¡®Marina¡¯: vuelve con lustre la ¨®pera que no quiso ser zarzuela
Pese a su innegable belleza musical y el magisterio t¨¦cnico del compositor, la obra de Arrieta no deja de pecar de convencionalismos de ¨¦poca que dificultan cualquier actualizaci¨®n
Marina es un t¨ªtulo fiel en el Teatro de la Zarzuela. Hasta en 23 ocasiones ha subido a las tablas del venerable teatro, incluyendo el que vio la luz el mi¨¦rcoles por la noche. Las tres ¨²ltimas producciones son, adem¨¢s, de este siglo XXI. Puede parecer una paradoja para una obra l¨ªrica que naci¨® como zarzuela en 1855, pero ya en 1871 se hab¨ªa convertido en ¨®pera y que se present¨® como tal en el Teatro Real, intentando hacer una fisura en el cerrado italianismo del regio teatro. Su autor, Emilio Arrieta (1821-1894), fue uno de los compositores con mejor formaci¨®n musical y l¨ªrica de la Espa?a de su ¨¦poca, la del Romanticismo, y su Marina se considera uno de los hitos del romanticismo espa?ol.
Marina, pese a su innegable belleza musical y el magisterio t¨¦cnico del compositor, no deja de pecar de convencionalismos de ¨¦poca que dificultan cualquier actualizaci¨®n. Por ello tiene mucho m¨¦rito la lectura que realiza B¨¢rbara Lluch desde una direcci¨®n de escena sutil y ambiciosa a la vez. La historia de amor entre Marina y Jorge y los consiguientes malentendidos en los que se enredan demasiado tiempo para la simpleza de la peripecia, Lluch los ve como un retrato de las ¡°inseguridades, los complejos y la incertidumbre¡± de una pareja muy joven e inmadura, pese al derroche de emocionalidad y el consiguiente sufrimiento acarreado. Lluch tiene, para esta lectura, una fuerte complicidad con los cantantes que protagonizan esta producci¨®n. Especialmente la soprano Sabina Pu¨¦rtolas (me remito al primer reparto, pero imagino que el segundo har¨¢ lo mismo), hace un alarde de ingenuidad juvenil que aclara el punto de vista de la directora esc¨¦nica. En lo que respecta a su compa?ero, el tenor Ismael Jordi, aunque maneja las mismas coordenadas, el rol de personaje envarado y falsamente seguro de s¨ª mismo tiene menos matices que Marina. En cualquier caso, esta visi¨®n de la pareja, aun sutil, es salvadora para la producci¨®n; se hace muy pesado tanto tiempo de sufrimiento y agobio por un sencillo malentendido.
El resto de la producci¨®n, hablando teatralmente, es convencional, pero saludablemente convencional. Hay un pueblo marinero (sorprendentemente es Lloret de Mar), muy bien dibujado esc¨¦nicamente por Daniel Bianco, unos personajes secundarios y coro bien movidos, cuando bailan lo hacen bien sin desencajar en la teatralidad, la luz de Albert Faura permite la lectura de la historia y recrea bien las distintas atm¨®sferas, el vestuario de Clara Peluffo es ampliamente adecuado y las video proyecciones de Pedro Chamizo espacializan bien la siempre complicada caja esc¨¦nica del Teatro de la Zarzuela.
Por supuesto el tono equilibrado y amable de la puesta en escena tiene tambi¨¦n su apoyo en los secundarios, especialmente el personaje de Roque, perfectamente interpretado por un veterano como Juan Jes¨²s Rodr¨ªguez; pero cumple bien Rub¨¦n Amoreti en el ingrato papel de Pascual, el que quiere casarse con Marina aprovechando el l¨ªo sentimental en el que est¨¢ a punto de naufragar la pareja.
En suma, se trata de una producci¨®n elegante e inteligente y que busca y consigue contar la historia sin salirse de los ra¨ªles de la prudencia que prima siempre en el Teatro de la Zarzuela.
Pero, pese al esfuerzo realizado por todo el equipo art¨ªstico, Marina no deja de quedar lastrada por dificultades de concepci¨®n, que no tienen nada que ver con el dilema constante de si es mejor como zarzuela o como ¨®pera. Se le achac¨® a su primer libretista, Francisco Camprod¨®n, limitaciones para vestir literariamente esta historia. La cr¨ªtica actual matiza estas limitaciones. Despu¨¦s de todo, Camprod¨®n, hombre de su ¨¦poca, se alinea con los libretistas contempor¨¢neos suyos, los del primer Verdi, por ejemplo. El p¨²blico del periodo ped¨ªa eso y ellos se lo daban.
