Duelo de egos en paisaje buc¨®lico
Ricc¨° derrota en los ¨²ltimos metros a Valverde en la primera llegada en alto
Cortesanos y gorilas marchaban tras el pr¨ªncipe entre los vericuetos de cables, camiones y camioneros sudorosos que forman la zona t¨¦cnica de la meta. Llegado a un carromato verde, se pararon. El pr¨ªncipe ascendi¨® por una escalinata en el lateral del carro y procedi¨® a vaciar su vejiga. Y mientras el pr¨ªncipe Alberto de M¨®naco, que sigui¨® la etapa en el coche del director, hac¨ªa una demostraci¨®n pr¨¢ctica de que la sangre azul tambi¨¦n genera necesidades que se pueden satisfacer donde el m¨¢s com¨²n de los mortales, en un retrete m¨®vil por ejemplo, aunque rodeado de guardaespaldas, con parecidas medidas de seguridad, unos metros m¨¢s all¨¢, Cadel Evans generaba tal ambiente de violencia a su alrededor que al poco de empezar a desgranar cuatro t¨®picos seguidos -"cada segundo cuenta", "lo importante es llegar de amarillo a Par¨ªs..."-, un fot¨®grafo y un camar¨®grafo empezaron a intercambiarse pu?etazos por un qu¨ªtame all¨ª ese plano ante la mirada at¨®nita del guardaespaldas belga del ciclista australiano, que sent¨ªa usurpado su monopolio de uso de la fuerza para dirimir disputas. Momento que aprovech¨® Evans, el l¨ªder virtual del Tour, para hacer mutis por el foro sin abrir m¨¢s el pico.
Especial: Tour de Francia 2008 |
Tampoco ten¨ªa mucho que decir tras una etapa en la que ¨¦l, su equipo, todos los corredores y todos los equipos del Tour, salvo los franceses, que van contracorriente, disfrutaron del excelente trabajo del Caisse d'?pargne, que organiz¨® un dispositivo extraordinario en apoyo moral a su l¨ªder, el ca¨ªdo y herido Alejandro Valverde, a quien las quemaduras, costras en formaci¨®n y rozaduras varias apenas dejaron dormir dos horas la v¨ªspera y que finalmente termin¨® segundo en la etapa tras el espectacular Ricc¨°, lo que hizo exclamar a Eusebio Unzue: "?Ser segundo un d¨ªa como hoy es una derrota!".
El primer d¨ªa de monta?a, bueno, apreciaci¨®n relativa, pues monta?a, lo que se dice monta?a en una buc¨®lica estaci¨®n de invierno rodeada de volcanes apagados, ensombrecida por el vecino Puy de D?me y refugio de francachelas del hist¨®rico Geminiani, se redujo a una espectacular rampa, inclinada como un tobog¨¢n e igual de recta de un kil¨®metro de largo cerca de la llegada se convirti¨® finalmente en un duelo de egos en busca de confortaci¨®n en los ¨²ltimos 300 metros, donde el viento de cara dej¨® a cada uno ante su verdad, a Schumacher, el l¨ªder, por los suelos, y su amarillo lo hered¨® quien le derrib¨®, involuntariamente, claro, el luxemburgu¨¦s Kirchen, y a los favoritos para la victoria final separados s¨®lo por los pocos segundos que diferencian a los llamados puncheurs, como Valverde, Ricc¨° o Evans, de los diesel, como Menchov o Sastre: el ego de Ricc¨°, que quiere ser Pantani, y que tras quedar segundo en el Giro lleg¨® al Tour buscando lucirse en el mejor escaparate con una victoria de etapa ante la cr¨¨me de la cr¨¨me; el de Valverde, tan da?ado por la contrarreloj de hace dos d¨ªas como su cuerpo por la ca¨ªda del mi¨¦rcoles, y el de Evans, el Rival, quien antes de llegar a vestir a¨²n el maillot amarillo ha adquirido los tics de un doble o triple ganador del Tour, ceremonias en las que invierte m¨¢s energ¨ªa que en dar pedales.
Por ejemplo, la neurosis ante los medios, ante los que quiere preservarse creando a su alrededor un espacio de seguridad, tan higienizado como una UVI; por ejemplo, el nerviosismo que le asalta ante cualquier percance de carrera, como ayer, cuando pinch¨® en un tiempo muerto de la etapa. Durante su regreso al pelot¨®n conducido por todos sus Silence un guardia republicano involuntariamente le cerr¨® con su moto. Airado, Evans le dio un golpecito en el hombro y le grit¨® que a ver si miraba por d¨®nde iba, como un automovilista cualquiera ante el torpe que cambia de carril sin mirar.
Los agobios de Valverde son otros. Si hubiera sido un futbolista, a Valverde el m¨¦dico le habr¨ªa mandado dos o tres semanas de reposo para curar las microfracturas musculares que generaron un hermoso hematoma en su gemelo derecho, pero como es un ciclista volvi¨® a la carretera, aguant¨® tranquilamente los pinchazos que sent¨ªa en la pierna da?ada y mediada la etapa le dijo por el pinganillo a su director, Unzue, que adelante con los faroles, que deb¨ªa proceder a organizar el plan A, la conquista de la victoria de etapa como demostraci¨®n ante los rivales de que va a ser un tipo duro de pelar. As¨ª, los ¨²ltimos 50 kil¨®metros, se despleg¨® imperial la formaci¨®n del Caisse d'?pargne, nueve hombres que como una motoniveladora aplanaron cualquier movimiento. A 300 metros s¨®lo quedaban dos: Pereiro, incre¨ªble de fuerza, lanz¨® a Valverde como si fuera un sprinter, pero de cara al viento el murciano dud¨® un momento. Ricc¨°, no.
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