El Bar?a saca a hombros al Madrid
El campe¨®n arrolla y baila a un equipo azulgrana sin tensi¨®n alguna, el peor que se recuerda en Chamart¨ªn
Un a?o despu¨¦s de haber igualado a puntos en la Liga, el Real Madrid confirm¨® metro a metro el enorme boquete que ha abierto con el Bar?a. Al equipo de Schuster le bast¨® con mostrar la pujanza que le ha distinguido para bailar sobre un adversario sin pulso, desvigorizado, con ese aspecto acorchado que le ha hecho descarrilar por segundo curso consecutivo. En Chamart¨ªn hubo tanto partido como quiso el Madrid, que jug¨® el duelo m¨¢s c¨®modo de la temporada. El cuadro de Rijkaard fue la nader¨ªa, se desenvolvi¨® de principio a fin con una pesadumbre extraordinaria y entreg¨® la cuchara desde la fanfarria del pasillo. Homenaje¨® a su rival en los proleg¨®menos, en el campo y en el palco. No tuvo m¨¢s que decir. A la espera de Guardiola, un entrenador con botas, son tiempos de extrav¨ªo azulgrana. El t¨ªtulo ha fortalecido de tal forma al Madrid, que cada jugador, uno a uno, pareci¨® un mariscal ante los barcelonistas. El conjunto local tuvo todo lo que le falt¨® al catal¨¢n: velocidad, sangre, tensi¨®n, coraje.
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Aplicado, Schuster sorprendi¨® de entrada al prescindir de un socio de Ra¨²l y ordenar un pelot¨®n en el centro del campo. Una medida para quitar la respiraci¨®n al Bar?a, al que s¨®lo le oxigena la posesi¨®n de la pelota. El alem¨¢n acert¨® y los azulgrana se quedaron en tanga. Cada apret¨®n madridista retrataba el pat¨¦tico ecosistema del Bar?a, anoche pifiado de Vald¨¦s a Bojan, de punta a punta. El empuje de Gago, Diarra, que ante la debilidad contraria, por una vez en su carrera se permiti¨® ciertos barroquismos, en la jugada del gol de Higua¨ªn, Sneijder y Guti anticip¨® el gol local. S¨®lo faltaba la irrupci¨®n de Ra¨²l, ese agitador surgido del arrabal tan ajeno a las modas que siempre reaparece. Su gol (el 18? en Liga) vino precedido de una falta de Guti a M¨¢rquez, y el posterior cabezazo triunfador de Robben, de un inmerecido castigo a Abidal tras un piscinazo de Sergio Ramos. Lo mismo da. El Madrid hubiera ganado s¨ª o s¨ª. Su superioridad fue infinita. El Bar?a no tuvo qu¨¦ decir, por mucho que Rijkaard se despechara y lanzara un ¨®rdago con Giovani por Gudjohnsen. El equipo se parti¨® por el eje, con s¨®lo dos anclas -Tour¨¦ y Xavi-, y dos l¨ªneas de cuatro futbolistas, una para la trinchera y otra para asustar. Un fiasco descomunal, con once azulgrana con los pies cuadrados y mantequilla en las venas. No hubo pistas de Xavi, Messi, Henry, Bojan... Lo contrario que en el bando campe¨®n, donde la mayor¨ªa se sinti¨® agradecida ante un contrincante tan angelical.
Cada madridista, a excepci¨®n de Casillas, al que ning¨²n azulgrana inquiet¨® en su hamaca salvo un tiro final de Messi y la propinilla de Henry en su tanto, se vio ante la ocasi¨®n de su vida. Todos se soltaron los grilletes: hubo momentos sublimes de Diarra, instantes para la hemeroteca de Gago, minutos imborrables para la videoteca de Sneijder, tramos del mejor Guti. Nadie tuvo oposici¨®n ante un Bar?a tan afeitado, pero ello no resta m¨¦ritos al Madrid, que bien pudo holgazanear despu¨¦s de tres d¨ªas de resaca. Pero el grupo de Schuster interpret¨® el cl¨¢sico con la dimensi¨®n que dichas citas tienen. El Bar?a no supo digerir que este tipo de partidos, como los a?os bisiestos, tocan cuando tocan, y no queda m¨¢s remedio que apretar los dientes. Con uno y otro enfrente no hay aficionado que advierta tintes amistosos, son partidos que dejan cicatrices y la hecatombe azulgrana puede tener consecuencias imprevisibles. Hace dos temporadas que este Bar?a perdi¨® aquella condici¨®n hom¨¦rica relacionada con lo excepcional, que le hizo discutir la historia con el dream team. Las pitonisas desmentir¨¢n las casualidades, pero la ¨®pera de Johan Cruyff se desmoron¨® tras un 4-0 en Atenas, en la final de la Copa de Europa ante el Milan. El Bar?a m¨¢s ef¨ªmero de Ronaldinho sucumbi¨® en Chamart¨ªn un 7 de mayo, la misma fecha que en 1986 fulmin¨® al nu?ismo y, con Schuster en calz¨®n corto, deriv¨® en el mot¨ªn del Hesperia. Para los cul¨¦s la de anoche fue una derrota tan dolorosa como aquellas, pero con algo m¨¢s de ¨¢cido: ante el rival con may¨²sculas. Sin perd¨®n. El club, con los jugadores a la cabeza, se olvid¨® del escudo. Una amarga despedida para un buen t¨¦cnico y un caballero como Rijkaard, un personaje que no deber¨ªa perder el f¨²tbol espa?ol.
El Madrid no tuvo piedad, como le obliga su rivalidad deportiva. Estas ocasiones perpet¨²an durante d¨¦cadas las chanzas sobre el lucife del madridismo. Este Madrid corajudo, aplicado y con una actitud tan saludable regal¨® ayer a su hinchada un d¨ªa memorable al que muchos rebobinar¨¢n. No ser¨¢ f¨¢cil ver de nuevo al Bar?a sacar a hombros al Madrid en Chamart¨ªn. Un campe¨®n justo y voraz, acorde con lo que demanda su historia. El Bar?a, con Joan Laporta a la vista, se traicion¨® a s¨ª mismo.
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