Tal vez contar la verdad sea hoy m¨¢s dif¨ªcil que nunca, pero es tan necesario como siempre
El escritor Javier Cercas despide la primera sesi¨®n del World in Progress Barcelona, organizado por el Grupo Prisa, con un discurso que ensalza el valor del periodismo en la era de las noticias falsas
Este texto es una transcripci¨®n de las palabras pronunciadas por Javier Cercas en el Hotel Intercontinental de Barcelona antes de la cena de los intervinientes en el foro World in Progress Barcelona, organizado por el Grupo Prisa, EL PA?S y la Cadena SER.
Joseph Oughourlian me ha pedido que diga unas palabras sobre la cuesti¨®n palpitante, sobre uno de los temas candentes de nuestro tiempo, en Espa?a y en todas partes: me refiero a la desinformaci¨®n, a los bulos, a las mentiras. Desde luego, puede parecer parad¨®jico ¡ªy tal vez lo sea¡ª que se lo haya pedido a un novelista, es decir, a alguien dedicado sobre todo a escribir ficciones; porque, aunque las ficciones no son exactamente mentiras, la verdad es que se parecen bastante a las mentiras. La prueba es que, en lat¨ªn, el verbo ¡°mentiri¡± significa al mismo tiempo mentir e inventar. Hay en la Po¨¦tica de Horacio un verso en elogio de Homero que dice as¨ª: Atque ita mentitur sic veris falsa reminiscet; lo que m¨¢s o menos significa: ¡°Y as¨ª miente (o as¨ª inventa) mezclando lo falso con lo verdadero¡±. En la literatura, en la ficci¨®n, el resultado de esa mezcla es una verdad, eso que llamamos verdad literaria, o verosimilitud; en cambio, en el periodismo, o en la historia, el resultado de esa mezcla es una mentira. Y de este asunto quer¨ªa hablarles hoy.
Como ustedes saben ¡ªal menos lo saben los espa?oles aqu¨ª presentes¡ª, el gobierno espa?ol ha lanzado un Plan de Acci¨®n por la Democracia, o de regeneraci¨®n, parte del cual consiste en algunas medidas para combatir eso: la desinformaci¨®n, los bulos, las mentiras. La respuesta a este plan por parte de los medios de comunicaci¨®n ¡ªtambi¨¦n los del grupo Prisa¡ª ha sido reticente, una reticencia m¨¢s o menos enf¨¢tica. Es natural y saludable: cuando el poder se lanza a legislar sobre la verdad y la mentira, conviene ponerse en guardia. ¡°La verdad os har¨¢ libres¡±, dice el Evangelio; lo cual significa que las mentiras nos hacen esclavos. Y el poder, cualquier poder ¡ªincluido el poder democr¨¢tico¡ª, no es que quiera necesariamente esclavos, pero s¨ª quiere gente obediente, gente que dice S¨ª y no gente que dice No, gente cr¨ªtica. De modo que la reticencia es l¨®gica. Aunque tambi¨¦n es l¨®gico que el gobierno, en parte por razones locales ¡ªincluso personales¡ª, pero en parte tambi¨¦n siguiendo una directiva de la Uni¨®n Europea, intente regular una situaci¨®n nueva, que no solo ata?e a los medios de comunicaci¨®n, sino que nos ata?e a todos.
