Desde Sierra Nevada se ve Madrid
Un pinchazo elimina a Evans y deja a Valverde sin su principal adversario
Parec¨ªa que la Vuelta se decidir¨ªa por un tubular. Y as¨ª ser¨¢. Lo que no pod¨ªa imaginar Cadel Evans es que ser¨ªa por su tubular trasero cuando hizo ?plofff! a punto de coronar el alto de Monachil. El australiano fue el premio a la desgracia del d¨ªa. Un pinchazo y la Vuelta que se le escapa como el agua entre los dedos : 1m 23s se antoja demasiado tiempo frente a Alejandro Valverde, que se ha quedado sin rivales para Toledo, salvo que La Pandera, hoy, dicte otras sentencias, otros pinchazos, otras casualidades. Evans, era Evans, el tipo que preocupaba al murciano por m¨¢s que Ivan Basso se mostrase ayer enorme, con algunos hachazos en el min¨²sculo grupo de favoritos que demostraban su buena musculatura. Pero Basso tampoco ser¨¢ un adversario en Toledo para Valverde. Y menos Gesink, que fue el que m¨¢s sufri¨® del grupo de los elegidos, aunque se encuentra a tan s¨®lo 27 segundos del l¨ªder.
Evans se borr¨® del mapa por un pinchazo; Samuel S¨¢nchez, por una p¨¢jara transitoria cuando comenzaron los arreones. Ah¨ª entreg¨® la cuchara, aunque su recuperaci¨®n le permiti¨® despu¨¦s minimizar da?os y saldar buena parte de la p¨¦rdida.
Fueron los dos m¨¢ximos representantes del valle de los ca¨ªdos que fue no s¨®lo Sierra Nevada, sino el alto de Monachil, un puerto no menos exigente en el que realmente pas¨® lo importante o lo decisivo de la etapa y quiz¨¢ de la Vuelta. All¨ª pinch¨® Evans, all¨ª se agot¨® S¨¢nchez. En lo que Mosquera defini¨® acertadamente como "una etapa pajarera", se vio ciclismo de verdad, de ¨¦se que es capaz de combinar la t¨¢ctica con la fuerza y la valent¨ªa (hasta cierto punto, que no est¨¢ el ciclismo para echar cohetes).
Una etapa que se parti¨® desde la salida, con aquel pelot¨®n de 30 escapados en el que los principales equipos ten¨ªan varios representantes para hacer de puente con sus l¨ªderes. Con aquellos nueve que les rompieron la armon¨ªa y empezaron a tender puentes y m¨¢s puentes, minutos y m¨¢s minutos medidos con cuidado. Y con aquel Moncouti¨¦, el escalador m¨¢s tranquilo, que jam¨¢s mueve un m¨²sculo de la cara, al que cuesta levantarle del sill¨ªn o hacerle mirar hacia atr¨¢s. El franc¨¦s es un tipo con una determinaci¨®n de hierro que, pr¨¢cticamente, llevaba el mismo tranco cuando dej¨® a sus tres ¨²ltimos compa?eros de escapada que cuando entr¨® en la l¨ªnea de meta de Sierra Nevada. Ser¨¢ la experiencia, o la fe, o la tranquilidad, pero se apunt¨® su segunda etapa en la Vuelta, tras la que gan¨® en 2008 en Pl¨¤ de Beret, y se sac¨® la espina de Aitana, donde fue atrapado en el ¨²ltimo kil¨®metro.
Era su etapa particular. Por detr¨¢s circulaba la otra y los asistentes de los l¨ªderes (Rodr¨ªguez, de Valverde, y Kreuziger, de Basso) iban sembrando de cad¨¢veres la carretera a la vez que engull¨ªan al reguero de ciclistas que sufr¨ªan por Monachil y despu¨¦s por Sierra Nevada. Luego ya fue cosa de ellos, de los cuatro, del p¨®quer al que se le hab¨ªa ca¨ªdo una carta, la de Evans. Pronto se pusieron de acuerdo. ?Dejamos al chiquillo?, se preguntaron. Todos asintieron. Ya era suficiente retirar de la carretera al hombre m¨¢s temible en la contrarreloj. Acuerdo total y relevos organizados hasta los ¨²ltimos kil¨®metros. Adem¨¢s, Evans ni siquiera pod¨ªa seguir la rueda de S¨¢nchez, que al principio le serv¨ªa de gu¨ªa.
Despu¨¦s, Mosquera le vio mala cara a Gesink y decidi¨® atacar para seguir su escalada en la clasificaci¨®n. Valverde, en los metros finales, se fue a por la tercera bonificaci¨®n en esta guerra por los segundos que le ha permitido tener a Basso y Gesink a m¨¢s de un minuto. All¨ª, en la majestuosa sierra, Valverde vio un poco m¨¢s despejado el horizonte. Desde all¨ª no se ve Madrid, pero se intuye. Casi, casi, se ve.
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