Javier Pe?a, escritor: ¡°Decir ¡®te quiero¡¯ por decir es el horror¡±
El autor gallego publica ¡®Tinta invisible¡¯, un libro salpicado por historias de la literatura con las que se termin¨® reconciliando, ¡®in extremis¡¯, con su padre, fallecido en 2021
Dice, entre el pesimismo y la iron¨ªa, que la promoci¨®n de un libro es como el MDMA, que aclara no ha probado: felicidad a cr¨¦dito. ¡°De repente, en unos pocos d¨ªas gastas la felicidad de meses enteros. Las entrevistas, la atenci¨®n, las librer¨ªas. Acumulas toda esa felicidad, la disfrutas, y luego no te queda nada¡±. Javier Pe?a (A Coru?a, 45 a?os) relata en Tinta invisible (Blackie Books, 2024) una historia asombrosa hecha de decenas de peque?as historias literarias que sostienen una relaci¨®n tensa y extra?a: la que mantiene con su padre. ¡°Siempre que me he dejado de hablar con alguien los motivos me parec¨ªan imperdonables. Hoy soy incapaz de recordar uno solo de esos motivos, hoy s¨®lo recuerdo a las personas que abandonaron mi vida¡±, escribe. Su padre y ¨¦l dejaron de hablarse cuatro a?os. La enfermedad del primero volvi¨® a juntarlos. Fernando Pe?a era marino y, sobre todo, lector. Un lector febril, desatado, desbordante, al que su hijo recuerda en los supermercados leyendo las etiquetas de los champ¨²s. Pe?a recuerda al principio de su libro al hombre que en un caf¨¦ de Lisboa desgran¨® las desgracias que asolaban a su familia, muertes y penas, y termin¨® con una frase que su vecino de mesa, Fernando Pessoa, hizo suya: ¡°En fin, la vida es as¨ª, pero yo no estoy de acuerdo¡±.
Pregunta. ?Por qu¨¦ dej¨® de hablarse con su padre?
Respuesta. No lo recuerdo, s¨®lo recuerdo cu¨¢ndo. Despu¨¦s de salir de un partido del D¨¦por fui a casa de mis padres con mi mujer a dormir all¨ª. Llegamos y estaban viendo un programa aburrid¨ªsimo de debate en el que sal¨ªa Carlos Westendorp [pol¨ªtico y diplom¨¢tico espa?ol, ministro con Felipe Gonz¨¢lez]. Mi mujer hizo un comentario en plan co?a del tipo ¡°guau, qu¨¦ divertido esto¡±. Mi madre se ofendi¨® mucho: ¡°?Qu¨¦ pasa, que los se?ores mayores no tenemos derecho a ver lo que nos d¨¦ la gana?¡±. Y la cosa que hab¨ªa empezado de broma se encasquill¨®, subi¨® de volumen y acabamos en medio de una bronca. Nos fuimos de casa, cogimos el coche y nos plantamos en Santiago.
P. Vendr¨ªa todo de antes.
R. Hab¨ªa algo detr¨¢s, seguro. Me niego a pensar que me dej¨¦ de hablar cuatro a?os con mis padres por culpa de Carlos Westendorp.
P. Y cuatro da?os despu¨¦s, le llaman para decirle que su padre ha sufrido un ataque y que est¨¢ en el hospital.
R. Pod¨ªa ser la ¨²ltima vez que nos vi¨¦semos. Y hablar¨ªamos de aquello que pas¨®. Prepar¨¦ la charla. Cog¨ª aire, entr¨¦ en la habitaci¨®n y ¨¦l me dijo: ¡°Oye, ?qu¨¦ libro le¨ªste ¨²ltimamente?¡±.
P. Impresionante.
R. ?l me cont¨® que hab¨ªa visto La carretera, la pel¨ªcula. Esa en la que un padre y un hijo sobreviven en un mundo apocal¨ªptico del que no sabemos el origen.
P. Cuando sali¨® usted de la habitaci¨®n pens¨® que le hab¨ªa querido decir algo citando La carretera, pero no. ¡°Las historias no eran un c¨®digo para entender la relaci¨®n, las historias eran la relaci¨®n¡±.
R. Llegu¨¦ al coche y mi mujer me pregunt¨®: ¡°Qu¨¦, ?c¨®mo fue?¡±. Y yo, con la boca abierta: ¡°?Me habl¨® de libros!¡±.
P. Cuando le preguntaron a Carlos Zan¨®n por su relaci¨®n de altibajos con su padre, respondi¨®: ¡°Es que antes los padres no viv¨ªan tanto¡±.
R. Y adem¨¢s es que yo a mi padre lo veo como un ser atemporal. Se qued¨® en los setenta, ochenta. ?l no sab¨ªa ser de otra forma. En su momento me molest¨®. Pero ahora me parece maravilloso que viviese en el mundo de las historias.
