"?Yo soy espa?ol!"
"?Ding!", grita Radek Stepanek mientras agita un brazo. "?Tolong!", insiste al poco tiempo, mientras vuelve a mover la extremidad, esta vez en forma de arco. No hace falta hablar checo. Stepanek ha visto esta misma ma?ana c¨®mo se entrenaba Tomas Berdych y considera que cada uno de los golpes de su compa?ero lleva la fuerza de un campanazo. Ese sonido intenso queda luego apagado por el partido. No hay ya un flacucho perro polic¨ªa olisqueando papelera a papelera. No est¨¢ ya Jaroslav Navratil, el t¨¦cnico checo, para tirar las mansas pelotas que provocan los campanazos. S¨®lo quedan el Palau Sant Jordi y sus gritos, que ahora mismo siguen retumbando, mientras Stepanek calienta para su partido contra David Ferrer, el segundo de la jornada (1-0 para Espa?a tras la victoria de Rafael Nadal sobre Berdych: 7-5, 6-0 y 6-2).
"?Yo soy espa?ol!", gritan m¨¢s de 16.000 gargantas mientras Nadal juega en la pista contra Berdych, rodeados los dos siempre de un murmullo durante los intercambios, de un estruendo con fuerza de trueno cuando descansan entre punto y punto. "?Vamos Rafa!". Grita la grada y se agitan las banderas, pocas catalanas, casi todas espa?olas. El trap¨ªo rojigualdo est¨¢ marcado con estampas de toros y quijotes, escritos a rotulador los nombres de los pueblos de media Espa?a, listos todos para ser agitados en el aire mientras Nadal manda. "O¨¦, o¨¦, o¨¦", brama el gent¨ªo. "?Vamos Espa?a!", le animan. No hace s¨®lo eso el p¨²blico, no s¨®lo festeja y canta, porque la grada est¨¢ dispuesta a jugar su papel en el partido, como le hab¨ªa pedido su equipo.
Silbidos como enjambres de abejas acompa?an a las protestas del seleccionador checo, en inferioridad, pero no solo. Eso nunca. Por miles se cuentan sus seguidores, todos vestidos de blanco y azul, dos tambores prestos para acompa?ar a sus gritos de ¨¢nimo: "Go czech go!", cantan hasta los periodistas, que entrevistan durante el encuentro a miembros de su banquillo sin ruborizarse por llevar la cara rotulada con los colores de su pa¨ªs. Tambi¨¦n los checos llevan sus banderas. Tambi¨¦n ellos celebran cada punto. La fiesta en el Palau Sant Jordi, con los aleda?os inundados de motos, pitidos y bocinazos, es absoluta.
El Palau est¨¢ casi lleno. Son m¨¢s de 16.000 personas. Unos bailan al son de Voyage, voyage, de los Desireless. Otros, cuando suenan los acordes jazz de una banda contratada. Algunos cuando retumba Chiquilla, de Seguridad Social, o AC-DC, el grupo que eligi¨® David Ferrer para ser presentado al p¨²blico. Todos, tras ser recibidos con un cartel que advert¨ªa en catal¨¢n contra las actitudes violentas y racistas, cuando Espa?a se ha anotado el primer punto.
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