Una victoria para la eternidad
El Deportivo derrota al Madrid en Chamart¨ªn, en la fecha del centenario, con una justicia inapelable
El Deportivo tom¨® conciencia en Chamart¨ªn de que el edificio de la historia se construye a costa de la historia de los dem¨¢s. Y no encontr¨® mejor ocasi¨®n de demostrarlo que en la fecha del centenario del Madrid, en la casa de Di St¨¦fano y Puskas, frente al equipo de Ra¨²l, Zidane y Figo. Su victoria tiene el car¨¢cter de los momentos inolvidables en el f¨²tbol, por su sentido de la precisi¨®n simb¨®lica y por la grandeza del desaf¨ªo. Esta final de Copa no fue una cualquiera, sino una que se recordar¨¢ por el impacto del resultado, del que no se sabe las consecuencias para el Madrid. Para el Deportivo supone la atronadora confirmaci¨®n del lugar privilegiado que ha alcanzado en el f¨²tbol europeo, ¨¦xito conseguido en el momento exacto, en el sitio justo. Desde ahora, este equipo tendr¨¢ un puesto en la memoria del f¨²tbol, pues las consecuencias de la victoria trascienden el aqu¨ª y el ahora: es una Copa para la eternidad.
REAL MADRID 1 | DEPORTIVO 2
Real Madrid: C¨¦sar; Salgado, Hierro, Pav¨®n (Solari, m. 46), R. Carlos; Helguera, Makelele; Figo (McManaman, m. 83), Ra¨²l, Zidane; y Morientes (Guti, m. 67).
Deportivo: Molina; Scaloni, C¨¦sar, Naybet, Romero; Sergio, Mauro Silva; V¨ªctor (Djalminha, m. 88), Valer¨®n (Duscher, m. 63), Fran (Capdevila, m. 84); y Trist¨¢n.
Goles: 0-1. M. 6. Valer¨®n cede a Sergio, que recorta a Hierro, encara en solitario a C¨¦sar y le bate con un disparo raso que entra entre las piernas del portero.
0-2. M. 38. Victor abre hacia Valer¨®n, desmarcado en la derecha, ¨¦ste centra raso y Diego Trist¨¢n, que se adelanta a M¨ªchel Salgado, empuja desde cerca.
1-2. M. 57. Solari le quita la pelota en la banda a Scolari, eleva al ¨¢rea sobre Morientes, ¨¦ste centra y Ra¨²l empuja.
?rbitro: Mejuto. Amonest¨® a Hierro, Solari, Helguera, M. Silva, V¨ªctor, Fran y Molina.
Unos 75.000 espectadores en el Bernab¨¦u. El Deportivo, campe¨®n de la Copa del Rey.
Por si las dudas, no caben objecciones al triunfo del Depor, espl¨¦ndido en la primera parte, con Mauro Silva en plan caudillo, una especie de Obdulio Varela que convirti¨® el centro del campo en una pared infranqueable para los jugadores del Madrid. Tantos a?os despu¨¦s de su llegada al f¨²tbol espa?ol, Mauro Silva no ha perdido la vigencia: todav¨ªa es un fen¨®meno defensivo, la pieza m¨¢s acabada de lo que antes se conoc¨ªa como medio tap¨®n, concepto que tampoco le hace justicia porque este futbolista maravilloso es algo m¨¢s que un especialista. Es un l¨ªder silencioso y ejemplar que no claudica nunca, que sirve especialmente para los partidos donde se exige gente de hierro. Su excepcional lectura del juego defensivo y su determinaci¨®n fueron cruciales en el primer tiempo, donde el Depor edific¨® su victoria, a la que no falt¨® sufrimiento porque el Madrid tir¨® con todo en la segunda parte, vibrante hasta la exageraci¨®n.
