El Alav¨¦s se derrumba
El conjunto vitoriano roza el descenso tras caer derrotado ante un Zaragoza que no se jugaba nada
La testa de Diego Milito y la plasticidad de Savio actuaron de jueces en el estadio de La Romareda, centro neur¨¢lgico de la jornada, una de las m¨¢s decisivas de la temporada. Sus habilidades deslomaron las aspiraciones del Alav¨¦s y, de paso, soliviantaron las rojas orejas de los futbolistas de los equipos rivales, pegados a la radio ante la inexorable efervescencia de la zona peligrosa.
La testa de Diego Milito y la plasticidad de Savio deslomaron las aspiraciones del Alav¨¦s y, de paso, soliviantaron las rojas orejas de los futbolistas de los equipos rivales, pegados al retransmisor ante la inexorable efervescencia de la zona peligrosa. Fue, precisamente, la asfixia del descenso, lo que derrumb¨® al conjunto vitoriano, que se olvid¨® de uno de los principios b¨¢sicos del f¨²tbol, ese que sentencia que corre la pelota y no el jugador, que es el cuero quien no se cansa de rodar. Tras la derrota, el club de Piterman se sit¨²a, a falta de un partido para que concluya la temporada, a dos puntos de los puestos que evaden la permanencia, del Espanyol.
La suma del nerviosismo vitoriano m¨¢s la apat¨ªa del Zaragoza, que nada pinta ya en la Liga, convergi¨® en un encuentro irracional e intermitente, donde las opciones claras se entendieron con el nulo f¨²tbol. Diego Milito, definidor por naturaleza, se aprovech¨® de la coyuntura. Y el equipo aragon¨¦s, entonces, aprovech¨® el tir¨®n. Ambos conjuntos salieron con el mismo dibujo, con un 4-4-2 sin hombre de enlace entre la media y la delantera. La ¨²nica diferencia fue la zona en que se realiz¨® la presi¨®n. La del Zaragoza se limit¨® al ¨¢rea propia, en caso de necesidad; la de las Alav¨¦s se iniciaba con Aloisi y Bodipo, que hac¨ªan de p¨¦ndulo y b¨¢scula para el resto. Algo que repercut¨ªa de sobremanera en la medular, que se desgast¨® a base de zancadas in¨²tiles, tan obcecada en dar una soluci¨®n con sus llegadas desde la segunda l¨ªnea como en encimar a los dos mediocentros blanquillos.
S¨®lo tir¨® de temple Jandro, que sac¨® a relucir sus virtudes en una demarcaci¨®n que no habit¨²a, la de interior derecho —su posici¨®n natural es la de media punta—. Fue el ¨²nico que asust¨® al Zaragoza; no pis¨® la l¨ªnea de fondo, pero traz¨® constantes diagonales hacia el interior para, inexorablemente, romper la cadera de Toledo, quien a la media parte dej¨® su sitio a Aranzabal. Jandro, adem¨¢s, supo leer los desmarques de Bodipo. Pero el ariete tirit¨® ante el marc¨® rival, acus¨® en exceso la presi¨®n del descenso. No as¨ª en el ¨¢rea rival Diego Milito y Savio, quien se desped¨ªa de La Romareda porque regresa a Brasil por motivos familiares. El argentino meti¨® el primero con la cabeza y el carioca fabric¨® los dos siguientes. Excesiva reprimenda para el Alav¨¦s, que pag¨® cara su vehemencia y se march¨® con la cabeza gacha. Ahora, la salvaci¨®n depende de una carambola: debe ganar su pr¨®ximo compromiso contra el Deportivo, que sigue inmerso en la lucha por la UEFA, y empatar o perder el Espanyol contra la Real Sociedad en Montju?c. "Al equipo le han entrado nervios y por eso no dependemos de nosotros mismos para salvarnos", admiti¨® Piterman, presidente, entrenador, fot¨®grafo y figura siempre pol¨¦mica. Y reflexion¨®: "Habr¨ªa que revisar el sistema de competici¨®n porque es absurdo que equipos que no se juegan nada se midan con los que se juegan much¨ªsimo". Chuchi Cos, el destituido, readmitido y de nuevo destituido t¨¦cnico del Alav¨¦s, vio el partido desde las gradas de La Romareda. El relevo que le hadado Mario Luna al frente del equipo, sin embargo, no ha surtido efecto. El Alav¨¦s est¨¢ con el descenso a la vuelta de la esquina.