P. ?Por qu¨¦ empez¨® a leer tanto?
R. Estaba ocho meses fuera, cuatro y cuatro intercalados por otros cuatro en casa, embarcado en un petrolero enorme, metido en un peque?o camarote en medio del mar. Repleto de libros que mi padre le¨ªa todos y de pel¨ªculas en VHS que tambi¨¦n ve¨ªa.
No me cont¨® nada de su vida pero me cont¨® toda la vida de Sherlock Holmes. Yo conoc¨ªa mejor a Sherlock Holmes que a mi padre¡±
P. ?La incomunicaci¨®n es generacional?
R. Yo creo que m¨¢s que generacional es algo emocional. En mi familia no somos de compartir los sentimientos. Si tengo un problema, se lo cuento a un amigo. El d¨ªa que me dicen que a mi padre le ha dado un ataque, y que igual no nos da tiempo a despedirnos de ¨¦l ¡ªaunque despu¨¦s aguant¨® dos meses¡ª, yo llego al hospital y est¨¢n mis dos hermanos en la puerta de Urgencias. Bajo del coche a abrazarme con ellos porque en ese momento necesitaba su abrazo. Y fue como abrazar la se?al de salida de la autopista: fr¨ªos, tiesos y yo digo: ¡°Joder, no puede ser¡±. Pero era como ellos.
P. ?Y qu¨¦ le pas¨®?
R. Que hace 27 a?os que estoy con mi pareja; ella es muy cercana, y yo creo que un poco me separ¨¦ m¨¢s de ellos: inici¨¦ otra vida. Pero soy igual a mi padre en algo. Cuando voy con mi mujer por la calle y me encuentro con alguien, doy tres pasos atr¨¢s y me escondo. Pero tanto si presento un libro, como en mi taller de literatura o en el podcast [Grandes infelices], hablo todo el rato. Los libros me hacen superar todos mis miedos sociales.
P. Su padre le dice, cuando se est¨¢ muriendo, que vivi¨® un tiempo en Nueva Jersey.
R. No me cont¨® nada de su vida, pero me cont¨® toda la vida de Sherlock Holmes. Yo conoc¨ªa mejor a Sherlock Holmes que a mi padre. Estaba obsesionado con el Titanic, pues entonces yo conoc¨ªa mucho m¨¢s al capit¨¢n del Titanic que a mi padre. Me enter¨¦ de c¨®mo se conocieron mis padres cuando a mi padre le quedaban d¨ªas de vida. Y un d¨ªa, al final, mi madre dijo delante de ¨¦l: ¡°Mira, escritor como t¨² quer¨ªas ser¡±. ?Yo nunca hab¨ªa sabido que mi padre so?aba con ser escritor! Y supe, tambi¨¦n, que vivi¨® en Nueva Jersey.
P. ?De d¨®nde vienen sus padres?
R. Mi padre es de Sevilla, mi madre de A Coru?a. Mi padre se pas¨® los 50 ¨²ltimos a?os de su vida viviendo en Galicia. Y tambi¨¦n, no s¨¦ por qu¨¦, mi padre dej¨® de hablarse con su familia. Yo tengo un mont¨®n de primos en Sevilla que s¨¦ que existen, pero no trato. Siempre fantaseo con que aparezcan en una presentaci¨®n de mi libro en Sevilla. Un d¨ªa busqu¨¦ en Facebook a mi t¨ªo y resulta que se parece much¨ªsimo a m¨ª. Los mismos ojos tristes, esa ca¨ªda melanc¨®lica de los ojos.
P. Que es de su familia gallega.
R. Yo tambi¨¦n lo cre¨ª, pero no, es sevillana.
P. Ni idea de qu¨¦ pas¨®, claro.
R. Yo ten¨ªa siete a?os cuando dejaron de hablarse. Era curioso porque mis abuelos de Sevilla s¨ª segu¨ªan en contacto con mis abuelos de A Coru?a. Entonces las cosas que sab¨ªamos eran porque las consuegras se llamaban. Y estas cosas pasan. En mi caso, yo no me hablaba con mi madre durante cuatro a?os, pero sab¨ªa las cosas porque ella hablaba con mi suegra. Se reprodujo la historia. Mi suerte es que al final nosotros tuvimos una reconciliaci¨®n, y mi padre con sus padres, no.
P. ?C¨®mo se conocieron sus padres?
R. ?l lleg¨® con su barco al puerto de A Coru?a y all¨ª un telegrafista murciano dijo que hab¨ªa que salir, que seguro que hab¨ªa mucha marcha en A Coru?a. A¨²n a?os 70 y tal, vete t¨² a saber qu¨¦ marcha hab¨ªa. Mi padre quer¨ªa quedarse leyendo en su camarote. Al final lo convenci¨®. Llegaron a un bar de la Marina y all¨ª hab¨ªa dos chicas sentadas en una mesa. Les preguntaron si pod¨ªan sentarse con ellas. Se casaron cada uno con una.
