La rebeli¨®n playera que derrib¨® el b¨²nker alem¨¢n

Encerrados en un hotel, sin acceso a aparatos el¨¦ctr¨®nicos y con el tiempo justo para charlar con la familia. Tomando el sol sobre la arena o decidiendo cu¨¢l ser¨ªa la isla ex¨®tica m¨¢s apropiada para disfrutar en familia del caluroso verano. Dos maneras diametralmente opuestas de encarar una competici¨®n deportiva. Una, profesional; la otra, absolutamente despreocupada. Pero igualmente efectivas. Al menos, eso demostr¨® Dinamarca en 1992, cuando logr¨® el mayor ¨¦xito deportivo de su historia ganando la Eurocopa disputada en Suecia. Nadie contaba con que un grupo de jugadores sin apenas trayectoria internacional sorprendiera al mundo y derribara el b¨²nker deportivo que Alemania hab¨ªa instaurado en el f¨²tbol.

Entre billetes de avi¨®n, destinos soleados y toallas de playa discurr¨ªan por entonces los preparativos veraniegos de Brian Laudrup y John Faxe Jensen, entre otros futbolistas, cuando una llamada inesperada de la federaci¨®n danesa alterar¨ªa esa paz estival. ¡°Fue mi esposa la que respondi¨® al tel¨¦fono. Me dijo que en dos d¨ªas deb¨ªa presentarme en un hotel de mi pa¨ªs¡±, recuerda el primero, hermano de Michael. La UEFA hab¨ªa decidido excluir a Yugoslavia debido a la Guerra de los Balcanes y que Dinamarca ocupara su lugar.

En aquel torneo solo participaron ocho selecciones: Suecia, Francia, Inglaterra, Holanda, Alemania, Escocia, la Comunidad de Estados Independientes (CEI, varios de los pa¨ªses miembros de la extinta Uni¨®n Sovi¨¦tica) y Dinamarca. ¡°Ni siquiera tuvimos tiempo de pensar en los partidos que deb¨ªamos jugar¡±, comenta Peter Schmeichel, El Ingl¨¦s, como le conoc¨ªan en su selecci¨®n desde que fich¨® por el Manchester United.

A golpe de tel¨¦fono, el seleccionador dan¨¦s, Richard Moller-Nielsen, fue formando un grupo de 20 jugadores e improvisando una serie de entrenamientos para acelerar la preparaci¨®n de varios como Flemming Povlsen, Henrik Larsen o el propio Schmeichel, que, al jugar fuera de Dinamarca, llevaban ya nada menos que tres semanas de vacaciones. Una situaci¨®n que terminar¨ªa desmitificando las concentraciones casi militares que, por entonces, realizaban algunas selecciones, como Holanda e Inglaterra.

¡°Vamos a ganar¡±, dijo el t¨¦cnico a los jugadores, que se echaron a re¨ªr al considerarlo ¡°rid¨ªculo¡±

¡°No quiero ir a Suecia. Mi cabeza est¨¢ en la playa¡±, fue lo primero que pens¨® Jensen, seg¨²n confes¨® a?os m¨¢s tarde, al escuchar la voz del seleccionador al otro lado del tel¨¦fono. No se lo dijo, pero hubo quien declin¨® la petici¨®n. Michael Laudrup, el jugador m¨¢s representativo del pa¨ªs, se neg¨® a acudir a Suecia. Un contratiempo m¨¢s que sumar a la lista.

¡°Todos nos echamos a re¨ªr, era rid¨ªculo¡±. Esa fue la reacci¨®n de los jugadores, rememora Brian, el menor de los Laudrup, que s¨ª acudir¨ªa, al escuchar al t¨¦cnico en el primer entrenamiento: ¡°Nos vamos a Suecia a ganar¡±. Pero, con un grupo entregado, aunque escaso de talento, aquella Dinamarca despleg¨® un f¨²tbol sencillo que se sosten¨ªa en la seguridad de Schmeichel en la porter¨ªa, secundado en la defensa por el f¨¦rreo Morten Olsen (hoy seleccionador), la profundidad de Vilford en el centro del campo y las apariciones de Povlsen en el ataque. Emparejados con Inglaterra, la anfitriona Suecia y Francia, no hab¨ªa apuesta que soportase lo que estaba por llegar. El debut, con empate (0-0) ante los ingleses, despert¨® la moral del equipo dan¨¦s. Aun as¨ª, la derrota (0-1) ante Suecia, despu¨¦s, complicaba mucho el pase a la siguiente ronda, ya que exig¨ªa la victoria sobre la Francia de Platini en el tercer partido. Sin presi¨®n y con las vacaciones planificadas como algo m¨¢s que un premio de consolaci¨®n, Dinamarca se impuso (2-1) en el primero de sus tres sonoros campanazos.

Entre manguerazos de agua fr¨ªa se pasaron los futbolistas las horas previas a la final

En las semifinales aguardaba Holanda, la defensora del t¨ªtulo y uno de los conjuntos m¨¢s potentes de siempre. Pero a quien no ten¨ªa nada que perder no le impresionaba que jugadores como Rijkaard le mirasen por encima del hombro durante la ceremonia de los himnos. Aquel encuentro concluy¨® con igualada (2-2) y en la tanda de los penaltis la decisiva actuaci¨®n del portero dan¨¦s sirvi¨® para demostrar al mundo y a los propios daneses que las palabras del seleccionador dos d¨ªas antes del inicio del campeonato quiz¨¢s no fueran tan descabelladas.

Entre manguerazos de agua fr¨ªa se pasaron los daneses las horas previas a la final, contra Alemania. Una libertad que les permiti¨® encarar el partido con las pulsaciones controladas. Con m¨¢s presencia de la esperada, la doblegaron (2-0) con dos goles de Jensen y Vilford.

Nac¨ªa as¨ª La Dinamita Roja. Un bello cuento que surgi¨® de la tranquilidad y las ganas de divertirse de un grupo de futbolistas a los que las paredes de la habitaci¨®n del hotel se les quedaron peque?as porque lo que vivieron aquel verano en Suecia superaba las dimensiones de su imaginaci¨®n.