La testa de Diego Milito y la plasticidad de Savio actuaron de jueces en La Romareda, centro neur¨¢lgico de la jornada, una de las m¨¢s decisivas de la temporada. Sus habilidades deslomaron las aspiraciones del Alav¨¦s y, de paso, soliviantaron las rojas orejas de los futbolistas de los equipos rivales, pegados a la radio ante la inexorable efervescencia de la zona peligrosa. Fue, precisamente, la asfixia del descenso la que derrumb¨® al conjunto vitoriano, que se olvid¨® de uno de los principios b¨¢sicos del f¨²tbol, ese que sentencia que corre la pelota y no el jugador, que es el cuero quien no se cansa de rodar. El Zaragoza, absolutamente aletargado ante la carencia de expectativas, llevado por la inercia y la desidia, se limit¨® a trotar por el c¨¦sped, a verlas venir. Y la suma del nerviosismo m¨¢s la pasividad convergi¨® en un encuentro irracional e intermitente, donde las opciones claras se mezclaron con el nulo f¨²tbol. Diego Milito, definidor por naturaleza, se aprovech¨® de la coyuntura. Y el equipo aragon¨¦s, entonces, aprovech¨® el tir¨®n.
Ambos conjuntos salieron con el mismo dibujo, con un 4-4-2 sin hombre de enlace entre la media y la delantera. La ¨²nica diferencia fue la zona en que se realiz¨® la presi¨®n; la del Zaragoza se limit¨® al ¨¢rea propia, en caso de necesidad; la del Alav¨¦s se iniciaba con Aloisi y Bodipo, que hac¨ªan de p¨¦ndulo y b¨¢scula para el resto. Algo que repercut¨ªa de sobremanera en la medular, que se desgast¨® a base de zancadas in¨²tiles, tan obcecada en dar una soluci¨®n con sus llegadas desde la segunda l¨ªnea como en encimar a los dos mediocentros blanquillos. As¨ª, en zona de tres cuartos, se produjo un vac¨ªo generoso. Pero los delanteros Ewerthon y Diego Milito se aislaron, residieron en la inopia. El argentino, por ejemplo, se preocup¨® m¨¢s por las botas que por el partido. Pero son dos delanteros con olfato, que la arman con media oportunidad. Justo lo que necesitaron. Zapater reba?¨® una pelota en el centro del campo y abri¨® para la carrera de Ewerthon, quien centr¨® al punto de penalti. Ah¨ª, libre de marcaje, la cabeza de Diego Milito dict¨® sentencia. Antes, sin embargo, se preocup¨® m¨¢s por la est¨¦tica que por el f¨²tbol. S¨®lo as¨ª se entiende que se calzara tres pares de botas en noventa minutos, por mucho que el chirimiri humedeciese el c¨¦sped aragon¨¦s.
Acostumbrado a la media punta, Jandro no desluci¨® en la banda derecha. M¨¢s bien, como interior, fue el ¨²nico que asust¨® al Zaragoza al explotar sus virtudes; no pis¨® la l¨ªnea de fondo, pero traz¨® constantes diagonales hacia el interior para, inexorablemente, romper la cadera de Toledo, quien a la media parte dej¨® su sitio a Aranzabal. Jandro, adem¨¢s, supo ver los desmarques de Bodipo. Pero el ariete tirit¨® ante el marc o rival, acus¨® en exceso la presi¨®n del descenso, justo a la vuelta de la esquina. No ocurri¨® lo mismo con Savio, quien se desped¨ªa de La Romareda porque regresa a Brasil por motivos familiares. Savio se fabric ¨® un penalti de libro, que despu¨¦s materializ¨®, y provoc¨® el tercer gol. Excesiva reprimenda para el Alav¨¦s, que pag¨® cara su vehemencia y se march¨® con la cabeza gacha. Lo contrario que Savio, que se marc¨® una vuelta de honor para despedirse de la afici¨®n.
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