Antes de que el Madrid se lanzara a tumba abierta, con la ayuda de un heroico Solari, el Deportivo hab¨ªa obtenido un apreciable margen de seguridad con los goles de Sergio y Trist¨¢n, producto del buen juego del equipo. Si Mauro fue el eje f¨ªsico y moral del Depor, hubo otro jugador que marc¨® diferencias en la final. Valer¨®n, que tiene fama de pusil¨¢nime, dio un curso de f¨²tbol en un partido donde tambi¨¦n se pon¨ªa a prueba el car¨¢cter del personal. Est¨¢ claro que Valer¨®n no es un caudillo, pero su influencia en el equipo resulta abrumadora. Sin aparato, traza el f¨²tbol como pocos en estos d¨ªas, con inteligencia y sutileza, virtualmente indescifrable para sus rivales. Entre las l¨ªneas defensivas del Madrid, Valer¨®n hizo cosas maravillosas, bien asistido por Fran y Sergio, cuya vitalidad qued¨® demostrada en el primer tanto. Se descolg¨® desde el medio campo, recibi¨® de Trist¨¢n, regate¨® a Hierro, utiliz¨® el cuerpo para proteger la pelota frente a M¨ªchel Salgado y bati¨® a C¨¦sar con un remate fr¨ªo. Un gran gol que tuvo el don de la oportunidad porque lleg¨® en el arranque del encuentro.
El Madrid, que vivi¨® todo el partido entre urgencias, apret¨® y estuvo cerca del empate en dos remates de Zidane. El primero se estrell¨® en el palo; el segundo fue desviado con dificultades por Molina, que apenas fue exigido durante todo el encuentro.
Pero el arre¨®n del Madrid fue corto. El equipo estaba preso de la ansiedad. Funcionaba un poco Zidane, pero a su alrededor no hab¨ªa claridad. Y detr¨¢s Pav¨®n sufr¨ªa ante Trist¨¢n, de manera que el panorama era m¨¢s que preocupante para el Madrid. El Deportivo sali¨® pronto a flote y comenz¨® a poner el bal¨®n cada vez m¨¢s lejos de su porter¨ªa. En unos casos porque Mauro hac¨ªa de pared y en otros por su absoluta hegemon¨ªa en el medio campo. Era all¨ª donde Mauro Silva traspasaba el testigo a Valer¨®n, que tiraba del hilo con una facilidad extraordinaria. De una de sus brillantes acciones surgi¨® el gol ganador, en el que tambi¨¦n aparecieron V¨ªctor y Diego Trist¨¢n, el primero para colocar la pelota desde la derecha y el segundo para empujarlo ante el estupor de la hinchada del Madrid, que se prepar¨® para lo peor.
El ingreso de Solari por Pav¨®n estaba anunciado por el estado de necesidad del Madrid y por la floja actuaci¨®n del joven central. Precisamente fue Solari el hombre que cambi¨® el paso a su equipo. El Madrid tuvo que tirar de la heroica para buscar el gol. Le falt¨® juego, pero cay¨® con la dignidad de los equipos que no se rinden. Durante un buen trecho del segundo tiempo gener¨® en el Deportivo la clase de temor que tantas derrotas le han costado en Chamart¨ªn. El gol de R¨¢ul fue la cima del Madrid. Lleg¨® en un pelead¨ªsimo bal¨®n que finalmente gan¨® Morientes frente a Mauro. El delantero pudo girarse y enviar la pelota hacia R¨¢ul, solo ante Molina, que no pudo detener el remate. Al Madrid le quedaba tiempo suficiente para buscar el empate, y hasta pareci¨® que una decisi¨®n de Irureta a?ad¨ªa elementos para la pol¨¦mica.
En plena crecida del Madrid, Duscher sustituy¨® a Valer¨®n, lo que s¨®lo pod¨ªa interpretarse como un mensaje conservador. El t¨ªpico cambio, en fin, que provoca una tormenta en caso de derrota. Pero no hubo caso. El Deportivo aguant¨® a pie firme la desordenada carga final del Madrid, y algo dice la falta de actividad de Molina en la ¨²ltima media hora del partido. Entre prisas, al Madrid se le escap¨® la oportunidad de poner r¨²brica a una fecha hist¨®rica, a un partido inolvidable por lo que fue y por lo que significar¨¢. Porque la victoria del Deportivo quedar¨¢ para siempre en la memoria eterna del f¨²tbol.
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