Los ecos del caso Rubiales suben a escena en ?msterdam
El grupo neerland¨¦s TG Toetssteen presenta ¡®El beso¡¯, una obra inspirada en conductas como la del expresidente de la Real Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol con la jugadora Jenni Hermoso
¡°No hago nada. No la toco. El f¨²tbol es emoci¨®n y estamos contentos¡±, dice Leopold Steels, presidente de un imaginario equipo femenino neerland¨¦s de f¨²tbol, cuando le muestran en un tel¨¦fono la secuencia del beso en la boca que acaba de darle a una de las jugadoras, vencedoras de un campeonato nacional. El triunfo ha sido una sorpresa y Leopold est¨¢ encantado. Sobre todo porque la empresa de acero en cuya junta directiva figura, patrocina al conjunto deportivo. ¡°?No has pensado en el consentimiento?¡±, le pregunta su hijo, HJ. ¡°Estamos en otra ¨¦poca¡±. A partir de ah¨ª, De Kus (El beso) la obra de teatro dirigida por Erris van Ginkel para la compa?¨ªa independiente TG Toetssteen, recupera el eco de la conducta del expresidente de la Real Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol, Luis Rubiales, con la jugadora Jenni Hermoso.
Para Van Ginkel, director art¨ªstico de la compa?¨ªa, todo empez¨® cuando vio en televisi¨®n lo ocurrido con Rubiales el pasado 20 de agosto, en el Estadio Australia de S¨ªdney, tras la victoria de la selecci¨®n femenina espa?ola en el Mundial de f¨²tbol. ¡°Soy aficionado al deporte y me pareci¨® raro. Sin embargo, lo que hay detr¨¢s del beso a la jugadora Hermoso es el arraigado abuso de poder contra las mujeres¡±, asegura, al tel¨¦fono. Le parece que la situaci¨®n era algo confusa al principio, aunque ¨¦l ya ten¨ªa en la cabeza las denuncias por acoso sexual destapadas en enero de 2022 en el concurso neerland¨¦s La Voz (The Voice).
Aquella competici¨®n musical, surgida en Pa¨ªses Bajos en 2010 y adaptada en otros pa¨ªses, entre ellos Espa?a, fue suspendida temporalmente por la cadena televisiva RTL. ¡°Ese esc¨¢ndalo cambi¨® la idea del abuso sexual a escala nacional. El beso, por el contrario, pod¨ªa prestarse al principio a otras opiniones¡±, dice Van Ginkel. De ah¨ª que escribir la obra haya sido ¡°como ir levantando las distintas capas de un asunto universal¡±. En el texto teatral ha participado tambi¨¦n la autora Roos Schlikker. Est¨¢ prevista una adaptaci¨®n al espa?ol de la obra para este octubre en Madrid.
El protagonista de De Kus es un hombre que pasa ¡°de la euforia inicial por el triunfo de las jugadoras a la crisis, para acabar perdi¨¦ndolo todo¡±, explica el autor, pocos d¨ªas antes de que la compa?¨ªa salga a escena el viernes en ?msterdam. Es la ¨²ltima representaci¨®n antes de la pausa veraniega y los asientos, dispuestos en la sala Badhuistheater, una antigua casa de ba?os, est¨¢n llenos. La mayor¨ªa son espectadoras. ¡°Aunque mi personaje, Leopold [Harm Witteveen] no es Rubiales, tampoco entiende lo que ha hecho¡±, indica el dramaturgo. ¡°Pero si esto del beso no es nada. Cuando cant¨¢bamos en el coro nos met¨ªan mano por todas partes ?verdad?¡±, dice Fleur (Marieke Fransen), la esposa de Leopold, en un momento de la funci¨®n.
El grupo de teatro Toetssteen es una compa?¨ªa independiente que interpreta sobre todo repertorio neerland¨¦s, tiene m¨¢s de 30 a?os y empez¨® como un conjunto de aficionados. Van Ginkel dice que el trabajo con este grupo le permite hacer montajes muy r¨¢pidos. ¡°Algo muy ¨²til cuando hay temas sociales candentes¡± . En De Kus, reabre viejas heridas familiares y presenta un derrumbe personal y un choque generacional con espacio para gritos, abrazos y hasta pu?etazos. Al principio, Leopold est¨¢ euf¨®rico con el triunfo del equipo femenino. Sin avisar, llega estremecido su hermano Lammert ( Carlo van Munster), un activista contra empresas contaminantes. Las esposas de ambos y HJ, el hijo de Leopold, con su novia, completan el reparto. Al conflicto por el beso se suman las rivalidades fraternas, el lamento del joven por la falta de atenci¨®n paterna, la tensi¨®n entre las cu?adas, y las denuncias por emisiones da?inas contra la compa?¨ªa sider¨²rgica de Leopold.
La presi¨®n va en aumento a lo largo de la noche hasta el extremo de que Leopold, acorralado, acaba llam¨¢ndolos hip¨®critas a todos. Hay risas y llanto; la presencia recurrente de unos p¨¦simos vinos ecol¨®gicos vendidos por la esposa de Leopold; confesiones de amores truncados por cobard¨ªa entre Leopold y su cu?ada, Bea (Linda Tordoir); una novia (Carlijn Droppert) a medio camino entre el desconcierto y la repulsi¨®n; y un estallido m¨²ltiple de violencia f¨ªsica. Las luces subrayan la acci¨®n sin entrometerse, y la m¨²sica suena al ritmo que piden los actores con sus ademanes. Los golpes de todos contra todos, que acaban en el suelo o bien llorando, sirven tambi¨¦n de catarsis. Como si se abriera una rendija en una pared invisible por la que penetra la realidad: la empresa de acero deja de patrocinar al club de futbol y Leopold lo pierde todo.
Fundido a negro y, despu¨¦s, en la penumbra, con la familia dispersada y maltrecha, se produce un amago de acercamiento entre padre e hijo (Jelle Ozinga). El joven recuerda un momento feliz de su infancia, cuando fue a la playa con sus padres y todo era armon¨ªa y promesa de futuro. Lo que ignora es que sus progenitores guardan en su memoria con igual intensidad aquella jornada junto al mar, aunque no supieron mantener viva su luz. La pelota de playa que lleva el padre al principio de la obra, y que lanza a los espectadores, reaparece. En la desgracia, padre e hijo rememoran la antigua jornada en la arena, estelar en su sencillez. Tal vez esta parte de sus vidas tenga arreglo. El bal¨®n reaparece y vuelve a ser lanzado al p¨²blico mientras se apagan las luces.
Babelia
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