Dos guantes contra 22 botas

De Gea encar¨® el fusilamiento con los ojos y los guantes abiertos, valiente, porque sus compa?eros le vendieron. El Atl¨¦tico se desconect¨® del duelo desde el inicio, condicionado por la pr¨®xima eliminatoria con el Liverpool, desinteresado de los asuntos menores. Lo celebr¨® el Espanyol, que se despleg¨® por todo lo ancho del campo y, con tes¨®n y tino, acab¨® por doblegar las mu?ecas de De Gea. La salvaci¨®n, en sus manos.

Previsor y comedido, Quique S¨¢nchez Flores sent¨® al Kun. Decisi¨®n que no s¨®lo rebaj¨® el potencial ofensivo del Atl¨¦tico, sino que tambi¨¦n descompuso el esquema t¨¢ctico al situar a Forl¨¢n como ¨²nica referencia. Un portero, cinco zagueros y dos mediocentros insulsos en la creaci¨®n y remilgosos al husmear en ¨¢rea ajena. Mucho m¨²sculo y poco pie para resquebrajar al rival, compacto y acompasado en la desactivaci¨®n.

El Espanyol, actitud dominante, gobern¨® incluso la pelota. Resulta que en casa pierde los complejos que le reducen en sus desplazamientos, cuando se anuda las piernas y anestesia la imaginaci¨®n. Su problema, en cualquier caso, fue que se dio de bruces contra De Gea. Marqu¨¦s, descarado y efervescente, encar¨® y dio profundidad por el costado. Callej¨®n retorci¨® a los oponentes con sus giros de cadera y zigzagueantes carreras. Luis Garc¨ªa atendi¨® a los desmarques con tanta diligencia como efectividad. Pero el punto y final del juego colectivo desembocaba en Osvaldo, por momentos desquiciado y deslucido por De Gea. Pero todo tiene un l¨ªmite.

Bendito problema el del remate para el Atl¨¦tico, que no prob¨® a Kameni. Tosco y farragoso, el juego rojiblanco se engatill¨® con reiteraci¨®n, limitado porque los jugadores necesitaban tres toques en vez de uno para asociarse. S¨®lo Jurado, de estilo aristocr¨¢tico y movimientos de entrel¨ªneas, result¨® un recurso efectivo para armar los contragolpes y descifrar las rendijas de los pasillos interiores. Pero Forl¨¢n, desnortado porque no est¨¢ habituado a la soledad, no comprendi¨® la propuesta y corri¨® como una peonza, sin direcci¨®n ni intenci¨®n. No remat¨® ni se ali¨® con Reyes, que, sin pudor, se desmarc¨® del encuentro.

Rendido el Atl¨¦tico, se estir¨® el Espanyol, que trat¨® al adversario de marioneta. S¨®lo los talentosos guantes de De Gea evitaron un desastre mayor. Por dos veces, a cu¨¢l mejor por la espectacularidad y la solvencia de las estiradas, evit¨® el portero un remate franco de Osvaldo. Tan imbatible parec¨ªa el arquero que el Espanyol tir¨® por lo bruto. A la salida de un c¨®rner, Callej¨®n quebr¨® la cadera de Antonio L¨®pez, pis¨® la l¨ªnea de fondo y centr¨® raso al ¨¢rea chica, donde apareci¨® Luis Garc¨ªa para trazar un taconazo. Le dio de refil¨®n, lo justo para que la pelota cayera en la parcela de V¨ªctor Ruiz, que, desde el suelo y ya en la l¨ªnea de gol, empuj¨® el bal¨®n.

No se espabil¨® el Atl¨¦tico, descompuesto en la defensa, horrible en las correcciones y en el desgate solidario. As¨ª que el Espanyol remat¨® la faena: Callej¨®n volvi¨® a trepar por la banda y su centro lo remat¨® Osvaldo; e Iv¨¢n Alonso resolvi¨® un pase de Luis Garc¨ªa tras rematar al poste. El Atl¨¦tico se encogi¨® de hombros. El partido ya no le interesaba.

El Espanyol golea al Atl¨¦tico