Un rid¨ªculo espantoso
De la misma manera que el reglamento exige al ¨¢rbitro que haga lo imposible antes de suspender un partido, el sentido com¨²n indica que la organizaci¨®n debe disponer las m¨¢ximas garant¨ªas para su correcta disputa y corresponde a los equipos montar la infraestructura necesaria para afrontarlo en las mejores condiciones. As¨ª las cosas, el Bar?a trat¨® de jugar a la carta contra Osasuna y ardi¨® Troya en la Liga. Aunque la huelga de los controladores aconsejaba tomar medidas excepcionales, la expedici¨®n azulgrana actu¨® de puertas hacia fuera como si no pasara nada, igual que si se tratara de una jornada cualquiera y, como es su costumbre, se emplaz¨® para viajar en avi¨®n el mismo d¨ªa del partido. Atormentado por el recuerdo del viaje en autocar a Mil¨¢n, Guardiola apur¨® la salida de Barcelona con la esperanza de que se abrir¨ªa el espacio a¨¦reo. La decisi¨®n del entrenador parec¨ªa tan caprichosa y temeraria que oblig¨® a distintos portavoces de la junta a asegurar que AENA les hab¨ªa dado garant¨ªas de poder volar y que, en caso contrario, la instituci¨®n ten¨ªa el compromiso de la federaci¨®n de que el partido se suspender¨ªa.
Recluidos en el Camp Nou, los jugadores regresaron a casa en cuanto se supo que los vuelos continuaban cancelados, al tiempo que desde el Bar?a se informaba de que el encuentro se jugar¨ªa el domingo. Y entonces se arm¨® la de Dios es Cristo por entender que la federaci¨®n dispensaba un trato de favor al Bar?a, en connivencia con Villar. El estruendo medi¨¢tico y el enojo de Osasuna por ser ninguneado provoc¨® la marcha atr¨¢s administrativa, de manera que a los azulgrana no les qued¨® m¨¢s remedio que viajar en tren y en autocar con la amenaza de perder los tres puntos si no llegaban a tiempo. El partido comenz¨® con retraso y la bronca de la hinchada, irritada con el equipo de Guardiola.
Excesivamente confiado en AENA, en la Federaci¨®n y en el Bar?a, el t¨¦cnico forz¨® demasiado la situaci¨®n, acusado ya de desmarcarse de los problemas comunes, y dio coartada a quienes le acusan estar por encima del bien y del mal. Nada hubiera pasado si el Bar?a hubiera viajado el viernes a Pamplona. La actitud del t¨¦cnico, sin embargo, no exime de responsabilidad a la junta azulgrana, demasiado ingenua e inocente, ni mucho menos a la federaci¨®n, pillada en falso, de nuevo con la cara de tonta, espantada por la bronca nacional.
Partidos como el cl¨¢sico sirven para presumir de tener la mejor Liga por la misma regla de tres que sucesos como el de ayer demuestran que el campeonato espa?ol es el peor organizado, incapaz de responder a los imprevistos y adem¨¢s dado a conclusiones descontextualizadas: Guardiola no est¨¢ exento de equivocarse, pero no pone la hora de los partidos. El que se anunciaba como el mejor equipo del mundo el lunes, el s¨¢bado pas¨® a estar injustamente bajo sospecha. Un rid¨ªculo espantoso.
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