M¨¢s que una remontada, una guerra
Verdasco supera dos sets y un break de desventaja en el quinto ante Ferrer.- Rafael Nadal gana a Feliciano L¨®pez (6-3, 6-4, 6-4)
Sopla un ligero viento, fresca la noche de Queens, y en la pista Louis Armstrong se escucha el zumbido el¨¦ctrico de las luces, tan pocos son los espectadores que se acercan a ver c¨®mo Fernando Verdasco vence por 5-7, 6-7, 6-3, 6-3 y 7-6 a David Ferrer ; tan pocos los que les ven marcharse ya a las 11 de la noche; poqu¨ªsimos los que presencian c¨®mo se cita el madrile?o para jugar en cuartos con Rafael Nadal que ha ganado a Feliciano L¨®pez (6-3, 6-4, 6-4) en un partido sin mucha historia. Los que no fueron, sin embargo, se equivocaron: el partido, con sus 4h 23m, sus constantes cambios de mando y su rudeza, m¨²sculos en tensi¨®n, corazones vibrando, devolvi¨® con creces el precio de la entrada. Acab¨® Verdasco tirado en el suelo, golpeando con sus manos el cemento. Era un hombre ante una gran obra: remont¨® dos sets de desventaja, una rotura en la quinta manga y dos minibreaks (4-2 y saque de Ferrer) en el tie-break definitivo.
"Estoy cansad¨ªsimo, ha sido muy duro", dijo el madrile?o. "Ha sido la mejor remontada de mi carrera, de largo. Luch¨¦. No pens¨¦ en los dos primeros sets. Lo intent¨¦ todo el tiempo. Fue duro mentalmente, pero quer¨ªa estar en cuartos otra vez de verdad".
Un tie break para fuertes resume el encuentro. Ocurre en la segunda manga, que dura la friolera de 71 minutos. Verdasco tuvo antes dos puntos de set. Ferrer necesita seis para hacerlo suyo. Y en medio, batalla que fotograf¨ªa la guerra, se disputa esa muerte s¨²bita brutal, con puntos hechos de acero, plomo en cada bola, y gritos desgranados durante 18 largu¨ªsimos peloteos. Fue una lucha de voluntades. Un combate con raqueta. Y un examen para dos tenistas con el amor propio siempre a prueba.
Ah¨ª, como durante todo el partido, Verdasco tiene un punto de desorden, de falta de adaptaci¨®n ("?puta pista, macho!"). FeVer, que le dicen en Estados Unidos (Fiebre, mezcla de su nombre y apellido) tiene tantas opciones a su alcance, tantos golpes a su disposici¨®n, que estructurar el punto con paciencia y no fiarlo todo a la gozosa potencia de sus tiros le supone un desaf¨ªo. Comete 89 (?89!) errores no forzados, 40 m¨¢s que su rival ("Lejos cada vez, lejos cada vez", se dice). Solo gana el 70% de puntos con su primer servicio. Y mientras tanto, escarbando en su interior, intenta sobrevivir a un martirio, a algo as¨ª como una prueba vital, m¨¢s de cuatro horas enfrent¨¢ndose al rival y a uno mismo.
Ferrer, no. Ferrer, mandando. Ferrer es una gacela que todo lo caza, jugador con ruedas que llega a estrellarse a la carrera contra su silla, tan pocas pelotas da por perdidas. Tras Nadal y el brit¨¢nico Murray, Ferru, el hombre de hierro, es probablemente el mejor defensor del circuito. El alicantino, tremendo con la derecha invertida, obliga al madrile?o a triples esfuerzos. Como la estabilidad y el control de los errores no es la especialidad del n¨²mero ocho, este sufre lo indecible. El resto de Ferrer ("?Qu¨¦ l¨¢stima, qu¨¦ l¨¢stima!", se dec¨ªa tras una oportunidad desaprovechada), se impone al saque de Verdasco. El control de Ferrer, a la fuerza de Verdasco. Las piernas de Ferrer, a los b¨ªceps de Verdasco. Entonces, con dos sets arriba, el alicantino se desconecta del partido. Una provocaci¨®n para Verdasco, que entra al trapo como el toro al capote: embistiendo y exigiendo, cargando sin pedir disculpas, agrediendo. "Intenta algo, aunque no salga, pero intenta algo...?Dios! ?Conc¨¦ntrate!", se dice Ferrer.
Y el alicantino que contiene la hemorragia. Y Ferrer que consigue el primer break de la quinta manga. Y Ferrer que lo pierde, se rebela, estira el encuentro hasta la muerte s¨²bita definitiva y con ella muere. El partido supera ya las cuatro horas. La noche ya es completamente fr¨ªa. Hay rebecas en la grada cuando varios espectadores se levantan de sus asientos: "What time is it? (?Qu¨¦ hora es?)", gritan. "Game time! (?Hora de partido!)", les contesta el estadio. Fueron pocos, pero disfrutaron mucho: vieron a Ferrer luchar por la Copa de Maestros que se disputa en Londres. A Verdasco defender con orgullo su sitio como n¨²mero ocho. Y a dos tenistas, dos espa?oles, que prefieren morir matando a vivir perdiendo. Ferrer y Verdasco, que acabaron abrazados.
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