Claudio Tolcachir pone voz y rostro en una obra de teatro a la invisibilidad de los ¡®riders¡¯
El director argentino estrena ¡®Los de ah¨ª¡¯, un texto sobre las miserias y vivencias del colectivo de los repartidores
En una colina, a las afueras de una gran ciudad, un lugar inh¨®spito y sucio por donde corren las garrapatas, bicicletas destartaladas y montones de cascotes, tres j¨®venes buscan un lugar en la vida. Claudio Tolcachir (Buenos Aires, 1979) pone voz y rostro al universo de los repartidores, con el decidido objetivo de luchar contra la indiferencia de la sociedad frente al dolor ajeno, la invisibilidad y la marginalidad. ¡°Todos mis signos vitales est¨¢n en esta obra¡±, asegura Tolcachir tras un ensayo de Los de ah¨ª, su primer texto escrito desde que se instalara en Madrid hace siete a?os. La funci¨®n, protagonizada por Nourdin Bat¨¢n, Fer Fraga, Malena Guti¨¦rrez, Nuria Herrero y Gerardo Otero, se estrena este viernes en la sala Mar¨ªa Guerrero, del Centro Dram¨¢tico Nacional, donde se representar¨¢ hasta el pr¨®ximo 9 de marzo.
Se levanta el imponente y lujoso tel¨®n de terciopelo rojo del teatro y el espectador se topa con la realidad m¨¢s ¨¢spera. Tres j¨®venes esperan la se?al que surge de una m¨¢quina, el ¨²nico elemento que les une con el exterior, que les anuncia su pr¨®ximo destino para la entrega de paquetes. Est¨¢n en una ciudad extranjera de la que desconocen el idioma y todos sus c¨®digos. Reciben el encargo, recogen el paquete, se montan en la bicicleta y entregan el pedido. Y de nuevo al punto de partida, a la espera de una nueva se?al de la maldita m¨¢quina. Invisibles frente a la ciudad, ellos van tejiendo, sus vidas, se organizan, se cuidan en una convivencia obligada que se convierte en su lugar de referencia.
Los de ah¨ª nace del encargo de Alfredo Sanzol, director del CDN, a Tolcachir para realizar la obra que ¨¦l quisiera. ¡°Me dio fecha, espacio, confianza y libertad. Fue el disparador para hacerse la pregunta m¨¢s privilegiada que uno puede hacerse, ?qu¨¦ quiero contar? ?de qu¨¦ quiero hablar?¡±, asegura el director argentino que, fiel a su trayectoria y necesidad teatral, fij¨® la mirada en una comunidad m¨¢s all¨¢ de un argumento central o una historia. ¡°Me parec¨ªa linda la oportunidad de achicar la lente sobre un grupo de gente an¨®nima del cual formamos parte, a los que todos conocemos y con los que nos cruzamos en las calles, saber qui¨¦nes son, ponerles ojos, ponerles cara, saber si aman, si extra?an a alguien, si est¨¢n enfermos. Personas que, aunque vengan de lugares tan distintos, con sus microhistorias van conformando una comunidad¡±, explica el director, en b¨²squeda de una sinfon¨ªa de ritmos y voces que van armando la melod¨ªa completa y que el espectador va descubriendo poco a poco. ¡°El proceso de ir descubriendo, m¨¢s que que me vayan contando, me atrae mucho como espectador¡±, a?ade.
Hay tanto de Claudio Tolcachir en Los de ah¨ª que ¨¦l mismo se conmueve al mencionarlo. La emigraci¨®n, la paternidad, el desarraigo, la precariedad, las amistades, los miedos. ¡°Todos podemos ser esos j¨®venes riders que tratan de sobrevivir en un pa¨ªs extranjero. Cada d¨ªa que pasa veo que hay mayor justificaci¨®n personal para realizar la obra, una obra que est¨¢ muy impulsada por mis hijos, por el miedo al futuro de mis hijos¡±, asegura el director, que se ve como rider de alguien. ¡°Yo tambi¨¦n puedo ocupar ese lugar, yo tambi¨¦n siento que hay formas de trabajo que ni entiendo ni decido. Aspiro a que el p¨²blico vea que uno no est¨¢ tan lejos de lo que se vive en la funci¨®n y que cada uno de esos personajes lleva con ¨¦l una historia afectiva que podemos tener cualquiera. Es la marginalidad de todos aquellos que no forman parte del ciclo virtuoso de la vida¡±, a?ade Tolcachir.
Tiene claro Tolcachir que todos estos personajes que viven en la inh¨®spita colina son parte de la sociedad; pero que la sociedad los niega. ¡°Somos todos c¨®mplices de esta situaci¨®n. A m¨ª no me gusta el teatro como dedo acusador, pero s¨ª me interesa poner nombre y rostro a los seres humanos que viven con absoluta dignidad su propia marginalidad y as¨ª enfrentarnos a la indiferencia¡±. Y a pesar de todo, para el fundador de Timbre 4, la prestigiosa compa?¨ªa teatral, referente de la escena en Buenos Aires, que hace tres a?os desembarc¨® en Madrid con una escuela y una sala teatral, director de t¨ªtulos como La omisi¨®n de la familia Coleman o Pr¨®ximo, siempre hay hueco para la esperanza. ¡°A m¨ª me dicen que soy un optimista enfermo, pero lo que est¨¢ claro es que donde se arma un grupo humano hay siempre esperanza¡±.
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