Aquel verano de... Sara Barquinero: del amigo nazi y el hombre malo
La escritora relata c¨®mo en 2011, con 17 a?os, se vio envuelta en una historia de violencia juvenil en Zaragoza, en un agosto muy caluroso
![Sara Barquinero](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/3G7OBJAFKBBZTDUHHYCKZEM7NU.jpg?auth=a447067667d350fb7b031baab9170476b5dfee4db18571ced65a885eef8c3377&width=414)
Durante mi adolescencia fui muy amiga de un nazi asturiano en un foro del metal. Al principio yo no entend¨ªa bien qu¨¦ era ser un nazi, me parec¨ªa m¨¢s bien un personaje de Palahniuk: ten¨ªa una colecci¨®n de cuchillos de la II Guerra Mundial, sufr¨ªa mucho, lo desped¨ªan frecuentemente del trabajo.
En el verano de 2011, con 17, ya era consciente de qu¨¦ significaba, de que lo rechazaba y de que pod¨ªa ser peligroso, pero justo el nazi decidi¨® pasar por Zaragoza y quiso verme ¡°aunque fuese un momento¡±, por los viejos tiempos (unos tres o cuatro a?os). Era cierto que hab¨ªamos pasado muchas horas ayud¨¢ndonos mutuamente con nuestras angustias, as¨ª que no me qued¨® m¨¢s remedio que acceder. Adem¨¢s, ¨¦l hab¨ªa quedado con unos conocidos m¨ªos de los ambientes oscuros de la ciudad, blackers (en retrospectiva, tambi¨¦n un poco nazis).
Acud¨ª con un amigo, Juanki. Era un estudiante de artes, delgaducho, que siempre llevaba un l¨¢piz en la mano y claramente homosexual. Decidi¨® estar callado todo el tiempo para ocultar esto ¨²ltimo, porque el nazi era un skinhead de pel¨ªcula y en los escasos minutos que pasamos con ¨¦l emple¨® el sintagma ¡°partir piernas¡± con una frecuencia innecesaria. Ilustraba una historia ¡°con unos moros de su barrio¡± a los blackers, que le re¨ªan la gracia. Desaparecimos enseguida, pero quisiera detenerme unos segundos para alabar nuestra fe, ya fuera en el nazismo o en el metal, pues todos ¨ªbamos vestidos de riguroso negro y con unos cuantos accesorios met¨¢licos pese a los cuarenta grados secos de Zaragoza.
Ese verano fue turbulento. Yo estaba enamorada de un hombre malo que no me trataba bien, lo que dio lugar a algunas de las escenas m¨¢s escabrosas de mi adolescencia, fuese por el chico en s¨ª o por las cosas que yo hac¨ªa para distraerme o llamar su atenci¨®n. Una de las cosas que hizo ese hombre fue acostarse con una amiga nuestra, Alba, que ten¨ªa novio, novio que decidi¨® esperar a mi hombre malo a la salida de nuestro bar habitual y propinarle un ?merecido? paliz¨®n como venganza. Alba decidi¨® cortar con ¨¦l, que enloqueci¨® y empez¨® a acosarla. Ese agosto se compuso de: neurosis severa por la persecuci¨®n del novio; preocupaci¨®n por Alba mezclada con rabia soterrada (se hab¨ªa acostado con mi hombre malo); visitas a casa de dicho hombre malo (desde el paliz¨®n, no quer¨ªa salir a la calle) para consolarlo en sus ataques de ansiedad y llanto¡ Adem¨¢s, me hab¨ªa quedado Ingl¨¦s y no estaba estudiando nada.
Una noche, Juanki y Alba decidieron salir y se encontraron con el temible novio despechado en nuestro bar habitual. Al verlo, echaron a correr, pero los alcanz¨® enseguida. En un golpe de miedo o audacia, Juanki se defendi¨® clav¨¢ndole el l¨¢piz en el cuello hasta atravesarle la piel. Despu¨¦s, acudieron a la comisar¨ªa m¨¢s cercana, o al hospital, no recuerdo. All¨ª se encontraron de nuevo con el novio despechado, que al fin y al cabo ten¨ªa motivos para visitar ambas instituciones, pues le hab¨ªan practicado una violenta traqueotom¨ªa (esto tampoco lo s¨¦, pero suelo imagin¨¢rmelo con el l¨¢piz de Juanki todav¨ªa colgando).
De esto me enter¨¦ al d¨ªa siguiente, por Juanki o Alba. Esa noche, el novio despechado me llam¨® por tel¨¦fono fijo. No s¨¦ qu¨¦ quer¨ªa lograr, pero intent¨® hacer un paralelismo entre nosotros (los despechados) y los crueles traidores (Alba y el hombre malo), me sugiri¨® que qued¨¢semos, pod¨ªa venir en coche a buscarme. Yo le colgu¨¦, revuelta, y entonces encend¨ª el ordenador, donde me esperaba un mensaje del nazi. De vez en cuando a¨²n me escrib¨ªa, aunque apenas le contestaba. Esa noche necesitaba hablar con alguien (el hombre malo y yo volv¨ªamos a estar peleados), as¨ª que acab¨¦ cont¨¢ndoselo todo. Hizo las preguntas adecuadas y, por un instante, se restaur¨® nuestra a?eja amistad de dos almas solitarias. Despu¨¦s, con toda la calma del mundo, me inform¨® de que ten¨ªa ¡°unos amigos en las Delicias¡± que pod¨ªan encargarse de que el novio despechado no nos diera problemas nunca m¨¢s. No recuerdo c¨®mo acab¨® la conversaci¨®n. S¨¦ que estaba aterrorizada, no s¨¦ si con o sin motivo, y que me pas¨¦ varios d¨ªas repasando cu¨¢ntos datos ten¨ªa sobre el novio despechado, el hombre malo o de cualquier persona que pudiera sufrir la ira de sus amigos nazis. Ya me hab¨ªa contado historias similares de su red de ¡°amigos¡± que solucionaban ¡°problemas¡±, como una vez que le dieron ¡°un susto¡± a la nueva pareja de su exnovia. De hecho, puede que fuesen esas cosas las que me hicieron entender en su momento que era un nazi violento o que fantaseaba con serlo. Ten¨ªa que alejarme de ¨¦l.
El verano acab¨® entonces. Alba y el despechado se denunciaron mutuamente y sus abogados llegaron a un acuerdo. El chico malo me dej¨®. Olvid¨¦ convenientemente contestar a los mensajes del nazi y ¨¦l no se dio cuenta y lo dej¨® correr. Ning¨²n s¨¢trapa peg¨® a nadie. Aprob¨¦ Ingl¨¦s. Segu¨ªa haciendo mucho calor.
800 p¨¢ginas
Escritora y doctora en Filosofía, Sara Barquinero (Zaragoza, 30 años) publicó este año ‘Los escorpiones’. Una historia oscura de 800 páginas sobre drogas, suicidios y conspiraciones.
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