Pero hay matices, ya que citamos a Verdi, hab¨ªa en el italiano una pulsi¨®n hist¨®rica que proporcionaba una tensi¨®n que falta en los hispanos del periodo. Esta Marina sucede en un pueblo sin historia y sin contexto, si sufren por amor eso es todo lo que les sucede. Pero si se quiere ver lo que es un libretista eficaz comparado con otro que no lo es tanto, la adaptaci¨®n de Marina de zarzuela a ¨®pera brinda un ejemplo de libro. En la versi¨®n oper¨ªstica, encargada a Miguel Ram¨®s Carri¨®n, tras el fallecimiento de Camprod¨®n, se ve la diferencia, en el segundo acto de la versi¨®n oper¨ªstica toda la escritura es de Ramos Carri¨®n, y se percibe una mejora sustancial; un libreto funciona bien cuando consigue que la m¨²sica fluya. En el primer acto, el texto enreda a la m¨²sica que tiene que musicalizar los cantables con exceso de melismas; en el segundo acto de Ramos Carri¨®n la m¨²sica es sil¨¢bica con naturalidad, todo se entiende mejor y el ritmo del texto y el de la m¨²sica se acoplan adecuadamente. Afortunadamente, en el tercer acto, aun de Camprod¨®n pero con intervenciones de Ramos Carri¨®n, se encuentran las p¨¢ginas m¨¢s populares de la pieza, el celeb¨¦rrimo ¡°A beber, a beber y apurar¡¡±, o las coplas de Roque, adem¨¢s de unos coros en los que Arrieta demuestra una solvencia poco habitual en la Espa?a de entonces, con la excepci¨®n de Barbieri.
Se puede resumir diciendo que Marina es un cl¨¢sico del romanticismo espa?ol y de la magra historia de nuestra l¨ªrica, pero su actualizaci¨®n se hace complicada para los no habituales del teatro l¨ªrico, los que se emocionan, casi por sistema, con los finales en agudos y las cadencias mayores.
Afortunadamente, el p¨²blico que acude fielmente a ¡°su¡± Teatro de la Zarzuela busca esto y lo encuentra, y generalmente bien hecho.
Queda, por ¨²ltimo, el juicio de la parte musical de la producci¨®n. Juicio que es globalmente favorable. La pareja protagonista, ya citada por la parte teatral, tienen madera suficiente para sostener unos roles nada sencillos, papeles con textura de ¨®peras exigentes. Sabina Pu¨¦rtolas encara su repertorio de sobreagudos y sus momentos de floritura con suficiencia, quiz¨¢ algo m¨¢s fr¨ªos en los primeros momentos, cuando la voz a¨²n no ha calentado del todo, pero en general muy bien. Si le a?adimos la excelente actuaci¨®n teatral ya citada, encontramos una actuaci¨®n sobresaliente. Ismael Jordi, en el rol de Jorge, tiene tambi¨¦n una actuaci¨®n vocal espl¨¦ndida y no son pocos los momentos complicados, de tenor rom¨¢ntico sin miedo a las alturas. En cuanto a Juan Jes¨²s Rodr¨ªguez, como el mis¨®gino y dicharachero Roque, canta y act¨²a con la seguridad del veterano que hace de veterano. Estamos, en general ante un reparto muy bien elegido y mejor preparado, en lo teatral y en lo vocal. Y queda, por ¨²ltimo, la columna vertebral sonora, la orquesta, el coro y el director musical, Jos¨¦ Miguel P¨¦rez-Sierra. Seguro y con autoridad, P¨¦rez-Sierra concierta excelentemente un conjunto complejo y amplio sin aparente des¨¢nimo. La m¨²sica engarza admirablemente de foso a escena, lo que brinda un sobresaliente al bloque sonoro de la producci¨®n.
'Marina'
Música de Emilio Arrieta; libreto de Francisco Camprodón y Miguel Ramos Carrión. Dirección musical, José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena, Bárbara Lluch. Escenografía, Daniel Bianco. Reparto: Marina, Sabina Puértolas / Marina Monzó; Jorge, Ismael Jordi / Celso Albeló; Roque, Juan Jesús Rodríguez / Pietro Spagnoli; Pascual, Rubén Amoretti / Javier Castañeda. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela, director, Antonio Fauró. Fechas, del 9 al 20 de octubre. Teatro de la Zarzuela.
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