Una etapa m¨¢s, un d¨ªa menos
A los escaladores Schleck, Kohl y Sastre s¨®lo les queda el Alpe d'Huez para eliminar a Evans tras una etapa en la que cede Vande Velde y Menchov pierde medio minuto bajando
Los lobos llegados de Italia desde 1992 est¨¢n provocando el terror entre los granjeros del Mercantour, se lee en Le Monde. Est¨¢n censadas en Francia 14 manadas del depredador c¨¢nido, o sea, unos 150 individuos. No habla del Tour, por supuesto -ni de los corredores, que, pobres ellos, con el paso de las etapas ya se han quedado en corderitos-, pese a que la grande boucle regresara ayer a Francia desde el Piamonte a trav¨¦s del impresionante col de La Lombarda y acampara, luego de la traves¨ªa previa de La Bonette, en Jausiers, en el coraz¨®n del Mercantour. Tampoco se puede decir que el esp¨ªritu guerrero que se respira en la zona -pese a ser un parque natural, el ej¨¦rcito utiliza los valles de La Bonette para adiestrar comandos especiales dada su similitud con el desierto afgano- impregnara los ¨¢nimos de unos ciclistas a los que no se sabe qu¨¦ afect¨® m¨¢s: las interminables subidas al tran-tran; el viento inclemente que hac¨ªa volar todo a su paso por las cimas de m¨¢s de 2.000 metros; la dificultad de respirar normalmente a 2.800 metros, donde el ox¨ªgeno, m¨¢s libre de la fuerza de la gravedad, huye a refugiarse por encima de las nubes; el miedo al vac¨ªo y el recuerdo de Pereiro, qu¨¦ precipicio vertical a la izquierda, en el descenso o la fatiga extrema e inmediata que les invade con s¨®lo ver ponerse en cabeza del grupo al inoxidable Jens Voigt, una bomba incontrolable cuyos da?os colaterales, incluso en su propio equipo, a veces son mayores que los programados.
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Hubo un lobo, un alem¨¢n de afilados colmillos llamado Stefan Schumacher, que se lanz¨® solo en La Bonette, pero lo pas¨® tan mal cara al viento que luego lo lament¨®. "Ten¨ªa que haberme quedado con la manada", dijo. O con el reba?o que formaba el pelot¨®n de 30 en que consisti¨® la escapada del d¨ªa. All¨ª hab¨ªa de todo: cabezas de puente, cazadores de etapa, trabajadores de equipo, buscadores del maillot blanco... Hab¨ªa tanto y tan variado que Frank Schleck, el l¨ªder, se puso nervioso. Pero, por fortuna, ten¨ªa a su lado a Carlos Sastre, el veterano. "Tranquilo, tranquilo", le dijo quien actuaba entonces como capit¨¢n de ruta; "d¨¦jalos irse. Deja que se forme la fuga, que ya ir¨¢n cayendo en el ¨²ltimo puerto".
Y luego, en el ¨²ltimo puerto, de nuevo Sastre en acci¨®n. Ahora transfigurado en potencial ganador del Tour. Ya hab¨ªa concluido su habitual tarea de zapa el tren de lujo del CSC -Gustov, Arvesen, Voigt-, ya estaba Andy, el mejor ciclista de este Tour -el que le habr¨ªa levantado el Tour a su hermano Frank cinco a?os mayor si no se hubiera agarrado una tremenda p¨¢jara, da?o colateral de Voigt, en Hautacam-, al frente cuando Sastre le dijo al alegre Valverde: "Si te mueves, me voy contigo a ver hasta d¨®nde llegamos". Se movi¨® uno, le sigui¨® otro, llegaron diez metros m¨¢s all¨¢ y se pararon. El viento los tiraba para atr¨¢s. Faltaban tres kil¨®metros para la cima. De all¨ª a meta, 20 cuesta abajo. Quedaba coronar, rezar y aguantar los sarcasmos de Evans, l¨ªder in p¨¦ctore, quien cuenta, tachando del calendario como los condenados, los d¨ªas para llegar a la contrarreloj.
Quedaba el descenso. Quedaba el susto de Augustyn. Quedaba el miedo, o el cansancio, de Menchov. Quedaba el viento, que no quiso irse. Y quedaba el ¨²ltimo desaf¨ªo de Evans, quien sabe que, si hoy en Alpe d'Huez no cede m¨¢s de un minuto a Frank o Sastre o al incansable Kohl, tendr¨¢ el Tour en el bolsillo. Siempre, claro, que Menchov, tan buen contrarrelojista como ¨¦l, siga regalando segundos.
En el descenso, Samuel S¨¢nchez, el especialista, intent¨® su n¨²mero y a su rueda se quiso ir Evans para que se enteraran los dem¨¢s de qu¨¦ pasta estaba hecho ¨¦l, que ha sido campe¨®n del mundo de mountain bike y domina la burra como nadie. Pero se le cruz¨® una moto, se dio un susto de los que quitan el hipo y prefiri¨® seguir en el reba?o -Samuel acab¨® cazado y tirado en la meta con los isquios contracturados-, donde se encontr¨® con el placer inesperado de no ver a Menchov.
Nicolas Portal, escapado en el grupo que se jugar¨ªa la victoria -gan¨® la etapa Dessel, un franc¨¦s que baja como pocos; cuarto fue David Arroyo, uno de Talavera de la Reina al que le faltaron dos metros para entrar primero en la primera de la media docena de curvas que convirtieron la llegada en una serpiente-, cuenta que el descenso era terrible, que entrabas tan tranquilo en una curva y en la salida te esperaba una r¨¢faga de aire que hac¨ªa temblar la bicicleta. Eso le pas¨® a Sastre, que se qued¨® cortado, pero el ubicuo Andy, un buen compa?ero, le esper¨® y le reintegr¨®. Eso le pas¨® a Menchov, pero estaba tan solo el ruso que no le esper¨® nadie. Al contrario: una vez m¨¢s, como en la Vuelta de 2005, un descenso acometido con prudencia y frialdad puede haber acabado con sus posibilidades -perdi¨® 35s, a sumar a los 38s que perdi¨® en la ca¨ªda de Nantes- y obligarle a atacar en la monta?a de los holandeses y hacer reventar todo.
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