?Qu¨¦ es una casa?
El ilustrador Pep Carri¨® y la escritora Mar¨ªa Jos¨¦ Ferrada intercambiaron durante la pandemia im¨¢genes y el resultado es el libro ¡®Casas¡¯, que demuestra que es un t¨¦rmino relativo y cambiante
Una misma casa puede asfixiar a una persona y liberar a otra. La misma. En el mismo lugar. ?Por qu¨¦? Puede que porque la mente tambi¨¦n es una casa. Seguramente el refugio m¨¢s seguro. O, en ocasiones, ?tambi¨¦n la mente puede ser una c¨¢rcel insalvable?
El ilustrador Pep Carri¨® y la escritora Mar¨ªa Jos¨¦ Ferrada han pensado mucho, con viajes de ida y vuelta, lo que significa, o esconde impl¨ªcitamente, la palabra, el concepto m¨¢s bien, casa. As¨ª, hablando y compartiendo ideas y dibujos, idearon, cada uno en su propia vivienda, el libro Casas, que ahora ha publicado la editorial N¨®rdica. Del intercambio de dibujos y palabras naci¨® este volumen que explica lo que son las casas para una serie de personajes tan reales como imaginarios.
As¨ª se hizo el libro. En su apartamento de Madrid, Pep Carri¨® dibujaba. Pintaba en libretas de tapas negras. Lo hace a diario. Le interesan sobre todo los ¨¢rboles, el mar y las casas. Al otro lado del Atl¨¢ntico, en Santiago de Chile, Mar¨ªa Jos¨¦ Ferrada ten¨ªa una de esas libretas de tapas negras repletas de dibujos. Y la le¨ªa. Imaginaba a los habitantes de los hogares que dibujaba Carri¨®. Luego lleg¨® el encierro dom¨¦stico, durante la pandemia. Y ese tiempo entre paredes sembr¨® el tono ajustando, y cambiando, la definici¨®n de hogar. Hay casas por todo el mundo. Pero siempre son casas de personas. Es decir, van de lo colectivo externo a lo personalizado interno. Por eso para ellos, las casas tienen m¨¢s que ver con quien las habita que con el lugar que los edificios ocupan. Y as¨ª contradicen a un postulado b¨¢sico de la arquitectura: el de atender al contexto. Para Carri¨® y Ferrada, el contexto son los habitantes de las viviendas, los que las terminan de construir. De dibujar. De imaginar. ?O no?
Lo que Luis Pereira le dej¨® claro al arquitecto Oliverio S¨¢nchez es que en su casa deb¨ªa haber una ventana en la zona de la corteza prefrontal, donde se guardan los recuerdos. Es evidente que el cliente, Pereira, hab¨ªa confundido una vivienda con un cuerpo. Pero ¨¦l se dispuso a dise?arla. ¡°Una casa, para bien o para mal, significa rutina, as¨ª que cada ma?ana, despu¨¦s de leer el diario, Luis abre la ventana y observa su pasado¡±.
Es Mar¨ªa Jos¨¦ la que busca en el pasado de Pereira, claro. Y lo hace impulsada por los dibujos de Pep. No corren, se suceden los d¨ªas lentos de la pandemia. Pep dibuja en Barcelona. Mar¨ªa Jos¨¦ escribe en Chile. Y as¨ª hablan. Casi todos los d¨ªas. De lo que hacen los due?os de las casas que, entre los dos, imaginan. La familia del arquitecto, Oliverio S¨¢nchez, est¨¢ llena de marinos mercantes. Por eso ¨¦l sabe que ¡°si el suelo de la casa se hace con tablas de barco, la casa navega¡±. Irina Popov es una inventora ¡°de habitaciones para albergar el vac¨ªo¡±. Por eso cre¨® la casa matrioska en un congreso. Toshio Hiraoka construye netsukes: casas que caben en la palma de la mano, es decir, microcosmos: ¡°Piedras o maderas que hablan de la mente¡±.
Ernesto Barros construy¨® su casa con sus propias manos. Por eso la sent¨ªa como una extensi¨®n de s¨ª mismo. No la pod¨ªa abandonar. Cuando se hart¨® del ruido, se la llev¨®. ?C¨®mo? El libro lo deja dudando entre poner una rueda en cada esquina o desarmarla y subirla a un carro.
Hay mucho m¨¢s: Hao Wang que, ¡°tal como correspond¨ªa al tercer hijo, se hizo lo suficientemente peque?o para compartir la casa con un canario¡±.
Hay muchos m¨¢s habitantes y, por lo tanto, casas. El hombre-casa vive en una caja de cart¨®n. Y nadie lo ve. Camilo M¨¢rquez y Diego Garc¨ªa hablaron durante m¨¢s de cincuenta a?os desde sus casas en Santiago de Chile y San Pedro de Marcor¨ªs (en Rep¨²blica Dominicana) antes de conocerse. O Roberto L¨®pez que coopera con una ONG danesa encargada de revivir recuerdos de infancia. La de Roberta Santos no sabemos d¨®nde est¨¢, pero s¨ª que una vez al a?o amanece al rev¨¦s. Ese d¨ªa utiliza una ventana como puerta.
La casa de Joan Arnau est¨¢ sobre un caracol. En ella se vive lento, pero cuando cambia de lugar puede viajar de Ciudad del Cabo a Colonia. Estos cambios repentinos le produc¨ªan angustia que ¡°ha aprendido a manejar, ayudado por la lectura de los cl¨¢sicos japoneses¡±. Todos hablan de la impermanencia de las cosas. Cuesta pensarlo cuando hay tanta gente sin casa. Pero que las casas cambien y no permanezcan, ?es malo? ?O es bueno?
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