Tullidos y birriosos

Alguien se ha equivocado gravemente hoy en Pamplona, o la Casa de Misericordia, que ha comprado los toros, o el ganadero o la autoridad que los ha aprobado. Esta no era una corrida para la llamada Feria de Toro. Y no es excusa que haya habido problemas de cornadas en los corrales. Hay que tener un plan b antes de que salgan al ruedo toros impresentables de presencia, a excepci¨®n del cornal¨®n quinto, bonitos de hechuras pero impropios de este ciclo. Y por si faltara algo, han tenido los seis un manso comportamiento en los caballos, han doblado las manos en exceso, y la nobleza la han emborronado con la soser¨ªa y la falta de casta y celo. En dos palabras, una corrida tullida y birriosa que ha dado al traste con las buenas intenciones de tres toreros que han brillado por su disposici¨®n y sus deseos de triunfo, que no ha sido posible por el p¨¦simo juego de los toros, y tambi¨¦n por el desacertado manejo de los aceros.

Debut y despedida ser¨ªa el juicio correcto para esta divisa de toros artistas, acostumbrada al triunfo, que ha demostrado que no ten¨ªa toros para Pamplona, y los que han venido han dejado por los suelos el prestigio de la casa.

Con ellos se han anunciado tres toreros de las llamadas figuras con necesidad de triunfar en esta plaza de tanto eco; Talavante, porque no acaba de romper el a?o con la fuerza arrolladora que se preve¨ªa; Luque, porque no tuvo suerte en Madrid, y Ortega porque deb¨ªa reverdecer su condici¨®n de artista que puso de manifiesto en la ya lejana Feria de Abril.

Pero no ha sido posible. Y los tres lo han intentado de verdad, pero su af¨¢n se ha estrellado con las muy escasas condiciones de los toros.

Talavante, por ejemplo, ha tenido delante dos mansos esabor¨ªos, muy descastado e inservible el primero, y birrioso el otro, con los que ha intentado justificarse con pases sueltos, insulsos todos ellos, y no ha conseguido trofeo alguno a pesar de que al segundo lo recibi¨® con dos faroles en el tercio, comenz¨® de rodillas la faena de muleta y la acab¨® con manoletinas. Pues, no; debi¨® conformarse con sendas ovaciones.

Luque ven¨ªa a por todas, dispuesto a dar un sonado golpe en la mesa de su magisterio contrastado. Luch¨® en buena lid contra p¨¦simos elementos, un toro primero noble y sin casta alguna, con el que anduvo sobrado y al que rob¨® algunos muletazos meritorios en una faena larga que cerr¨® con ce?idas bernadinas; pero mat¨® mal y vol¨® un m¨¢s que posible trofeo. Tambi¨¦n alarg¨® la faena del quinto, el toro m¨¢s serio de la corrida, manso como los dem¨¢s, incierto y deslucido, con el que se jug¨® el tipo en una labor comprometida y valerosa, muy por encima de la brusquedad de su oponente.

Cerraba la terna Juan Ortega, que debutaba en San Ferm¨ªn, y, desde el primer momento, se le vio con intenciones de regar la plaza con algunas pinceladas de su art¨ªstico concepto del toreo. Ni un capotazo pudo dar (la corrida entera, suelta y distra¨ªda, impidi¨® el toreo en el primer tercio), y muleta en mano, tres trincherazos garbosos en el tercero, al que le costaba un mundo embestir, y unos iniciales ayudados por bajo en el sexto. Al menos, pudo dejar constancia de su entrega en un ambiente re?ido con la inspiraci¨®n, entre los compases a destiempo de la banda de m¨²sica, que toca sin motivo, y el ruidoso canto de los tendidos de sol, ah¨ªtos de comida y bebida a esas alturas de la pel¨ªcula.