Nuevo urbanismo c¨ªvico y digital
El mundo actual, inform¨¢tico y anal¨®gico, redefine los elementos arquitect¨®nicos
El vocabulario arquitect¨®nico se est¨¢ quedando obsoleto. O por lo menos confuso. Desde hace unos a?os comparte uso con elementos, con frecuencia intangibles y, aparentemente ajenos a la arquitectura. Son muchas las palabras que ya no refieren ¨²nicamente a la construcci¨®n. ?Qu¨¦ mundo dibujan muros intangibles y granjas digitales?
En nuestra familia, es dif¨ªcil que nuestra hermana mayor nos sorprenda. De ella no esperamos nada ¡ªincluido nada malo, que no es poca cosa¡ª y a la vez lo esperamos todo: cualquier tipo de ilusi¨®n, fantas¨ªa o excentricidad. Eso s¨ª, sabemos que sabiamente prefiere el descanso al esfuerzo, la tranquilidad a la incertidumbre y la creatividad a cualquier otra cosa. Por eso hace unos a?os nos sorprendi¨® dici¨¦ndonos que se iba. Ten¨ªa que regar la granja. Supimos que llevaba dos d¨ªas sin hacerlo porque nos lo cont¨® apresurada, mientras se levantaba de la mesa. Y, entonces s¨ª, se nos pas¨® por la imaginaci¨®n, que hab¨ªa sentado la cabeza poni¨¦ndola en una cosecha de tomates, jud¨ªas verdes y pimientos con olor y sabor. Cuando le preguntamos qu¨¦ cultivaba nos espet¨®: un poco de todo, pero ¨²ltimamente he empezado a plantar soja. Se hab¨ªa convertido en una granjera a gran escala.
¡ª?Pero t¨² puedes hacer eso? ?No te cansas? ¨Cquiso saber mi madre.
¡ªSolo tengo que estar atenta. Lo ¨²nico que hago es apretar botones para el riego. Est¨¢ todo informatizado.
La gran escala de sus cultivos ten¨ªa, por fin averiguamos, truco. Cab¨ªa en la pantalla de un ordenador. Nuestra hermana cuidaba campos virtuales. No hab¨ªa dejado de ser ella.
Hace poco, intentando reinventarse de nuevo tras tener que cerrar su negocio durante la pandemia, dijo otra vez que ten¨ªa que irse ¡°a hacer farming¡±. No mencion¨® la granja esta vez, lo dijo en ingl¨¦s: hacer farming. Y se calz¨® para salir a caminar. Hab¨ªa encontrado trabajo en una agencia inmobiliaria donde, para poder vender casas y pisos, ten¨ªan que cultivar el terreno consiguiendo la exclusividad de los pisos y casas en venta. Eso era la nueva granja de nuestra hermana, una granja de pisos que se sembraba con buzoneos.
El mundo digital parece dispuesto a redefinir muchos de los t¨¦rminos paisaj¨ªsticos y arquitect¨®nicos. Lo m¨¢s b¨¢sico: el muro no se puede ya ni derribar ni calcular. El muro de hoy delimita la intimidad, s¨ª, pero se construye m¨¢s con deseos que con realidades. Est¨¢ formado por im¨¢genes. Remite m¨¢s a las vivencias que los j¨®venes comparten en Facebook que a cualquier plano vertical construido con piedra, ladrillos u hormig¨®n. Es, exactamente, lo contrario a un muro. Eso s¨ª, puede tener el impacto de un muro de carga.
Sin necesidad de cruzar al lado virtual del espejo, los parques se reinventan continuamente. De cotos de caza real pasaron a ser espacios para el ocio, y la tranquilidad que evita revoluciones, ciudadana. El pasado oto?o, el Ayuntamiento de Madrid tuvo una idea: instalaron contenedores que eran gimnasios port¨¢tiles. Quer¨ªan llevar el deporte al parque. La iniciativa era buena. Pero llegaba tarde. ?Por qu¨¦? Hac¨ªa ya mucho tiempo que la ciudadan¨ªa hab¨ªa convertido El Retiro en un gimnasio temporal. Uno que se despliega a unas horas del d¨ªa y es capaz de dejar hueco para el paseo dominical, los juegos de los ni?os o la feria del libro. Hoy muchos jardines se han convertido en gimnasios, sin necesidad de anunciarlo, y antes fueron escenarios de fiestas infantiles, de cortejos y de encuentros sexuales.
Como los parques, el mobiliario urbano tambi¨¦n vive tuneado. No trata de demostrar ninguna creatividad, aunque la tenga. No intenta singularizar lo producido en serie. Se esfuerza por convertir bancos en camas de cart¨®n para gente sin hogar. En esa l¨ªnea de piezas ¨²nicas, son muchos los portales, y los cajeros cubiertos que doblan su uso como dormitorios cuando llega la noche. Ese doble uso rebela el estado de nuestra sociedad. La parte buena est¨¢ en quien no evita que eso suceda sembrando alf¨¦izares de pinchos para que nadie pueda sentarse o sustituyendo bancos por butacas para que al que no tiene un techo bajo el que dormir no se le ocurra estirarse e incomodarnos con su presencia record¨¢ndonos que el mundo es un lugar dif¨ªcil. La parte mala tambi¨¦n est¨¢ en todo lo que no evita que eso llegue a pasar, claro.
Cualquier tuneado del espacio p¨²blico, anal¨®gico o digital, es una protesta. Y, a la vez, un signo de libertad, un anuncio de las carencias de una ciudad implantado con audacia en el espacio p¨²blico.
Babelia
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