autor era censurado, todas sus obras desaparec¨ªan de bibliotecas y librer¨ªas, y pod¨ªa no volver a publicar y terminar en la c¨¢rcel. Para evitarlo, Kadar¨¦ tuvo que recurrir a la alegor¨ªa. En El general del eje?rcito muerto, su primera novela, para retratar la paranoia del re?gimen que llen¨® el pa¨ªs de b¨²nkeres ¡ªadem¨¢s de otros aspectos como el individualismo de los albaneses y sus creencias¡ª utiliza como excusa el viaje por Albania de un general italiano y un cura castrense para recuperar los cuerpos de sus compatriotas cai?dos en la Segunda Guerra Mundial. La pir¨¢mide se desarrolla en el Egipto del fara¨®n Keops; pero nadie dudaba al leerla que lo que reflejaba era la Albania comunista de Enver Hoxha, y no deja de ser parad¨®jico que cuando ¨¦ste muri¨®, su hija le erigiera un monumento en Tirana que parece una pir¨¢mide. El palacio de los suen?os la ambienta en una aparente provincia del decimono?nico Imperio otomano, regida por un de?spota, en la que hay una institucio?n que recopila, cataloga y analiza los suen?os de los su?bditos para prevenir disensiones; un juego de espejos para retratar con esta perversio?n totalitaria a la sociedad comunista.
Un sistema represivo
Kadar¨¦ simpatiz¨® en su juventud con el comunismo, pero pronto se dio cuenta de que ¡°todo el sistema era represivo, desastroso¡±. Estaba considerado como uno de los grandes escritores de la Albania comunista. Habi?a sido becado para estudiar en el Instituto Gorki de Moscu?, donde se formaban los escritores de los pa¨ªses comunistas, al que Kadar¨¦ defini¨® como una ¡°factor¨ªa para fabricar plum¨ªferos dogm¨¢ticos de la escuela del realismo socialista¡±. Formo? parte de delegaciones culturales internacionales, viajes en los que pudo tener acceso a obras prohibidas en Albania como Contra toda esperanza, de Nadiezhda Mandelstam. Fue diputado tres veces entre 1970 y 1982. Los diputados los nombraba Hoxha y ¡°si alguien lo rechazaba era eliminado, asesinado¡±, dec¨ªa Kadare?. Pero desconfiaban de e?l, y asi? lo noto? en alguna ocasio?n de parte del propio Enver Hoxha quien le regal¨® unas obras completas de Balzac para que cambiara su estilo literario. Para el poder siempre fue un autor ¡°decadente¡± y un ¡°agente de Occidente¡±.
Aunque estuvo a punto de ser detenido en 1982, pensaba que el r¨¦gimen no se atrever¨ªa por la fama que hab¨ªa adquirido internacionalmente al ser traducidas sus obras. Sin embargo, lo que tem¨ªa es que pudiera sufrir un ¡°accidente¡± y que el r¨¦gimen le enterrara con todos los honores. Con tal fin urdi¨® una trama con su editor franc¨¦s Claude Durand. En los viajes que hac¨ªa Durand a Albania, o cuando le dejaban salir a Kadar¨¦ para promocionar sus libros en Francia donde hab¨ªa adquirido un notable ¨¦xito, uno y otro se llevaban folios mecanografiados de una supuesta traducci¨®n que estaba haciendo de un autor alem¨¢n, Siegfried Lenz. En realidad, los folios conten¨ªan distintas obras de Kadar¨¦ que Durand guardaba en su caja fuerte de Par¨ªs junto a una lista con los equivalentes albaneses de los nombres y lugares germ¨¢nicos que aparec¨ªan en esa supuesta traducci¨®n. En caso de que Kadar¨¦ sufriera un ¡°accidente¡±, Durand deb¨ªa cambiar los nombres y lugares, y publicar dichas obras dejando constancia de que Kadar¨¦ no era un autor del r¨¦gimen. De esta manera salieron del pa¨ªs sus novelas y relatos La sombra, El vuelo de la cig¨¹e?a y La hija de Agamen¨®n. Un episodio que bien podr¨ªa formar parte del guion de una pel¨ªcula de esp¨ªas de la Guerra Fr¨ªa.
Otra curiosidad de su relaci¨®n con su editor franc¨¦s es que consigui¨® hacer de Kadar¨¦ un gran conocedor de vinos, de lo que soy testigo. Dado que el r¨¦gimen se quedaba con la mayor parte de los derechos de autor que generaban sus obras publicadas en el extranjero, Durand decidi¨® pagarle envi¨¢ndole cada A?o Nuevo varias docenas de excelentes vinos franceses. Lo que no sabemos es si le llegaban todas.
Cuando ya se hallaba exiliado en Par¨ªs, como hizo anteriormente el polaco Czeslaw Milosz, Kadar¨¦ critic¨® en varias ocasiones a sus hom¨®logos franceses el haber apoyado y elogiado a los sistemas comunistas, especialmente, la Revoluci¨®n Cultural china. Por otro lado, a ¨¦l se le critic¨® el que no se hubiera exiliado antes de 1990, en vida de Hoxha. Pudo hacerlo cuando viajaba a Francia, pero sab¨ªa que su familia ser¨ªa represaliada, como sol¨ªa ocurrir en todos los pa¨ªses comunistas, trasunto de su novela R¨¦quiem por Linda B. Como la poeta rumana Ana Blandiana, tambi¨¦n premio Princesa de Asturias, Kadar¨¦ no se consideraba propiamente un disidente, dec¨ªa que lo ¨²nico que quiso fue ¡°hacer literatura normal en tiempos anormales¡±.
Su ¨²ltima novela publicada en Espa?a es Tres minutos, sobre una conversaci¨®n entre Stalin y Boris Pasternak ¡ªla campa?a sovi¨¦tica contra Pasternak ya lo hab¨ªa abordado en El ocaso de los dioses de la estepa¡ª. Hablando de sus obras en Espa?a, antes de terminar quisiera recordar a quienes hicieron posible que Kadar¨¦ fuera conocido en nuestro pa¨ªs: su traductor, Ram¨®n S¨¢nchez Lizarralde; tras su fallecimiento, su viuda, Mar¨ªa Roces; y el editor Mario Muchnik, mi maestro.
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