Mucha gente tiene la impresi¨®n de que en nuestros d¨ªas se cuentan m¨¢s mentiras que nunca; yo no creo que eso sea verdad ¡ªmentiras, y muchas, se han contado siempre y en todas partes, no digamos en pol¨ªtica¡ª. Lo que s¨ª creo es que hoy la mentira posee mayor capacidad de difusi¨®n que nunca, gracias a las nuevas tecnolog¨ªas: a internet, a las redes sociales, a la inteligencia artificial. Tambi¨¦n creo que este hecho tiene consecuencias inquietantes. La primera, la m¨¢s visible y la m¨¢s devastadora, es el descr¨¦dito de la verdad ¡ªpor momentos la verdad parece que ya no importa, que es una cosa cursi, anticuada y moralista¡ª y la extensi¨®n cancer¨ªgena de lo que podr¨ªamos llamar la pol¨ªtica del cinismo¡ De joven viv¨ª varios a?os en los Estados Unidos, y nunca imagin¨¦ que un personaje como Donald Trump pudiese llegar a la presidencia de ese pa¨ªs. Nunca. Por lo dem¨¢s, recuerden que algunos de los hitos fundamentales del nacionalpopulismo ¡ªese movimiento que arranc¨® o se consolid¨® en todo Occidente tras la crisis de 2008 y que en mi opini¨®n no es fascismo, aunque tenga algunos rasgos del fascismo y hasta pueda considerarse como una m¨¢scara posmoderna del fascismo y sea en cierto modo m¨¢s peligroso que el fascismo: al fin y al cabo, el fascismo ya sabemos lo que fue y c¨®mo derrotarlo, mientras que al nacionalpopulismo todav¨ªa no lo conocemos del todo y sigue vivo¡ª, algunos hitos fundamentales de ese movimiento, como digo, estuvieron acompa?ados o precedidos por aut¨¦nticos diluvios de mentiras, a menudo generosamente difundidas por el conocido altruismo del se?or Putin: la llegada de Donald Trump al poder, sin ir m¨¢s lejos, o el Brexit, o simplemente la crisis catalana de 2017, que fue la peor manifestaci¨®n del nacionalpopulismo en nuestro pa¨ªs, la m¨¢s aguda y la m¨¢s peligrosa.
Pero, en fin, todo esto es m¨¢s o menos sabido; lo que yo quer¨ªa subrayar hoy es otra cosa.
De entrada, debo decir que a m¨ª los bulos, las mentiras puras, no me preocupan demasiado; no creo que sean nuestro principal enemigo. Miren, a m¨ª me mataron hace poco. Ya me hab¨ªan matado otras veces, pero esta vez me mataron muy bien, en X. All¨ª colgaron un tuit ¡ªo como se llame ahora¡ª con el logo de mi editorial en el que se dec¨ªa que yo hab¨ªa fallecido y anunciaban para m¨¢s tarde otros detalles. Un asesinato brillante, ya digo, muy persuasivo, perpetrado por un sujeto que al parecer ya hab¨ªa matado antes a J. K. Rowling, al papa Benedicto o a Kazuo Ishiguro. Lo cierto es que el bulo se difundi¨® a toda velocidad y que, aunque yo no uso redes sociales, me enter¨¦ en seguida. Pero no pas¨® nada, en un visto y no visto el asunto se hab¨ªa resuelto: mi editorial puso un tuit desmintiendo mi muerte y anunciando que me encontraba bien, y yo mismo aparec¨ª en Radio Nacional de Espa?a diciendo lo mismo que hab¨ªa dicho Mark Twain en una ocasi¨®n parecida: que las noticias de mi muerte eran francamente exageradas. Y eso fue todo. En menos de un d¨ªa la mentira estaba desactivada.