P. Hay que salir siempre, como sabe aquella chica de Valladolid que un d¨ªa de tormenta baj¨® a tomar una y se acost¨® con Brad Pitt.
R. La suerte que hay que tener. ?Y si mi padre se queda leyendo?
P. Afectar¨ªa dram¨¢ticamente a su vida y menos dram¨¢ticamente, pero tambi¨¦n, a la m¨ªa, que no estar¨ªa aqu¨ª.
R. Nadie sabe nada. Mi madre le dijo: ¡°Yo me caso contigo, pero t¨² te sacas de navegar¡±. Y al principio trabaj¨® en una empresa de suministros navales. Pero la empresa cerr¨® con la crisis de principios de los 80, y volvi¨® al mar hasta que se jubil¨®. Mi car¨¢cter lo forj¨® que ocho meses al a?o mi padre estuviese fuera dos veces. Para un ni?o, cuatro meses seguidos sin ver a tu padre es una vida. Todo era triste. Llov¨ªa. Y cuando llegaba ¨¦l, era fiesta, est¨¢bamos todos.
Mi madre fue corriendo a abrazarle y ¨¦l muri¨® en sus brazos. Que unas personas tan mayores estuvieran tan enamoradas como estaban ellos...¡±
P. El momento m¨¢s dif¨ªcil de su libro es cuando, durante el tiempo en que estuvieron sin hablarse y a trav¨¦s de los cristales de una cafeter¨ªa, usted ve pasar a su padre. Encorvado, envejecido. Rompe el alma.
R. Fue dur¨ªsimo. Yo hab¨ªa ido a A Coru?a a una reuni¨®n en el Ayuntamiento y estaba en una cafeter¨ªa, y de repente ¨¦l pas¨® por delante. Era y no era mi padre.
P. ?l intent¨® leer Agnes, su anterior novela, en el hospital, pero ya no pod¨ªa ir m¨¢s all¨¢ de unas p¨¢ginas.
R. Hablamos de todos los libros, menos de los m¨ªos. Porque Agnes no pudo leerlo. Y de Infelices s¨®lo s¨¦, a trav¨¦s de mis hermanos, que le dio mucho pudor leerlo. Mi madre s¨ª ley¨® Agnes y dijo que si mi padre hubiese escrito un libro, querr¨ªa haber escrito ese. Es una frase hermosa. Agnes es el que m¨¢s se parece a mi padre, el que m¨¢s se parece a sus gustos.
P. ?Qu¨¦ le interesaba adem¨¢s de los libros?
R. Mi padre ten¨ªa cuatro pasiones: los libros, las pel¨ªculas, los vinos y los trajes. No pod¨ªas sacarlo de ah¨ª. Si yo le dec¨ªa: ¡°Oye, he tenido un problema con mi jefe¡±, te preguntaba si hab¨ªas le¨ªdo tal libro, que ¨¦l lo quer¨ªa leer tambi¨¦n. Y al final no era capaz de aguantar una pel¨ªcula, de sostener la lectura de un libro, no pod¨ªa beber vino y estaba siempre en pijama.
P. Graham Greene: ¡°No creo a nadie que diga amor, amor, amor. Siempre significa ego¨ªsmo, ego¨ªsmo, ego¨ªsmo¡±. Y usted apostilla: ¡°Quien dice ¡®te quiero¡¯ suele querer decir: ¡®Mira si soy maravilloso que te quiero¡±.
R. Hay palabras que, cuando se dicen rutinariamente, son terribles. Decir ¡®te quiero¡¯ puede ser incre¨ªble en un momento determinado, pero decirlo por decir es el horror.
P. Hay gente a la que se le escapa haciendo el amor con alguien que acaba de conocer.
R. Pero ese momento es muy intenso, lo sientes de verdad. No es un ¡°te quiero¡± de ¡°quiero casarme contigo y vivir juntos¡±, es un ¡°te quiero¡± de que, hombre, est¨¢is viviendo un momento muy intenso juntos.
P. Cuando su padre en casa siente que es el final, que se est¨¢ muriendo, dice a su madre con el ¨²ltimo hilo de voz: ¡°Me muero, abr¨¢zame, abr¨¢zame¡±.
R. Mi madre fue corriendo a abrazarle y ¨¦l muri¨® en sus brazos. Que unas personas tan mayores estuvieran tan enamoradas como estaban ellos... Yo nunca he pensado c¨®mo quiero morir. Ahora quiero morir as¨ª, abrazado a la persona que quiero.
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