Rusia muere de melancol¨ªa
El empuje de Grecia tumba al conjunto ruso (1-0), que fue semifinalista en 2008
La juventud no suele durar m¨¢s de una Eurocopa. La ¨¦poca del entusiasmo, ese estado de euforia cercano a la ignorancia, pas¨® para los rusos a la velocidad del verano de 2008. El torneo de Austria y Suiza, en que fueron semifinalistas, fue el impulsor de una maravillosa generaci¨®n que no ha sabido madurar. El ¨¦xito, la migraci¨®n a las grandes ciudades occidentales y los contratos millonarios han infundido en estos jugadores una suerte de melancol¨ªa insalvable. Te¨®ricamente, atraviesan el momento de la plenitud f¨ªsica y mental. En la pr¨¢ctica, se aburren de s¨ª mismos. La confusi¨®n existencial explica la suficiencia aristocr¨¢tica de estos j¨®venes sobrados de dones que no resistieron la confrontaci¨®n con los r¨²sticos griegos. Los mat¨® un saque de banda y Grecia pas¨® a cuartos.
GRECIA, 1 ¨C RUSIA, 0
Grecia: Sifakis; Torisidis, Papadopoulos, Papasthatopoulos, Tzavelas; Katsouranis, Maniatis; Salpingidis (Ninnis, m. 83) Karagounis (Makos, m. 67), Samaras; y Gekas (Holebas, m. 64).
Rusia: Malafeev; Anyukov (Izmailov, m. 81), Beretzuski, Ignashevich, Zhirkov; Shirokov, Denisov, Glushakov (Pogrebnyak, m. 72); Dzagoev, Kerzhakov (Pavlyuvhenko, m. 46) y Arshavin.
Gol: 1-0. M. 67. Karagounis resuelve en el ¨¢rea chica.
?rbitro: J. Eriksson. Amonest¨® a Anyukov, Zhirkov, Dzagoev, Karagounis, Holebas y Pogrebnyak.
Fernando Santos, el seleccionador de Grecia, entr¨® al campo meneando la cabeza como si le acabaran de comunicar una terrible noticia. Daba s¨ªntomas de estar sufriendo una crisis de fatalismo. Pero los gestos del t¨¦cnico no coincid¨ªan con la determinaci¨®n que mostraron sus jugadores. A diferencia de los rusos, los griegos de 2004 no hicieron fortuna ni ganando una Eurocopa. Sus descendientes viven como sus predecesores. Les basta con muy poco para crear problemas a cualquiera. Contra Rusia siguieron un guion sencillo. Conducir los ataques por afuera para evitar p¨¦rdidas en el medio campo, trasladar hasta ser derribados, o buscar en largo a Samaras y Gekas, y cerrarse todos en el centro del campo para desconectar a Dzagoev y Arshavin de su l¨ªnea de volantes. Poca cosa. Pero Rusia no supo reaccionar.
A diferencia de los rusos, los griegos de 2004 no hicieron fortuna ni ganando una Eurocopa. Les basta con muy poco para crear problemas a cualquiera
El conjunto ruso dispuso del bal¨®n y lo movi¨® hasta con soltura, con garbo, alentada por los magn¨ªficos Shirokov, Denisov y Gloutchakov. Todos tocaban la pelota con criterio, apoyados desde atr¨¢s por Ignachevitch, que se incorporaba como un centrocampista m¨¢s. Eran armoniosos. Ortodoxos. Pero les faltaba la colaboraci¨®n de Arshavin, cada vez m¨¢s disperso, y de Zirkhov. Y se part¨ªan cada vez que los apretaban.
Zirkhov no estuvo atento a Karagounis, que le gan¨® la espalda y marc¨® justo antes de irse al descanso
Grecia se fue metiendo en el campo ruso a fuerza de empuje. Katsouranis remat¨® el primero entre los tres palos para lucimiento del portero ruso. Si la melancol¨ªa hizo mella en un hombre fue en Zirkhov. El zurdo fue el ¨²nico que pudo sorprender a la defensa griega pero sus incursiones se espaciaron demasiado. El gol lleg¨® por su costado. Se le escap¨® un bal¨®n fuera del campo y del saque de banda desemboc¨® el gol. El propio Zirkhov no estuvo atento a Karagounis, que le gan¨® la espalda y bati¨® al portero en el minuto 45. Justo antes de irse al descanso.
Rusia no se recuper¨®. Kerzhakov no sali¨® del vestuario. Advocaat lo sustituy¨® por Pavlyuchenko. Comenz¨® un largo asedio a la porter¨ªa griega. A la avalancha rusa respondi¨® Grecia con un grupo de jugadores verdaderamente encendidos que pelearon por cada bal¨®n con una abnegaci¨®n admirable. Cortaron todo lo que se pod¨ªa cortar, rechazaron todo lo que se pod¨ªa rechazar. Rusia no tuvo, despu¨¦s de todo, mejores ocasiones que la de Tzavellas, que mand¨® un tiro de falta directa a la cruceta. Cuando se agotaron los minutos, el esforzado equipo de Fernando Santos le dio motivos para renunciar al fatalismo.
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