As¨ª que, pese a ser un problema, los bulos, insisto, no son el principal problema: casi siempre se pueden desmontar con facilidad. El principal problema no son las mentiras puras: son las medias verdades, las mentiras mezcladas con verdades, las mentiras que albergan un granito de verdad y que tienen por lo tanto el sabor de la verdad. Esas son las peores mentiras, las mentiras realmente peligrosas. Y los periodistas, lo sepan o no lo sepan, se enfrentan a diario a ellas. En cuanto a m¨ª, que no soy periodista, solo cobr¨¦ del todo conciencia del problema hace unos a?os, mientras escrib¨ªa un libro titulado El impostor, una novela sin ficci¨®n que trata sobre un personaje real a quien Mario Vargas Llosa llam¨® el mayor impostor de la historia; con raz¨®n: para m¨ª es el Leo Messi, el Lamine Yamal de la impostura. Se trata de un hombre, ya fallecido, que durante a?os se hizo pasar por antiguo deportado en los campos de concentraci¨®n nazis, que presidi¨® la principal asociaci¨®n de deportados espa?oles en los campos nazis y que goz¨® de un ¨¦xito fabuloso con sus mentiras: hablaba en los colegios, en las universidades y en los medios de comunicaci¨®n, lleg¨® a hablar en nombre de los deportados espa?oles en el Parlamento espa?ol, y en todas partes se presentaba tambi¨¦n como un luchador antifranquista, como un h¨¦roe de la guerra civil etc.; este hombre se convirti¨®, en fin, en un aut¨¦ntico h¨¦roe civil, en una rock-star de la memoria hist¨®rica, como lo llamo en el libro¡
Pues bien, en un momento determinado, mientras escrib¨ªa sobre ¨¦l, ca¨ª en la cuenta de que parte importante de su ¨¦xito desorbitado se deb¨ªa a que todas sus mentiras estaban amasadas con verdades, a que detr¨¢s de sus grandes mentiras siempre hab¨ªa peque?as verdades. Por ejemplo: ¨¦l dec¨ªa que hab¨ªa estado confinado en un campo nazi durante la Segunda Guerra Mundial (el campo de Flossemb¨¹rg, en Baviera), y no era verdad; pero s¨ª era verdad que durante la guerra hab¨ªa estado en la Alemania nazi, solo que no era verdad que hab¨ªa estado all¨ª como militante antifascista ¡ªigual que lo estuvieron los casi 9.000 espa?oles recluidos en los campos nazis, casi todos antiguos combatientes republicanos en la guerra civil¡ª, sino que hab¨ªa estado all¨ª como trabajador voluntario: como ustedes saben, durante la Segunda Guerra Mundial Franco mand¨® varios contingentes de trabajadores voluntarios a Alemania para contribuir al esfuerzo de guerra nazi. Y no, no era verdad que este hombre ¡ªEnric Marco, se llamaba¡ª hubiera sido prisionero en un campo nazi; pero s¨ª era verdad que hab¨ªa conocido, durante un per¨ªodo de tiempo muy breve, una prisi¨®n nazi, solo que no lo hab¨ªan encerrado en ella por oponerse al nazismo, sino por culpa de un simple e imprudente comentario derrotista¡. Siempre era as¨ª: siempre hab¨ªa verdades que daban el sabor de la verdad a sus mentiras.
Marco aseguraba que, durante la dictadura franquista, hab¨ªa vivido de manera clandestina en Espa?a por culpa de su oposici¨®n al r¨¦gimen; y era verdad que durante a?os hab¨ªa vivido de forma clandestina o semiclandestina, pero no era verdad que la culpa de ello la tuviera su oposici¨®n al franquismo, que hab¨ªa sido nula: en realidad, hab¨ªa vivido en la clandestinidad por haber cometido peque?os hurtos, porque hab¨ªa sido un ladronzuelo, un delincuente com¨²n fugado de la justicia. Insisto: Marco, el mentiroso magistral, casi nunca contaba mentiras puras; al contrario: apenas hab¨ªa una sola de sus mentiras que no contuviera alg¨²n fragmento de verdad. Y esas mentiras son el gran problema.
Antes dec¨ªa que en nuestro tiempo la mentira posee mayor poder de difusi¨®n que nunca; eso significa, a?ado ahora, que el periodismo es m¨¢s necesario que nunca, solo que ejercerlo es tal vez m¨¢s dif¨ªcil que nunca, entre otras razones porque ya no basta con contar la verdad: adem¨¢s, hay que desmontar las mentiras, sobre todo esas mentiras entreveradas de verdades, que son las m¨¢s ponzo?osas. El gran problema es ese, en definitiva: que la verdad es m¨¢s cara, m¨¢s compleja, m¨¢s dif¨ªcil de explicar y a menudo m¨¢s impopular que la mentira; y que la mentira es m¨¢s barata, m¨¢s sencilla, m¨¢s f¨¢cil de explicar y casi siempre m¨¢s impopular que la mentira: es m¨¢s popular contar que uno fue un deportado en los campos nazis que contar que fue un trabajador voluntario en la Alemania nazi; es m¨¢s bonito contar que uno fue un combatiente antifranquista que contar que fue un simple ratero. Tal vez contar la verdad sea hoy m¨¢s dif¨ªcil que nunca, pero es tan necesario como siempre.
