El Depor sopla las velas del Centenario
En el cumplea?os por excelencia, el convidado de piedra ha sido el encargado de soplar las velas. Cien a?os de Copa, cien del Madrid, una tarta en forma de estadio Santiago Bernab¨¦u. Demasiado dulce para un equipo cargado de estrellas y vac¨ªo de ideas en el primer tiempo, un periodo en el que un Depor primoroso le ha hecho un roto que no ha sido capaz de coser el Madrid en un segundo acto cargado de tensi¨®n pero en el que el empuje desenfrenado no ha sido suficiente.
En un partido con una dosis extraordinaria de presi¨®n hist¨®rica y medi¨¢tica, ni siquiera se han dado tiempo los dos equipos a medirse, a tantearse. Apenas comenzado el choque de los choques, el de los Centenarios, Trist¨¢n avisaba. Cog¨ªa un bal¨®n suelto, procedente de un fallo defensivo blanco imperdonable, enviaba un regalo para la vista que no se ha colado en la escuadra porque C¨¦sar ha hecho alarde de cualidades felinas.
Hab¨ªa transcurrido un suspiro desde el pitido inicial y ya el Depor pon¨ªa en aprietos a los madridistas. No les llegaba la camisola al cuello a los centernarios y Sergio pon¨ªa por debajo de las piernas de C¨¦sar el primer tanto tras otro regalo de Trist¨¢n, empe?ado en dejar a Makaai para partidos de menor entidad.
El gol inicial del Depor inyectaba la dosis de furia en el Madrid. Una tangana entre Ra¨²l y Mauro Silva, imponente, ha sido el toque de corneta que necesitaba el cuadro de Del Bosque para irse a por el empate. Con el coraz¨®n desbocado, aferrado a sus estrellas, sin demasiado criterio, los blancos, en plan s¨¦ptimo de caballer¨ªa, ha rozado el empate con un remate de Zidane al larguero.
Sin embargo, el bloque del Deportivo se mostraba superior. Sobre todo apoyado en un pilar inquebrantable. Mauro Silva, futbolista enorme, se hac¨ªa omnipresente, mandaba, se echaba al Depor a la espalda -si le dejan se echa al Madrid tambi¨¦n. Dec¨ªa"Aqu¨ª estoy yo" y demostraba a los madridistas que el bal¨®n ten¨ªa que pasar muy lejos de ¨¦l para que pasase.
Tan seguro en tan segura base, el Depor demostr¨® al Madrid c¨®mo hay que responder en las duras y en las maduras. El embate del Madrid, aguijoneado por el gol de Sergio, no hac¨ªa agua en la l¨ªnea de flotaci¨®n coru?esa. Una vez informado de los escasos da?os, mediada la primera mitad, el espol¨®n corun¨¦s, Valer¨®n-Trist¨¢n, torpedeaba la l¨ªnea defensiva blanca, convirtiendo el ¨¢rea de C¨¦sar en un campo de minas. Valer¨®n primero y Sergio despu¨¦s anunciaban tormenta.
Y como no pod¨ªa ser de otra manera, el eje del mal firmaba el segundo. Valer¨®n pasaba, Trist¨¢n marcaba. Al lado derecho, un bal¨®n suelto para el canario se convert¨ªa en un env¨ªo de tiral¨ªneas, franco para el sevillano. Y trist¨¢n no perdona. Letal, obligaba a C¨¦sar a recoger de nuevo el cuero bajo las mallas.
Conjurados en el vestuario para dar la vuelta a la Centenaria, el Madrid sal¨ªa del t¨²nel antes que nadie, dispuesto al asedio del marco de Molina incluso antes de que Mejuto silbara el principio del segundo envite. "A la carga" era la consigna y el que mejor aprendida la ten¨ªa era Solari. Arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda, con bal¨®n, sin bal¨®n, el argentino estaba en todas.
Irureta, en el ¨ªnterin, dej¨® el buen juego y el disfrute para los que hubieran visto la primera mitad. En parte por el empuje del Madrid y en parte por el car¨¢cter r¨¢cano del t¨¦cnico vasco, el Depor se puso a la sombra del larguero, se encomend¨® a las meigas y dej¨® que el Madrid estrellara sus arietes en la frontal del ¨¢rea coru?esa.
Como no pod¨ªa ser de otra manera, el arre¨®n tuvo su fruto, sobre todo gracias al omnipresente Solari. Hab¨ªa un bal¨®n, que se perd¨ªa. Lo busc¨®, lo encontr¨®, lo dio a Morientes. Morientes, fuera de sitio lo entreg¨® al depredador. Como siempre, Ra¨²l se adelantaba a los acontecimientos y a los defensas y apretaba la garganta de los aficionados deportivistas. Hab¨ªa partido. No juego, pero s¨ª partido.
A¨²n m¨¢s entregado, Irureta daba entrada a Duscher y quitaba al dandy, Valer¨®n, que en un canto de cisne estuvo a punto de sentenciar el encuentro con un disparo al poste. No obstante, se impon¨ªa la trinchera. Mientras, Zidane daba rienda suelta a su imaginaci¨®n y con sus regalos el Madrid estuvo a punto de empatar en m¨¢s de una ocasi¨®n.
Pero Naibet y Mauro Silva, imperiales, tapaban los agujeros, achicaban agua y manten¨ªan a flote a un Deportivo encomendado a alg¨²n contragolpe que llegara a los fabulosos pies de Trist¨¢n. Sergio, en uno de ellos, fallaba a puerta vac¨ªa la sentencia.
No quedaba m¨¢s que la agon¨ªa. Empuj¨®n tras empuj¨®n, el Madrid consum¨ªa los minutos estrell¨¢ndose de frente una y otra vez contra el muro deportivista. No hab¨ªa nada que hacer. El Madrid no ganar¨¢ el triplete en el a?o de su Centenario, no gan¨® la Copa del Centenario. Doscientas velas eran muchas.
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