Nuevo salto del Deportivo
El equipo de A Coru?a a?ade un trofeo m¨¢s a su vitrina y se afianza en el grupo de los grandes
En un club atrapado durante toda su vida por el fatalismo, cada t¨ªtulo logrado en los ¨²ltimos a?os ha sido una venganza contra el destino. La Copa del Rey conseguida en 1995 se vivi¨® como una victoria frente a los elementos -la c¨¦lebre tormenta que oblig¨® a suspender el partido - y una compensaci¨®n por el inenarrable trauma sufrido el a?o anterior, cuando la Liga se esfum¨® en el ¨²ltimo minuto. Aquel t¨ªtulo de Copa logrado ante el Valencia en el Bernab¨¦u sirvi¨® de paliativo contra el derrotismo, pero la herida no acab¨® de cerrarse hasta mayo de 2000, cuando el Deportivo alcanz¨® el desquite definitivo y la Liga sald¨® su vieja deuda con los gallegos. A partir de entonces, el Deportivo enterr¨® sus complejos y ha sido capaz de pasearse orgulloso por los m¨¢s legendarios coliseos de Europa, de San Siro a Old Trafford, del Camp Nou al Parque de los Pr¨ªncipes. S¨®lo una ¨²ltima frontera se le resist¨ªa al Deportivo, incapaz de sobreponerse a sus aprensiones cada vez que visitaba Chamart¨ªn. Anoche cay¨® ese ¨²ltimo basti¨®n, en las peores circunstancias posibles, y el Deportivo ha dado un nuevo salto que le puede impulsar a las cumbres m¨¢s insospechadas.
El equipo gallego da por enterrados sus complejos y su horizonte se adivina infinito
Hasta alcanzar el t¨ªtulo de la Liga 1999-2000, el D¨¦por era a¨²n como un adolescente meritorio, un muchacho lleno de energ¨ªa pero asaltado por las dudas de la juventud. La consecuci¨®n de aquel campeonato obr¨® un cambio trascendental. 'Hemos madurado definitivamente', sentenci¨® Mauro Silva, protagonista de primer orden en la fabulosa gesta escrita por el equipo desde 1992. Y los hechos lo corroboraron. Convencido de que su ¨¦xito no era un fen¨®meno ef¨ªmero, el Deportivo volvi¨® a luchar por la Liga -fue segundo tras el Madrid- y alcanz¨® los cuartos de final en su primera participaci¨®n en la Copa de Europa, tras dejar fuera a equipos con los que ni pod¨ªa so?ar la tribu blanquiazul: el Juventus, el Milan o el Par¨ªs Saint-Germain.
Desde entonces, a despecho de sus altibajos y sus peri¨®dicas reca¨ªdas en el mal humor, el Deportivo se ha mantenido en la cima. De nuevo aparece como un firme candidato al t¨ªtulo y tiene despejado el camino hacia los cuartos de final de la Liga de Campeones, a pesar de que la suerte le adjudic¨® en la segunda fase un grupo dur¨ªsimo. S¨®lo una mancha emborronaba a¨²n el id¨ªlico paisaje. El Deportivo deslumbrante que campaba altivo por todo el continente segu¨ªa acorbard¨¢ndose sin remedio cada vez que se enfrentaba a la leyenda del Bernab¨¦u. El ¨²ltimo episodio de esa larga serie de frustraciones se produjo el pasado 5 de enero. El cuadro de Javier Irureta, que empez¨® jugando muy bien, tuvo que doblar la cerviz ante Ra¨²l y Zidane, dos talentos desatados como pocas veces en la presente temporada.
No fue en absoluto una derrota indigna, ni el Deportivo desmereci¨® del hermoso choque que se vio en aquella ocasi¨®n. Pero el trauma se magnific¨® y el deportivismo se lo tom¨® a la tremenda. Al siguiente partido en Riazor, la afici¨®n dispar¨® con sa?a contra todo lo que se mov¨ªa. Seriamente da?ado en su credibilidad, el equipo vivi¨® el momento m¨¢s delicado de la temporada y, por un instante, camin¨® sobre el borde del abismo.
La encrucijada se super¨® en dos citas especialmente sensibles. Primero fue el triunfo en Bala¨ªdos ante el Celta, y luego, la magn¨ªfica exhibici¨®n frente al Juventus, que devolvi¨® al equipo su vena m¨¢s heroica. Pero nada comparable con lo de anoche. Ha ca¨ªdo la ¨²ltima frontera, cuando todos los elementos hab¨ªan hecho del Deportivo un simple figurante en la gran fiesta del Madrid. Y ahora, el horizonte blanquiazul se adivina infinito.
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