Acabo ya. No quiero hacerlo, sin embargo, sin decir algo que me importa mucho decir, que ya he dicho en otros lugares y que por esa raz¨®n ¡ªy porque ya soy demasiado viejo para callarme lo que pienso¡ª me siento obligado a repetir aqu¨ª. Llevo casi treinta a?os escribiendo en EL PA?S ¡ªno soy un empleado, soy un simple colaborador que, encima, apenas ha pisado un par de veces la redacci¨®n¡ª. Todos ustedes saben que este es el peri¨®dico m¨¢s influyente y m¨¢s le¨ªdo no solo de Espa?a, sino de nuestra lengua; pero quiz¨¢ no todos sepan ¡ªpienso en los invitados extranjeros¡ª que EL PA?S es indisociable de la democracia espa?ola. Siempre lo fue: EL PA?S naci¨® con la democracia, al a?o siguiente de la muerte de Franco; EL PA?S se gan¨® sus t¨ªtulos de nobleza democr¨¢tica la noche del 23 de febrero, cuando un grupo de militares golpistas secuestr¨® el Parlamento espa?ol y este peri¨®dico fue el primero en salir a la calle, a las diez de la noche, tres horas y media despu¨¦s del inicio del golpe, cuando el gobierno y todos los diputados segu¨ªan retenidos por los golpistas, y lo hizo con un titular a toda p¨¢gina que quienes vivimos aquel momento no olvidaremos: ¡°EL PA?S, con la Constituci¨®n¡±; y EL PA?S ha seguido siendo hasta hoy un baluarte de la democracia espa?ola. Lo ha sido, ante todo, por el trabajo diario de sus periodistas; pero no solo por eso. Mi amigo el escritor mexicano Juan Villoro, que conoce muy bien Espa?a, me dijo una vez: ¡°El debate pol¨ªtico-intelectual, en Espa?a, pasa por las p¨¢ginas de EL PA?S¡±. Creo que no se equivoca. Durante el ¨²ltimo a?o o a?o y medio hemos vivido en Espa?a una tensi¨®n pol¨ªtica considerable, con debates dur¨ªsimos, con una polarizaci¨®n pol¨ªtica extrema, y EL PA?S ha sido el ¨²nico peri¨®dico nacional ¡ªesto no es una opini¨®n: es un hecho¡ª que no solo ha tolerado en sus p¨¢ginas la defensa de ideas contrarias a su propia l¨ªnea editorial, sino que ¡ªdoy fe de ello¡ª las ha fomentado. Esa capacidad para acoger en su seno puntos de vista contrapuestos ¡ªa veces, radicalmente contrapuestos¡ª es para m¨ª una de las m¨¢ximas virtudes de un peri¨®dico, y tal vez la demostraci¨®n m¨¢s palmaria de su fortaleza. Ruego a los periodistas de EL PA?S que no interpreten estas palabras como un elogio o un halago; son exactamente lo contrario: una exigencia, un desaf¨ªo. Lo que acabo de describir es, con todos los altibajos y matices que se quiera, lo que ha ocurrido en este peri¨®dico durante los ¨²ltimos cincuenta a?os; tambi¨¦n es lo que deber¨ªa seguir ocurriendo, como m¨ªnimo, durante los pr¨®ximos cincuenta. La democracia no solo se defiende batallando a diario por la verdad; tambi¨¦n se defiende con el debate y la controversia de ideas, que es otra forma de batallar por la verdad.
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