¡®La fiebre de los ricos¡¯: el director de ¡®El hoyo¡¯ no desarrolla la gran idea de una pandemia en la lista ¡®Forbes¡¯

Durante los primeros minutos de La fiebre de los ricos, nueva pel¨ªcula de Galder Gaztelu-Urrutia, autor de la exitosa El hoyo, una productora cinematogr¨¢fica de ficci¨®n escucha las sinopsis de un pu?ado de guionistas que, con renovada ilusi¨®n en sus argumentaciones y las consabidas ansias de triunfo, intenta vender sus ideas en apenas un minuto, como si el cine se pudiera despachar con la palabra y no fuera un asunto, o un arte, fundamentalmente de mirada.

Y sin embargo, todas esas ideas de los creadores, expuestas consecutivamente y casi en fila india ante la poderosa mujer que les puede financiar sus sue?os de futuro ¡ªlos art¨ªsticos y, claro, tambi¨¦n los econ¨®micos¡ª, tienen la suficiente garra, inventiva e inter¨¦s como para dejarte perplejo, al menos durante un instante. Se nota que Gaztelu-Urrutia, que sali¨® del anonimato para decirle al mundo con El hoyo lo que son la codicia, la intolerancia, el orden del mundo, la cooperaci¨®n, la violencia, la justicia, el conformismo y la ansiedad, lo que siempre fue la lucha de clases, tiene ideas para dar y hasta para regalar.

A aquella alegor¨ªa de bajo presupuesto, que ya se pod¨ªa contar con cierto atractivo en un minuto, y que lleg¨® a 82 millones de visionados a trav¨¦s de Netflix en todo el mundo, seg¨²n cifras de la propia plataforma, y a su p¨¢lida secuela, El hoyo 2, le sucede ahora La fiebre de los ricos, otro paradigma de la inventiva: un virus mortal empieza a infectar a los multimillonarios del mundo; la enfermedad solo parece afectar al principio a los de la lista Forbes, pero pronto se expande hasta abarcar a gentes de poder (el Papa, los monarcas¡­) y a riquezas m¨¢s modestas, lo que obliga a los m¨¢s acaudalados a deshacerse de sus fortunas; el problema es que nadie quiere hacerse con ellas y por tanto no hay a quien venderlas. En lenguaje coloquial, mola. Y, en lectura a ritmo normal, expuesta en apenas 25 segundos. El problema es que luego hay que hacer una pel¨ªcula de dos horas, y eso tampoco es f¨¢cil.

Gaztelu-Urrutia y sus coguionistas (David Desola y Pedro Rivero, los mismos de El hoyo, a los que se ha unido el prestigioso dramaturgo brit¨¢nico Sam Steiner), lo logran durante una hora, la primera, atractiva en lo argumental, bien dialogada y con notable ritmo dram¨¢tico. Sin embargo, la pel¨ªcula se diluye un tanto en la segunda mitad. Quiz¨¢ no en el apocal¨ªptico mensaje de su distop¨ªa: la imposibilidad de acabar con nuestro peliagudo orden mundial por culpa de un sistema financiero como el actual, tan asentado en los de arriba que, si ellos caen, como en El hoyo, todo se acaba derrumbando. Pero s¨ª en el puro entretenimiento, con una segunda hora de metraje bastante menos ins¨®lita, porque adonde se llega s¨ª se ha contado ya, y mejor (los ricos en el agujero de los pobres), y porque emocionalmente la trama relacionada con la familia, el amor a los hijos y la moralidad no acaba de desarrollarse con hondura.

Pel¨ªcula ambiciosa, 100% espa?ola y, ahora s¨ª, de gran presupuesto (14 millones de euros), con magn¨ªfica factura, profesionales nacionales en todos los departamentos art¨ªsticos y t¨¦cnicos, y rodada en ingl¨¦s con reparto internacional (relevante, no de primera fila, aunque s¨ª s¨®lido), La fiebre de los ricos no se queda en sus 25 segundos de impactante gancho. Hay suficientes buenas ideas en la fase de propagaci¨®n del virus y las colisiones sociales iniciales, y alg¨²n buen matiz en el segundo trecho: los que nunca pensaron en tener que emigrar, haci¨¦ndolo hacia las zonas de las que antes hu¨ªan los m¨¢s necesitados. Ahora bien, el retrato de los abismos del poder flaquea en la exposici¨®n, junto a otros traviesos ingenios que no deber¨ªan haber salido de la broma entre unas cervezas a la salida del trabajo, caso del s¨ªntoma de la dentadura blanqueada hasta el brillo del terror, que visualmente resulta caricaturesca.