¡®Heretic¡¯: la sonrisa de Hugh Grant provoca pavor

En una posible clasificaci¨®n acerca de la habilidad, el conocimiento y la experiencia, y seguramente del mismo modo que lo que ocurre en la vida, hay pel¨ªculas de autores inteligentes y brillantes, y hay pel¨ªculas de gente lista. Heretic (Hereje) es la pel¨ªcula de dos listos.

Se llaman Scott Beck y Bryan Woods, nombres no mayoritariamente conocidos, ambos de 40 a?os, siempre cercanos al cine de terror, con tres largometrajes sin demasiado recorrido como directores, pero con un notable guion que dio pie a una estupenda pel¨ªcula convertida en saga: Un lugar tranquilo (2018). La pareja creativa, dos amigos de toda la vida criados en Iowa, compa?eros de universidad de cine, ha dado un golpe sobre la mesa con su cuarto trabajo tras la c¨¢mara: un thriller psicol¨®gico que desemboca en el terror, escrito con una enorme sagacidad, de apenas tres personajes y desarrollado en un ¨²nico espacio, que viene acompa?ado de una decisi¨®n astuta, pero tan coherente que parece imposible que no se le hubiera ocurrido a nadie antes: que los mohines, los tics, las ca¨ªdas de ojos, las sonrisas y los leves tartamudeos de Hugh Grant en sus maravillosas comedias rom¨¢nticas pod¨ªan servir para dar miedo.

Dicho as¨ª, parece incluso l¨®gico (y su papel en Paddington 2 ya lo apuntaba), pero solo Beck y Woods han sabido verlo hasta estos extremos. As¨ª, Heretic est¨¢ tan asentada en un libreto lustroso como en una decisi¨®n de reparto admirable. Una pel¨ªcula de terror teol¨®gico, y el concepto ya se las trae (para bien), que desarrolla un encuentro con infinitas posibilidades dram¨¢ticas, religiosas, terror¨ªficas y hasta c¨®micas (que de todo ello tiene el tri¨¢ngulo): el de un tipo solitario obsesionado con las religiones, y un par de adolescentes mormonas, de esas que van por las casas y las calles con la chapita con su nombre, sus sencillos uniformes, su sonrisa de paz y sus interioridades seguramente complejas, intentando convencer al personal de las incre¨ªbles bondades de su Movimiento de los Santos de los ?ltimos D¨ªas.

El perspicaz di¨¢logo inicial de las dos chicas, sentadas en un banco y prestas para un d¨ªa de proselitismo vecinal, va poniendo en su sitio el ins¨®lito tono de Heretic: entre el conocimiento profundo del ser humano y la m¨¢s efervescente de las gamberradas juveniles, su conversaci¨®n sobre los condones talla XXL se configura como un inicio de bendita procacidad. Tan desvergonzada como para que durante buena parte del relato estemos mucho m¨¢s cerca de las teor¨ªas del villano Grant que del par de angelicales coprotagonistas.

Todo ello desde una esencia teol¨®gica, y a trav¨¦s de un elevado concepto que da que pensar mientras nos divertimos con la interpretaci¨®n de Grant (y de las j¨®venes Sophie Thatcher y Chloe East, que tambi¨¦n est¨¢n magn¨ªficas): el de la iteraci¨®n; es decir, volver una y otra vez a lo ya hecho. Una noci¨®n que se acomoda a cada una de las religiones de la historia (en realidad, la misma), y tambi¨¦n a otros grandes conceptos procedentes de la cultura popular, con la que Beck y Woods juegan a la perfecci¨®n con ese aire de listilla traviesa que tiene toda la pel¨ªcula. Y ah¨ª el di¨¢logo entre los parecidos de tres canciones de The Hollies, Radiohead y Lana del Rey se lleva el premio gordo de la loter¨ªa de la perspicacia a la hora de establecer paralelismos llamativos.

Eso s¨ª, llegado el ¨²ltimo trecho, el del terror f¨ªsico, Heretic decae hasta lo convencional. Aparente historia de encierro, con excelente cadencia hasta su tramo final, algo reiterativo y complaciente, el trabajo de Beck y Woods a¨²n posee una guinda m¨¢s, justo la que envuelve conceptualmente el espect¨¢culo: la relevancia del control. En nuestras sociedades, en nuestras vidas, y en nuestras mentes.